¿Cómo te caería un café chiapaneco cultivado sin trabajo infantil? ¿Comprarías una miel cuya producción local ha ayudado a frenar la migración de hombres a Estados Unidos? ¿Y a qué te sabría una mermelada que empodera a las mujeres que la elaboran?
Son muchos los que viven estas experiencias gracias a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), concepto a través del cual una empresa 100 por ciento mexicana ha puesto en alto el nombre de México ante la ONU. Es Toks, que a lo largo de 46 años pasó de ser un negocio de fuente de sodas a miembro de la junta directiva del Pacto Mundial de Naciones Unidas, en 2015, y la primera empresa en ocupar la presidencia del Pacto Mundial México.
¿Cómo lo hizo? Al igual que otras empresas, empezó apoyando causas altruistas mediante donativos. Luego, algo inesperado los hizo creer que podían convertirse en un agente de cambio poniendo en marcha programas en torno a causas sociales como trabajo infantil, empoderamiento de la mujer, seguridad alimentaria, equidad de género, prevención del delito, proyectos productivos y agrícolas, reciclaje y conservación de la vida silvestre. Por los resultados obtenidos, sus representantes acuden dos veces al año a la sede de la ONU para transmitir sus experiencias al secretario general de ese organismo.
La historia comenzó en 1923, cuando llegó a México, procedente de Santander, España, el hombre que fundaría Toks en 1971: Ángel Losada Gómez. Sus primeras ayudas fueron filantrópicas. “Los donativos apoyaban causas importantes para los dueños, como el cáncer o la violencia hacia la mujer”, dice Gustavo Pérez Berlanga, director de Responsabilidad Social.
Hacia 2003 se inició el programa que dotaría a Toks de una estructura en el terreno de la RSE: “12 meses, 12 causas”. Pero el punto de inflexión se dio durante una charla de Pérez Berlanga en la Universidad Autónoma del Carmen, en Campeche. “Nos preguntaron por qué no apoyábamos causas locales, porque a las empresas se les percibe como saqueadoras de recursos”, refiere.
El cuestionamiento cimbró a la dirección de Toks, encabezada por Federico Bernaldo de Quirós y Juan Carlos Alverde Losada. Su reacción fue apoyar las causas locales y la integración de productores mexicanos a la cadena de valor mediante la compra de sus productos.
Un día de 2003 llegó al escritorio de Pérez Berlanga una miel producida por una comunidad de indígenas amuzgos del estado de Guerrero. “Cambia de color cuatro veces al año y se hace mantequilla en semanas porque es pura”, señala. Pensó que ese producto excepcional debía estar en los restaurantes Toks, y así nació el primer proyecto productivo de su historia.
A la miel la siguieron tamales elaborados por personas que tienen el síndrome de Down; granola y mole producidos por mujeres mazahuas; mermelada artesanal hecha por mujeres de la sierra central de Guanajuato; chocolate oaxaqueño, y café cultivado en la Reserva de la Biosfera Volcán Tacaná, en Chiapas.
Pero también ha habido reveses. “La gente en un principio se negaba a recibir capacitación; creía tener pleno conocimiento de la fabricación de sus productos y que los instructores de Toks nada tenían que enseñarles. Además, no estaban acostumbrados a producir grandes cantidades ni a considerar estándares de calidad en sus productos”, cuenta Pérez Berlanga en “Restaurantes Toks, Estrategias de Responsabilidad Social”, artículo publicado en 2013.
También se toparon con cotos de poder, narcotráfico y descrédito. “En las comunidades se cree que el empresario es un explotador, y el gobierno, un corrupto”, añade. Y es que Toks se alió con las autoridades locales, estatales y federales hace dos años, y esa alianza ha crecido de manera seria y responsable.
“Con el gobierno hay que trabajar la inteligencia emocional”, prosigue, “sobre todo la tolerancia a la frustración, pues cada vez que acaba un sexenio o sale un funcionario hay que empezar de cero. Ahí hay gente buena; hay que encontrarla y trabajar con ella porque así se potencia todo”. Y agrega que el gobierno necesita a los empresarios, sobre todo porque en México aún no hay muchos que inviertan en RSE.
Las acciones de RSE de Toks se difundieron masivamente en 2008, cuando se publicó en la ONU que eran un caso exitoso en los rubros de sustentabilidad y calidad alimentaria. Luego siguieron viajes para aprender y enseñar. “Empezamos a viajar y a conocer la RSE a nivel mundial”, dice el directivo. Pero en un viaje a Argentina con miembros del Pacto Mundial se percataron de que su labor era modesta y redimensionaron sus esfuerzos.
