Por fin encontré una función disponible para ver Roma, la película de la que todos hablan, dirigida por uno de los directores más queridos del país. Y mientras estaba sentada en esa sala de cine, un mar de emociones llenó mi corazón, y un pensamiento recurrente brincaba en mi mente, de esto debería tratar el cine mexicano, no se necesita nada más. Es una obra de arte que merece apreciarse en una pantalla grande y con el sistema sonido correcto.
Tengo que aclarar, yo no nací en la ciudad que pinta Cuarón, yo soy de la generación de los 90, pero mis papás sí lo hicieron, y a pesar de eso, puedo decir que hubo muchos momentos en los que viendo la pantalla sonreí recordando esos días en que tocaba los timbres de la calle con mis amigos o luchábamos para subir primero al carro y poner el radio.
Cuarón logró hacer lo que muy pocas películas mexicanas han logrado, construir un entorno en el que todos nos podamos identificar. Con la ayuda de Eugenio Caballero, y una investigación histórica tremenda, regresaron el tiempo en las calles de la colonia Roma.
La ciudad funciona no solo como el lugar en donde se desarrolla la historia, sino como un personaje más que nos envuelve con esos sonidos que nos parecen tan cotidianos pero que realmente son únicos: el afilador, los camotes, la campana de la basura, vivimos rodeados de sonidos que a veces nos hacen callar nuestra propia voz.
La ciudad es un monstruo que te come, que te hace vivir en la rutina, pero que si aprendes a quererla y a encontrarte a ti mismo dentro de ella, puede también sacar lo mejor de ti, en un mundo infinito de posibilidades.
Alfonso no solo nos abre su corazón en el guión, nos regala sus memorias a través de su mirada, encargándose del departamento de fotografía y por supuesto de la dirección, llenando cada cuadro con detalles, con guiños, con simbolismos que llegan directamente muy adentro del cuerpo, y lo complementa todo con un diseño sonoro que te envuelve en cada una de las secuencias, ya sea con sonido estridente o con silencios que te dejan helado, con la marcha de los soldados por la calle que ensordecen el sonido del corazón de una madre al romperse cuando ve que su vida se va en un vocho, o las olas del mar que limpian la conciencia y te llevan a la deriva para darte cuenta de lo que realmente quiere tu corazón, esta es una de las razones principales para verla en una sala de cine, por que el sonido envolvente es parte del dialogo de cada una de las secuencias.
En medio de todos estos mágicos toques que vemos en la pantalla hay dos pilares, dos figuras femeninas que representan a las mujeres que criaron al propio cineasta, son muy pocas las películas en donde la heroína es una mujer, son menos las que giran completamente en torno a la historia de dos, por un lado tenemos a Sofía, interpretada por Marina de Tavira, una mamá de 4 hijos, que trabaja medio tiempo y se encarga de dirigir las labores de la casa, una mujer que trata por todos los medios de salvar su matrimonio, que como el Galaxy en el garaje ya no “embona” y está forzado.
La desesperación convertida a veces en ira, otras en borracheras, y otras en no poder limpiar la “caca” que se acumula sin parar en su vida y en su casa, no esconden su corazón comprensivo y amoroso por todos los miembros de su familia, incluidas las empleadas domesticas.
Y es cuando llegamos a la joya de la corona, el eje central de la película y la mejor elección por parte del director: Yalitza Aparicio, o mejor conocida por todos como Cleo, la encargada de la casa, del borras, de los 4 hijos y también del matrimonio; nunca apreciamos realmente que estas mujeres tienen un trabajo incansable 24/7, que son ellas las que educan, las que se encargan de nuestra casa, de nuestros calzones, de los secretos de nuestra familia. Cleo es una mujer humilde que hace de los niños y de la casa su propia vida.
La culpa de no poder mantener la casa perfecta, de no querer ser madre, de no poder mantener a tu familia unida, son solo algunos de los problemas que estas dos mujeres tienen que atravesar en esta película, encontrarse un camino por si solas, para aventurarse juntas en uno nuevo, por un lado aceptando que a veces no es egoísta pensar en la felicidad propia y dejar un lado la culpa, ahogarla en el mar y limpiarte para seguir adelante y por el otro, dejando ir el pasado, juntando las piezas que tienes enfrente y comenzar a reconstruir un futuro por ti y por los que tienes alrededor.
Roma es más que una película, es una bocanada que nos transporta a nuestra infancia, que nos hace sentir nostálgicos, ya sea mediante la imagen y la reconstrucción de una ciudad vieja o con el chiflido del globero afuera del teatro Metropolitan convertido en cine.
Si no han tenido oportunidad de verla en el cine, traten, se van a encontrar con una bocanada de aire fresco, una película que sin necesidad de caer en el chiste vulgar, en el exceso de lenguaje grosero o desnudos innecesarios cuenta una historia común con la que todos podemos sentirnos identificados, un guion pensado por años, encuadres meditados y hechos para generarte sensaciones en todos los poros del cuerpo, esto es lo que el cine mexicano es de verdad, estas son las historias reales que deberíamos de contar y retratar, sin temor a equivocarme puedo decir que Roma es una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos.
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