Aunque sientas que te estás muriendo, las pruebas médicas tal vez no revelen que padeces de síndrome de colon irritable.
El síndrome de colon irritable produce síntomas específicos, pero también puedes presentar flatulencia, cólicos, acidez estomacal, náuseas, vómitos, fatiga, sudoración excesiva, temblor corporal e incontinencia súbita.
Era el otoño de 2014 y el ingeniero aeroespacial Martin Burridge, de 46 años, pensaba que se iba a morir: un súbito dolor abdominal lo había hecho caer de rodillas al suelo.
Este hombre galés, quien tiene dos hijos, nunca había sufrido molestias estomacales. Los gases lo hinchaban tanto, que no podía comer; en seis meses bajó 16 kilos, y durante dos de ellos se vio obligado a faltar al trabajo por enfermedad; se pasaba los días acostado en el sofá, sin poder hacer nada. Comenzó a temer que fuera cáncer.
Algunos días la ingeniera informática Astrid van Vrouwerf-Boers, holandesa de 30 años, sufría tal estreñimiento, que el vientre se le hinchaba como si tuviera nueve meses de embarazo. Llegaba a pasar hasta cuatro días sin evacuar; de pronto un sudor frío la cubría, le daban náuseas y sentía urgencia de ir al baño. Una colonoscopia y otras pruebas no revelaron ninguna anomalía.
Para Charmaine Bleakley, británica de 63 años, todo empezó cuando tenía unos 45 años de edad, dos hijos adolescentes y un empleo de tiempo completo como bibliotecaria.
De repente sentía un fuerte retortijón y corría al baño, temerosa de no llegar a tiempo, lo que a veces le ocurrió. Una vez pasó una hora en el escusado con un ataque de diarrea que la dejó exhausta.
Se vio obligada a llevar en su bolso un calzón extra y un aromatizante en aerosol. Un gastroenterólogo le hizo pruebas en busca de cáncer o de la enfermedad inflamatoria intestinal, pero no encontró nada.
En estos tres casos el misterioso mal resultó ser el síndrome de colon irritable (SCI). Éste afecta a millones de personas en el mundo, y sus principales síntomas son distensión abdominal recurrente, dolor y diarrea, que puede alternarse con estreñimiento. Los aquejados suelen presentar también flatulencia, cólicos, acidez estomacal, náuseas, vómitos, fatiga, sudoración excesiva, temblor corporal e incontinencia súbita.
Aunque uno sienta que se está muriendo, las pruebas médicas tal vez no revelen nada malo. El diagnóstico se basa en la presencia de síntomas clave, el historial clínico del paciente y el descarte de otras enfermedades.
Sin embargo, luego de mucho años de haber sido un campo de estudio científico descuidado, la investigación sobre el SCI hoy está en auge. Ahora hay una mayor comprensión del síndrome, y más ayuda concreta para los millones de aquejados, dice el doctor Magnus Simrén, gastroenterólogo e investigador de la Universidad de Gotemburgo, Suecia.
“Llegaba a pasar hasta cuatro días sin evacuar; de pronto un sudor frío la cubría, le daban náuseas y sentía urgencia de ir al baño”
“La investigación es muy importante porque el SCI afecta enormemente tanto al paciente como a la sociedad en su conjunto”, señala Simrén, presidente del Comité Científico Europeo de Gastroenterología. De hecho, los estudios muestran que más de una de cada 10 consultas a los médicos familiares y al menos una de cada cuatro a los gastroenterólogos se deben a síntomas de SCI. Y éste sólo es superado por el resfriado como primera causa de ausentismo laboral.
Afortunadamente, la mayoría de las personas que padecen el SCI a la larga encuentran maneras de controlar o reducir sus síntomas, pero esas estrategias quizá sólo les den resultado a cada una de ellas. Si tú o un ser querido padece el SCI, la información siguiente puede ayudarte a entender mejor la enfermedad y a tener los síntomas bajo control.
Hay algunos padecimientos serios que producen síntomas parecidos a los del SCI: la enfermedad celiaca, la enfermedad inflamatoria intestinal y ciertos tipos de cáncer.
Si bien todos ellos son mucho menos frecuentes que el SCI, se les debe descartar antes de diagnosticar este último. “La enfermedad celiaca aún se diagnostica poco”, dice el doctor Niek de Wit, de la Universidad de Utrecht, Holanda, quien ayuda a médicos familiares a mejorar su tratamiento del SCI. En Europa, a toda persona que presenta síntomas de SCI se le recomienda hacerse un análisis de sangre para descartar la enfermedad celiaca, o intolerancia al gluten del trigo.
Muchos gastroenterólogos también están usando una nueva herramienta diagnóstica, llamada prueba de calprotectina en heces, para descartar la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerativa.
Hay que descartar además los cánceres de colon, estómago y ovario, sobre todo en adultos mayores que presentan síntomas repentinos, señala la doctora Jutta Keller, del Hospital Israelí de Hamburgo, Alemania, quien es experta en el SCI. “A casi todos los pacientes que se someten a exámenes rigurosos se les quita el miedo a tener cáncer, lo que les produce un gran alivio”, añade.
