Respuesta sincera
Un domingo que fui a misa con mis dos hijos, Jimena y Juan David, que entonces tenían 10 y 2 años, respectivamente, el sacerdote pidió a los feligreses especial atención y silencio,
y entonces preguntó:
—¿Alguno de los presentes sabe hacia dónde va? ¿Hacia dónde vamos con nuestras vidas?
Hubo un silencio sepulcral. El padre tomó el micrófono y en un tono de voz más alto volvió a preguntar:
—¿A dónde vamos?
Entonces, Juan David, parado en mis rodillas, exclamó:
—¡Mamos a Manonald!
Patricia Tello-Vallarino, Panamá
Soy maestra de primer grado, y un día, tras dejar solo a mi grupo unos minutos, volví y me topé con un coro de niños que acusaba a uno de sus compañeros: “¡Brandon dijo la palabra que empieza con C! ¡Brandon dijo la palabra que empieza con C!”
Alarmada, llevé a Brandon al pasillo y le pedí que repitiera la palabra con C que había dicho, pero él pronunció una muy inocua que empezaba con S. A partir del día siguiente me esmeré en reforzar las lecciones de ortografía.
Rhonda Henry, Canadá
Cuando Greydon, mi hijo de cinco años, se disponía a tomar un baño, le pedí que cerrara la llave cuando estuviera llena la tina.
—¿Cómo sé hasta dónde debe llegar el agua? —me preguntó.
Como el pequeño tiene un lunar visible en el vientre, se lo señalé con el dedo y le dije:
—Cuando el agua llegue hasta ese lunar, cierra la llave.
Con los ojos abiertos de par en par, Greydon exclamó:
—¡Así que para eso tengo ese lunar en la panza!
Janet Newbatt, Canadá
Una tarde me pidieron que cuidara a mi nieto de seis años. Para darle gusto y entretenerlo, me puse a jugar futbol con él en el patio de la casa.
Al poco rato, mientras él trataba de quitarme la pelota, nuestros pies se enredaron y ambos caímos al suelo. Yo esperaba que, al levantarse, el niño me ayudara a ponerme de pie y me preguntara si me había lastimado, pero en vez de eso dijo:
—Mira, abuela, como ninguno de los dos se dio cuenta de quién tiró a quién, ¿te parece que cada uno lance un penal?
María Teresa I. de Hernández, Ciudad de México
Mi hijo y yo íbamos caminando por la ciudad de Newcastle cuando pasamos al lado de la estatua del cardenal Basil Hume, en su atuendo de gala. Le pregunté al niño si sabía quién era ese gran hombre.
—¡Claro que sí! —respondió sin titubear—. ¡Es Darth Vader, el de La guerra de las galaxias!
Dean Gerard, Reino Unido
En una ocasión mi esposo llevó de compras a nuestra hija Abigail, de tres años. Cuando regresaron, le pregunté a la pequeña:
—¿A dónde fuiste?
Después de un largo silencio, la niña respondió:
—A ningún lado, mami. Aquí estoy.
Janet Quinn, Canadá
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