Michael Paul Smith recrea mágicamente su pasado con un mundo en pequeña escala.
Jean Piaget, el célebre psicólogo del desarrollo suizo, cierta vez dijo: “Los niños poseen una comprensión real sólo de aquello que inventan por sí mismos”. Quizá por eso Michael Paul Smith, cuando era niño, al explorar el mundo que lo rodeaba, empezó a reinventarlo en miniatura. Hoy ha cerrado el círculo recreando así sus recuerdos de infancia.
Smith nació en 1950 en Pittsburgh, Pensilvania, el lugar donde nace el río Ohio, en el corazón de la región productora de acero de Estados Unidos. Fue el segundo de los cinco hijos de una pareja de obreros y tuvo una niñez “agradable y llena de amor”. Como era sumamente tímido, pasaba casi todo el día dibujando o construyendo miniaturas con objetos que encontraba. Este pasatiempo lo salvó de terminar “trabajando en una planta siderúrgica”, donde se ganaba el sustento mucha de la gente de su ciudad.
Su creatividad, curiosidad y amor por el trabajo manual lo llevaron a ejercer muchos oficios: empapelador, pintor de interiores, cartero, caricaturista en un periódico e ilustrador de libros de texto. “Lo mejor fue haber sido miembro de un equipo que diseñaba aparadores para museos como la Institución Smithsoniana y el Museo de Historia Natural de la Universidad Harvard”, cuenta. Pero fue su trabajo como director de arte publicitario lo que lo llevó de nuevo a su verdadera vocación: el modelismo. “A los 33 años de edad sufrí un infarto, y lo tomé como señal de que debía abandonar la publicidad”
Pronto se trasladó a Boston para trabajar como modelista en una empresa de arquitectura. Una noche, mientras miraba una maqueta que tenía sobre la mesa, se le ocurrió una idea: usar sus habilidades como modelista, su vasta colección de autos a escala, su amor por el pasado y sus amplios conocimientos sobre el siglo XX para crear un pueblo en miniatura, hecho con todo detalle.
Se inspiró en Sewickley, Pensilvania, una localidad adonde se mudó con su familia cuando tenía cuatro años de edad. “Elgin Park nunca existió, pero es un cofre del tesoro visual lleno de emociones y recuerdos: una síntesis de lo que ya pasó”, dice. “Lo que empezó como un ejercicio de modelismo y fotografía terminó con una reconstrucción idealizada del lugar donde crecí. No es una recreación exacta, pero capta el espíritu”.
Smith explica cómo se inspira cuando tiene un proyecto: “Examino mi colección de autos y camiones en miniatura, y me pregunto: ¿Qué época ilustrará mejor la escena? ¿En cuál estación del año y a qué hora del día? ¿Qué historia deseo contar?” La ejecución puede llevarle desde una hora hasta varios días. “Cada estructura empieza como una serie de bocetos. Si un edificio es muy poco común, invadirá la foto, así que debo elegir un estilo prototípico de una época determinada”.
Smith no tiene taller ni herramientas sofisticadas; trabaja en una mesa de cocina de los años 30. No usa efectos de iluminación especiales, sino focos de 40 o 60 vatios y algunas luces de árbol de Navidad para iluminar los interiores de las maquetas. Tampoco utiliza un costoso equipo fotográfico, sino una cámara Canon usada y barata que, por sorprendente que parezca, no cuenta con retoque digital. La simplicidad es la clave del éxito de su trabajo. “Si no lo puedes hacer convincente, entonces no lo hagas”, señala.
El artista acomoda los objetos sobre una mesa, delante de un fondo real elegido con cuidado. “Cada día es más difícil encontrar fondos debido a la demolición de muchos edificios antiguos”, dice. Luego toma la cámara y enfoca con precisión el primer plano y el fondo para alinearlos. “Rara vez tardo más de una hora en fotografiar una escena”.
“No he sido capaz de ganarme la vida con esta afición”, admite, “aunque mi libro se vendió bien”. Hace poco su trabajo recibió un merecido reconocimiento. Le pidieron que realizara una obra nueva para una exposición en la Ciudad de Nueva York. “Decidí recrear la casa de mi niñez. Es la mejor terapia. Los recuerdos, tanto los buenos como los malos, empiezan a fluir. Tardé cuatro meses en hacerla, y al final sentí que había sacado a la luz muchas cuestiones psicológicas que yacían enterradas”.
Así Smith cerró otro círculo. O empezó uno nuevo. Como dijo Piaget: “Lo que vemos cambia lo que sabemos, y lo que sabemos cambia lo que vemos”.
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