Categorías: Humor

Entre niños: Mi sobrino fue a jugar con su mejor amigo

Salario de risa

Mis hijos saben que las horas que mi esposo y yo trabajamos son directamente proporcionales al sueldo que ganamos. Un día, mientras charlaba con mi hija, de seis años, le dije que cuando yo era niña las caricaturas empezaban a transmitirse en la televisión a las 6 de la tarde.

—¿A las seis, mamá? —preguntó, asombrada, y agregó—: ¿Y cuánto ganaban Tom y Jerry cuando tú eras pequeña?

Andrea González, Estados Unidos

Faltaba poco para que mi hijo, Thomas, cumpliera cinco años, así que fuimos a una juguetería para darme una idea de lo que le gustaría que le regalara. Al pasar por la sección de camiones se le iluminó el rostro, y me preguntó con insistencia si podía comprarle uno. Le contesté que no, y pareció entenderlo, hasta que al dirigirnos a la salida vio un exhibidor lleno de camioncitos. Tomó uno de ellos, y me volvió a preguntar si se lo compraba. Como esta vez cedí, exclamó:

—¡Qué bueno! Entonces te voy a mostrar cuál quiero —y corrió de vuelta adonde estaban los modelos grandes.

Glenn Burkart, Canadá

Soy madre de cuatro niños varones. Una mañana Eliot, el de cuatro años, entró al baño a orinar; luego salió y muy enojado me dijo:

—Mamá, la próxima vez, cuando termines de usar el escusado, ¡vuelve a levantar el asiento!

Vicki Chapman, Canadá

Hace tiempo mi sobrino Alex, entonces de cinco años, fue a jugar a casa de Felipe, su mejor amigo. Al ver éste que Alex estaba estrenando unas botas vaqueras, se puso muy triste porque él no tenía unas; a mi sobrino entonces se le ocurrió una idea y lo invitó a su casa. Cuál no sería la sorpresa de Sandra, la mamá de Felipe, al ver regresar a los niños con una enorme sonrisa en el rostro. Lleno de orgullo, Felipe le presumió sus botas nuevas.

Resulta que Alex le había pedido a su amigo que se quitara los zapatos y, haciendo gala de sus dotes artísticas, lo tiñó desde las rodillas hasta la punta de los calcetines con una tinta fuerte para pintar calzado. 

Luz Herrera, México

Mientras veía unas fotos en blanco y negro de la ciudad de Winnipeg de finales del siglo XIX junto con mi hijo Caelan, de seis años, mencioné que habían sido tomadas antes de que la electricidad llegara a la ciudad. 

Entonces, lleno de curiosidad, el pequeño preguntó:

—¿Y cuándo llegaron los colores?

Randy Haley, Canadá

Cuando pisé accidentalmente una aguja de coser y se me enterró en el talón, tuve que ir con mis dos hijos, Dan, de ocho años, y Ben, de cuatro, al hospital. Tras varias horas de esperar a que me atendieran, una enfermera se apiadó de los niños y se ofreció a llevarlos a la cafetería. Me preguntó si podían comer de todo. Le dije que sí, pero cuando se alejaban oí a Dan susurrarle:

—En realidad, mamá no nos deja comer verduras.

Susan Dobbs, Canadá

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