Entre niños: Una enorme pila de sal y… ¿de pimienta?

Hace poco, cuando mi hija Bethan estaba viendo dibujos animados en la tele, algo la desconcertó. Volteó hacia mí y me dijo:

—Mami, ¿por qué el conejo Bugs nunca usa ropa, pero cuando va a nadar se pone traje de baño?

Suzanne Roswell, Reino Unido

Una mañana, mientras estábamos sentados a la mesa, mi hijo Owen, de dos años, anunció:

—¡Soy un brujo!

En seguida apuntó su varita mágica hacia mí y dijo:

—Te voy a convertir en sapo.

—¡Croac! —exclamé, siguiéndole la corriente.

A continuación dijo:

—Te voy a convertir en gato.

—Miau —respondí.

Después de convertirme en perro (“guau”), en león (“grrr”) y en oveja (“beee”), el niño me miró a los ojos e hizo otro anuncio:

—Ahora te voy a convertir en un osito de peluche.

Entonces se inclinó hacia mí y me dio un abrazo.    

Martin Hickey, Canadá

Hace tiempo, cuando mi hermana Diane tenía seis años, se sentó al lado de una tía nuestra y le preguntó:

—¿Por qué eres tan fea?

Al oírla, le exigí con voz severa que le ofreciera una disculpa.

—Está bien —repuso; entonces se acercó a ella y le dijo—: Tía, siento mucho que seas tan fea.

Gary Roberts, Reino Unido

Iba yo conduciendo, acompañada por mi sobrina de cuatro años, cuando pasamos frente al departamento de obras públicas de la ciudad. Al ver una enorme pila de sal para nieve en la explanada del edificio, la niña me preguntó qué era.

—Es sal —le respondí.

Como a un lado había otra pila enorme, pero de grava, dijo:

—¿Y eso es pimienta?

Stephanie Morgan, Canadá

Cierta vez me golpeé el codo con fuerza, y me dolió tanto que tenía ganas de soltar una palabrota, pero como mi hija estaba cerca me limité a dar saltos por toda la habitación al tiempo que gritaba:

—¡Miércoles! ¡Miércoles! ¡Miércoles! ¡Miércoles!

Unos segundos después, la niña se volvió hacia mí y exclamó:

—¡Pensé que ibas a decir m*****, mami!           

Vanessa Smith, Reino Unido

Un día mi hija Daisy y una amiguita suya estaban jugando a representar personajes de Disney. En cierto momento la oí decir que el nombre de su amiga era Malicia, y yo me devané los sesos tratando de recordar de qué personaje se trataba… hasta que la niña dijo:

—Ya sabes… Malicia en el País de las Maravillas.  

Genna Burton,  Canadá

En una ocasión mi hija me estaba fastidiando tanto, que estuve a punto de perder la paciencia. Exasperada, le advertí que no quería volver a oír la palabra “mami” en por lo menos 10 minutos. Momentos después sentí un tirón en el vestido y oí la voz de la pequeña, que dijo:

—Señora Roberts, ¿puedo…?

Seren Roberts, Reino Unido