Síntomas: Temblores incontrolables en ambas manos. ¿Qué me pasa?
Cuando Kyle estaba en preescolar, no lograba colorear sin salirse de las líneas. Tiempo después, cuando su caligrafía resultaba ilegible, sus padres lo llevaron al médico.
Cuando Kyle estaba en preescolar, no lograba colorear sin salirse de las líneas. Tiempo después, cuando su caligrafía resultaba ilegible para los docentes, sus padres lo llevaron al médico.
En ese momento, sus dificultades se atribuyeron al medicamento que tomaba para el asma, un betabloqueante que aumentaba el nivel de adrenalina y que, según creía el especialista, era lo que entorpecía su motricidad fina. Durante los años siguientes, cada vez que sus padres volvían a consultar sobre el problema, la valoración era la misma.
Sin embargo, a medida que Kyle crecía, su capacidad para controlar sus manos disminuía. No podía llevar la bandeja del almuerzo por el comedor del colegio sin que se sacudiera sin control, y si había personas mirándolo, el estremecimiento se exacerbaba. “Me temblaban tanto las manos, que me costaba muchísimo llevar comida a la boca”, recuerda Kyle.
Comer sopa con una cuchara era impensable, así como tomar bebidas calientes o tratar de firmar un papel si había alguien frente a él.
En la secundaria, consultó a dos neurólogos y ambos le diagnosticaron Parkinson precoz. Pero ni Kyle ni sus padres estaban convencidos de ello, ya que nunca había presentado ninguno de los demás síntomas característicos de esta afección, tales como rigidez y lentitud para hablar y para moverse.
En 1997, a los 17 años, consultó a un tercer neurólogo, quien advirtió que las convulsiones cesaban si tenía las manos en reposo. Le diagnosticaron temblor esencial (TE), trastorno neurológico que suele confundirse con Parkinson, pues tienen este síntoma en común.
El tratamiento recomendado fue un betabloqueante, fármaco que Kyle no podía tomar debido al asma. Otra alternativa era un medicamento diseñado para reducir ataques epilépticos, aunque atrofiaba la capacidad de concentración. El paciente optó por vivir con los síntomas.
“Dominé el arte de ocultar el problema”, dice. Cuando comenzó a dirigir su propia empresa y a tener reuniones con clientes, Kyle se automedicaba un whisky en las rocas.
El problema, sostiene Eisenberg, es que el TE a menudo es progresivo. “Se trata de un trastorno que afecta los brazos y que empeora gradualmente; los temblores pueden extenderse a cabeza y piernas, e incluso afectar la voz”. Si bien es más común que el Parkinson, es un padecimiento poco detectado, afirma Eisenberg.
“Muchos pacientes lo toleran hasta que altera tanto sus vidas que ya no pueden realizar las tareas más sencillas”, indica el experto. Por eso conoció a Kyle.
En 2017, la madre de Kyle vio un reportaje televisivo sobre un nuevo procedimiento no invasivo de ecografía. La técnica había sido aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos para el tratamiento de TE en 2016, y solo en un sector del cerebro. “Lo hemos practicado en unos 50 pacientes”, comenta Eisenberg.
“Matamos células en un sector bien definido del cerebro; no restauramos: equilibramos el sistema eliminando algo que no estaba funcionando bien”. Algunos pacientes gozan mejoras leves; a otros les cambia la vida. En el caso de Kyle, sucedió esto último.
Los técnicos ayudaron a Kyle a entrar y salir de un resonador magnético cada seis minutos durante las dos horas que duró el proceso. Al salir, le pedían que realizara ciertas tareas, como sostener una botella de agua, y, en cada ronda, la agitación disminuía. Poco después, se esfumó.
“Los pacientes se emocionan mucho, sobre todo cuando el síntoma desaparece por completo”, comenta Eisenberg. “Es un momento mágico”.
Horas después, Kyle salió del hospital y fue a dar un paseo con su familia. “Me siento como un niño otra vez”, dijo tras dos semanas. “Esta mañana pude servirme yo mismo una taza de café. ¡Y no temblé!”.