Sin duda lo has visto: el instinto de tu gato de tenderse sobre el teclado de la computadora cuando te dispones a trabajar, o la danza frenética de tu perro cuando te sientas a ver una película.
Justo en el momento en que tu atención se divide, las mascotas se ponen celosas, o al menos eso nos parece.
Los especialistas en conducta animal, o etólogos, se siguen mostrando escépticos respecto a si los animales domésticos son presa del monstruo de los celos que nos atormenta a los humanos.
“La mayoría de las pruebas indican que ellos experimentan emociones básicas, como la ira”, dice Paul Morris, profesor de psicología en la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra.
Varios estudios, incluido uno de Morris, han demostrado que los animales que no pertenecen al orden de los primates son capaces de mostrar emociones secundarias, como culpa, vergüenza y orgullo.
Sin embargo, en vez de basarse en respuestas neurobiológicas o fisiológicas para indagar sobre sentimientos primarios como el miedo y la ira, los datos sobre las emociones secundarias de los animales se basan en informes de personas acerca de lo que pensaban que sus mascotas estaban experimentando; aún no se dispone de una manera de estudiarlos directamente.
El estrés provoca diversos síntomas, como frecuencia cardiaca elevada y presión arterial alta, así como alteraciones en las funciones gastrointestinal y reproductiva. También sabemos que, tanto en las personas como en los animales, el estrés puede aumentar la propensión a contraer infecciones virales y bacterianas.
Cambios importantes en la vida familiar, como la llegada a casa de un bebé recién nacido, pueden provocar en las mascotas un estado de ansiedad parecido al de los celos. Algunos perros se muestran posesivos de las cosas y de las personas a las que aprecian, y se comportan de manera agresiva ante cualquier desconocido que amenace con quitarles lo que les pertenece, explica Dorothy Litwin, experta en comportamiento animal de Toronto, Canadá.
“A menudo, los seres humanos interpretan esto como celos, pero en realidad es una manifestación de conductas protectoras, dominantes y de búsqueda de atención”.
La preparación puede facilitar la transición. Litwin aconseja prever cómo cambiará la rutina familiar y enseñar nuevas pautas a la mascota con antelación. “Si trepar al sofá estará prohibido una vez que llegue el bebé, empieza a pedirle a tu perro que se eche en su cama por la noche, y dale un hueso o un juguete”, dice.
“La perra trata de restringir el acceso a algo que es valioso para ella: mi atención”, dice la etóloga.
Dedicar tiempo a cada perro puede ser útil, así como hacer participar en actividades divertidas a los dos animales para animarlos a convivir y desarrollar apego. Y elogiarlos afectuosamente cuando se están llevando bien reduce la rivalidad.
¿Tu mascota por qué se pone celosa?
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