“Avanzamos tanto”, refiere, “que en 2010 nos hicimos presidentes del Pacto Mundial de la ONU en México, y desde 2015 somos miembros de la junta directiva y vamos a Nueva York a ver al secretario general dos veces al año”. El trabajo de Toks parece insuficiente ante los 56 millones de pobres que hay en México, pero con sus programas ya ha ayudado a salir de la pobreza a 11,000 personas.
La vida de los apicultores de la región amuzga de Guerrero dio un vuelco cuando recibieron el primer pedido de Toks: más de 10 toneladas de miel. Como en ese entonces usaban métodos artesanales de recolección y envasado, organizaron un centro de acopio y envasado, iniciaron un proceso de certificación orgánica y construyeron una planta especializada.
La transformación de esa comunidad de la Costa Chica de Guerrero ha sido tal, que en 2007 se frenó la migración de sus habitantes a Estados Unidos, y en 2009 se revirtió. “Es la primera comunidad donde revertimos la migración, al pasar de 800 a casi 7,000 colmenas”, comenta Pérez Berlanga con satisfacción.
Otro caso exitoso han sido las productoras de mermelada de fresa de Santa Rosa de Lima, una comunidad pobre de poco más de 1,000 habitantes situada en la sierra central de Guanajuato. Esta alianza, documentada por la ONU, ha suscitado grandes cambios. En 2005, el ingreso per cápita mensual en esa comunidad era de menos de 60 dólares; para 2010, cada productora de la microempresa Conservas Santa Rosa tuvo ingresos por más de 1,000 dólares mensuales.
“…[con ese dinero] han podido satisfacer sus necesidades de alimentación, vestido, vivienda y educación. Incluso dos de las hijas de las productoras lograron terminar sus estudios universitarios; fueron las primeras en la historia de la comunidad en hacerlo”, señala la ONU en el artículo “Restaurantes Toks, Estrategias de Responsabilidad Social”.
Tan drogado estaba Kevin, de 14 años en ese entonces, que no pudo pensar nada cuando un amigo le pidió que “le echara aguas” mientras cometía un robo. Esa acción lo llevó a la Comunidad de Diagnóstico Integral para Adolescentes, donde estuvo recluido sólo cuatro meses gracias a la intervención de Fundación Reintegra, la cual se dedica a generar nuevas oportunidades y perspectivas para jóvenes cuyos errores podrían afectar negativamente el resto de su vida.
En 2012, junto con esa fundación, Toks ayudó a crear un taller de serigrafía que ofrece una segunda oportunidad a jóvenes y adultos. Eso fue lo que ocurrió con Kevin, quien ahora, tras haberse capacitado en el taller, realiza trabajos para la empresa de telecomunicaciones AT&T. La metodología usada ha sido tan exitosa, que compañías como Cemex y organismos como la ONU han estudiado sus estrategias. Pero ¿cómo inspirar a otros empresarios para que se sumen a la responsabilidad social?
En México, dice Pérez Berlanga, sólo 800 de los 5.5 millones de empresas que existen son socialmente responsables. Por eso dedica mucho tiempo a asistir a foros empresariales para difundir la experiencia de Toks y motivar a otros a hacer RSE.
Pero ¿cómo contagiarles su entusiasmo? El directivo dice que todos tenemos un talón de Aquiles; puede ser un hermano aquejado del síndrome de Down, o el perro que te mordió cuando eras niño. Todos tenemos una historia que recordar.
Él recuerda visitas que ha hecho a los municipios más pobres del país, como Batopilas, Chihuahua, donde las carencias son un insulto, y Coicoyán de las Flores, Oaxaca, a donde es casi imposible llegar. Pero la imagen que más lo impulsa la vio en la Fundación Pasitos de Luz, en Puerto Vallarta, Jalisco. “Ahí conocí la miseria humana; todo lo que la sociedad no quiere ver está ahí”, refiere.
“No doy detalles porque fue muy grotesco, pero no olvido la imagen de una persona que masajeaba el cuerpo inerte de un pequeñito que quedó parapléjico cuando lo lanzaron a la basura”. El masajista era un canadiense invidente que huía del frío de su país y realizaba actos como ése a cambio de comida y un lugar donde dormir.
Luego de esas experiencias, para Pérez Berlanga la motivación ya no es monetaria. “Hacer dinero es más fácil que hacer dinero de manera responsable”, expresa. “Afortunadamente, hay gente en el mundo que lo hace, aunque no es la mayoría”.
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