Todas las personas enfrentamos situaciones estresantes en la vida: el tráfico, las cuentas del mes, problemas de salud o conflictos de pareja. Debido a que la mente y el cuerpo están estrechamente conectados, estas preocupaciones constantes pueden afectar nuestra salud y aumentar el riesgo de diversas enfermedades.
Aunque no podemos eliminar todas las fuentes de estrés, sí podemos aprender a reducirlo y, lo más importante, fortalecer la resiliencia, es decir, la capacidad de recuperarnos y adaptarnos ante la adversidad.
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El estrés es inevitable en cierto grado. Sin embargo, cuando el cuerpo activa una y otra vez las respuestas fisiológicas típicas del estado de alerta, pueden aparecer problemas de salud físicos y mentales. La buena noticia es que es posible interrumpir ese ciclo negativo y desarrollar herramientas para manejar mejor estas situaciones.
El filósofo y psicólogo William James, una figura destacada de Harvard a finales del siglo XIX, hablaba con admiración de las personas “mentalmente saludables”: optimistas y positivas, que parecían vivir más felices y con mejor salud. A pesar de los altibajos de la vida, estas personas convertían los desafíos en oportunidades.
El estadístico y experto en gestión de riesgos Nassim Nicholas Taleb llamó a esta cualidad “antifragilidad”. En su libro Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden, Taleb define lo frágil como aquello que se rompe ante la incertidumbre o el cambio —precisamente lo que suele detonar el estrés crónico.
Por el contrario, lo antifrágil se fortalece con la dificultad. No se trata de evitar el estrés, sino de usarlo como impulso para crecer, desarrollar nuevas habilidades y adaptarnos con más fortaleza.
Un gran ejemplo de antifragilidad son los Navy SEAL, la fuerza de operaciones especiales de Estados Unidos. Estas personas entrenan para operar bajo altísimos niveles de estrés y responder con rapidez, eficacia y flexibilidad ante situaciones de vida o muerte.
Estudios con escáneres cerebrales muestran que los Navy SEAL tienen una activación distinta en una región del cerebro llamada ínsula, encargada de gestionar señales de estrés. Además, comparten al menos siete características clave de las personas resilientes:
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Muchas personas creen que la resiliencia es una cualidad innata, que unos tienen y otros no. Pero en realidad es una capacidad que se puede desarrollar, como un músculo que se fortalece con la práctica.
Ya sea que elijas adoptar una mentalidad “mentalmente saludable”, cultivar la antifragilidad o inspirarte en el enfoque de los Navy SEAL, fortalecer tu resiliencia es una poderosa herramienta contra el estrés.
Recuerda: no se trata de eliminar todas las tensiones, sino de aprender a recuperarte con más fortaleza cada vez.