Los pacientes presentan, en proporciones más o menos iguales, uno de tres tipos de SCI: diarreico (SCI-D), con estreñimiento (SCI-E) y alternante (SCI-A), pero los tres pueden tener una causa diferente y exclusiva de cada persona.
“Cada enfermo puede tener un problema distinto, pero los intestinos tienen unas cuantas formas de quejarse”, dice el doctor John Marshall, gastroenterólogo e investigador del SCI en la Universidad McMaster, en Hamilton, Canadá.
Varios cambios orgánicos sutiles parecen subyacer a la aparición del SCI: un sistema inmunitario débil, la presencia de inflamación intestinal leve, la proliferación de fibras nerviosas en la pared intestinal, o una propensión hereditaria, explica Giovanni Barbara, gastroenterólogo e investigador de la Universidad de Bolonia, Italia.
En el otoño de 2015 este médico y su equipo anunciaron que la concentración de una proteína especial llamada “zonulina”, que regula la permeabilidad de las paredes intestinales, es más alta en algunas personas aquejadas de SCI que en otras que no lo padecen.
“El SCI es una enfermedad microorgánica”, dice Barbara. “Ahora tenemos los métodos correctos para buscar esos cambios microscópicos. Creo que vamos a hacer grandes hallazgos en los próximos años”.
“El síndrome de colon irritable afecta a millones de personas en el mundo, y sus principales síntomas son distensión abdominal recurrente, dolor y diarrea”
Uno de cada tres cuadros de SCI se presenta como secuela de una infección gastrointestinal o de una intoxicación alimentaria de causa viral o bacteriana.
Uno de los casos de SCI postinfeccioso (SCI-PI) mejor documentados del mundo ocurrió en Canadá en el año 2000, cuando se expuso a unas 2,500 personas a agua contaminada con las bacterias Escherichia coli y Campylobacter jejuni. Un equipo de investigación codirigido por el doctor Marshall siguió a los sujetos durante ocho años.
Treinta y seis por ciento de los que cayeron enfermos presentaron el SCI. Aunque la mayoría se alivió de los síntomas, algunos, como el granjero Kevin Doyle, que se infectó cuando rondaba los 50 años, aún sufre hoy día. “Tengo que cuidarme mucho”, dice. “Si me estreso, el síndrome podría reaparecer”.
Estudios recientes indican que algunos factores ponen a las personas en mayor riesgo de presentar SCI-PI: ser mujer, padecer ciertas enfermedades más graves, usar antibióticos durante la infección, un trastorno de ansiedad preexistente y la propensión genética. Los investigadores están buscando formas de prevenir la ocurrencia crónica del SCI.
Ciertos alimentos les agravan los síntomas a muchas personas aquejadas de síndrome de colon irritable. Llevar un diario de alimentación puede ayudar a establecer un vínculo entre la dieta y la aparición de los síntomas. “El diario me ayuda a saber lo que puedo tolerar y lo que no”, dice Astrid van Vrouwerf-Boers, quien hasta ahora ha descubierto que debe evitar los productos de trigo integral, las mandarinas, algunas coles y los refrescos de cola.
En los últimos años una dieta específica ideada en Australia —la dieta baja en FODMAP— ha llamado mucho la atención, ya que algunos estudios muestran que hasta 75 por ciento de las personas diagnosticadas con síndrome de colon irritable han mejorado con ella.
FODMAP es el acrónimo en inglés de oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, cuatro tipos de carbohidratos de cadena corta presentes en muchas frutas, verduras, granos y productos lácteos que tienden a volverse azúcares en los intestinos.
En Internet puedes encontrar listas de alimentos ricos en FODMAP. Como esta dieta es muy restrictiva, a las seis u ocho semanas de seguirla se aconseja volver a consumir poco a poco algunos de los alimentos para saber cuáles se pueden tolerar.
Cuando Martin Burridge supo de la dieta, dejó de comer todos los alimentos ricos en FODMAP, y sus síntomas desaparecieron con rapidez; luego volvió a consumir poco a poco esos alimentos. Ha aprendido que puede comer los D (lácteos) y los P (hongos, uno de sus favoritos), pero debe evitar todos los M y la mayoría de los O, especialmente el trigo.
“Una manzana me ocasiona problemas en menos de 20 minutos”, dice Martin, cuya vida casi ha vuelto a la normalidad, “y con el trigo los síntomas aparecen al día siguiente”. Ahora escribe un blog en Internet donde comparte con otros todo lo que ha aprendido.
El doctor Simrén hace poco condujo un estudio de control aleatorio en Suecia para comparar la dieta baja en FODMAP con la dieta ordinaria para el control del síndrome de colon irritable que durante años han recomendado los gastroenterólogos y que hace hincapié en las porciones pequeñas, la ingesta regular de alimentos y la abstinencia de café, comida grasosa y verduras que producen gases, como la col y los frijoles.
“Nuestro estudio mostró que ambas dietas les funcionaban a los pacientes”, escribió. “En el futuro probablemente tendremos que combinar elementos de las dos dietas para lograr un mayor beneficio”.
Recientemente, la creciente popularidad de la dieta baja en carbohidratos y alta en grasas (LCHF, por sus siglas en inglés, o dieta cetogénica), especialmente en Suecia, donde alrededor del 20 por ciento de la población la sigue para bajar de peso y controlar la diabetes, ha tenido un resultado inesperado: muchos enfermos de SCI aseguran que sus síntomas se han reducido mucho con esa dieta. El doctor Simrén espera comenzar en 2017 un estudio sobre una variante de la dieta LCHF y el síndrome de colon irritable.
Los médicos llevan años recomendando consumir más fibra, pero ahora está claro que debe ser del tipo apropiado. Un estudio holandés codirigido por el doctor De Wit reveló que la fibra insoluble, como la contenida en el salvado, debe evitarse.
El estudio en realidad descubrió que aumentar el consumo de salvado empeora los síntomas de síndrome de colon irritable, dice De Wit.
El doctor Peter Whorwell, director de una clínica especializada en síndrome de colon irritable de Manchester, Inglaterra, coincide con él. Su clínica atiende a unos 4,000 pacientes al año, muchos de los cuales han acudido ya a otros médicos y especialistas.
“Lo primero que hacemos en la clínica es retirar la fibra insoluble de cereales, el trigo triturado, el salvado, las galletas digestivas, el pan integral y otros”, comenta.
Sin embargo, consumir más fibra soluble, como la del salvado de avena o la de complementos de acacia o cáscara de ispágula, puede aliviarles los síntomas a algunas personas.
En las que tienen diarrea, la fibra soluble absorbe el exceso de agua, y en las estreñidas, retiene el agua y ablanda las heces. “Un complemento diario de fibra soluble es uno de los puntos de partida más eficaces en el tratamiento del síndrome de colon irritable”, afirma De Wit.
La ex bibliotecaria Charmaine Bleakley toma un complemento de fibra soluble de acacia dos veces al día. “De verdad me funciona”, dice.
Aunque el estrés y la ansiedad suelen exacerbar los síntomas en la mayoría de quienes padecen el SCI, es inaceptable que los médicos desestimen el síndrome como meramente “psicológico”, dice el doctor Whorwell. Pero si bien la explicación psicológica del síndrome de colon irritable hoy día está desacreditada, los estudios muestran que existe una compleja relación bidireccional entre los intestinos y el cerebro.
Algunos enfermos de síndrome de colon irritable tienen intestinos hipersensibles y son más reactivos al estrés y la ansiedad. Tratamientos como la terapia conductual cognitiva, las técnicas de relajación y, en particular, la hipnosis pueden ayudar a calmar los intestinos nerviosos. Whorwell y su equipo son pioneros de la llamada “hipnoterapia intestinal dirigida”. Los estudios muestran que tanto las sesiones individuales como las de grupo son muy eficaces.
“La hipnoterapia es increíble. Ojalá la hubiera conocido antes”, comenta Charmaine Bleakley, quien en los últimos años ha escuchado discos de hipnoterapia especiales para síndrome de colon irritable antes de dormir, sobre todo cuando tiene mucho estrés.
“Quienes padecen el síndrome de colón irritable pueden sentirse muy solos, pues hablar del tema en público sigue siendo un tabú”
Whorwell les recomienda también a algunos de sus pacientes tomar dosis mínimas de antidepresivos tricíclicos —como la nortriptilina, la amitriptilina y la desipramina—, que actúan tanto en los receptores cerebrales como en los intestinales.
Estos fármacos son eficaces a una décima parte de la dosis indicada ordinariamente para la depresión. Whorwell suele usarlos cuando sus pacientes no responden a otros tratamientos, ya que al parecer ayudan a mitigar el dolor y otros síntomas.
Cada día hay más pruebas de que algunos pacientes, sobre todo los que sufren síndrome de colon irritable postinfeccioso, presentan una disminución en las colonias de bacterias benignas que normalmente habitan en los intestinos y ayudan a digerir los alimentos.
“Los probióticos al parecer realizan un cambio paulatino y moderado del entorno intestinal”, dice el doctor Whorwell, quien recomienda el yogur Activia y los complementos de probióticos, aunque aclara que se puede probar un probiótico durante unos meses y, si no da resultado, probar otro.
Sin embargo, muchos investigadores del síndrome de colon irritable predicen que dentro de unos años se usarán probióticos cultivados ex profeso para compensar la falta de bacterias benignas.
“Confío en que, al manipular el microbioma y reemplazar las bacterias benéficas faltantes, se pueda lograr una reducción significativa de los síntomas”, señala el doctor Marshall.
Quienes padecen el síndrome de colón irritable pueden sentirse muy solos, pues hablar del tema en público sigue siendo un tabú. Sin embargo, en Internet hay comunidades de aquejados de SCI que comparten sus experiencias en varios idiomas.
El sitio ibsgroup.org, por ejemplo, está creando un registro mundial de dietistas que pueden orientar sobre la dieta baja en FODMAP y otras modificaciones alimentarias. “Considero que informarse es una prioridad”, concluye Whorwell. “Los pacientes tienen que entender bien su enfermedad para poder controlarla”.
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