Incluso en el más seco de los desiertos suele caer de vez en cuando algo de lluvia, con unos resultados que no pueden ser más sorprendentes. Tras la breve estación lluviosa anual, los desiertos del Oeste norteamericano se transforman casi de la noche a la mañana en multicolores tapices de flores silvestres de corta vida.
En ocasiones, sin embargo, las zonas desérticas reciben el azote de breves precipitaciones torrenciales que producen fulminantes inundaciones devastadoras. El agua corre por secos cauces que se denominan con la palabra española arroyo en el suroeste de los Estados Unidos y uadis en los países árabes. Sin ningún aviso, un muro, de agua se precipita por el cauce y arrastra consigo puentes, vuelca automóviles y destruye todo lo que encuentra a su paso.
Quienes viajan por el desierto también pueden verse aislados por tormentas de arena, sin lluvia. Los furiosos vientos que soplan a través de estas tierras resecas levantan torbellinos de arena y polvo que dura varios días. Sofocantes nubes de polvo borran la luz del sol, y la arena se amontona en dunas que hacen infranqueables las carreteras. El impacto de la arena raya y opaca los parabrisas de los coches y carcome la pintura.
También pueden sufrir tormentas de polvo las zonas no desérticas. Durante los años de sequía de la década de 1930, una gran zona del oeste de Estados Unidos se transformó en el tristemente célebre Dust Bowl (Pozo de polvo). Las repetidas tormentas de polvo anuales se llevaron para siempre incontables cantidades de valiosísima tierra de cultivo.
Entre las tormentas previsibles se encuentran las originadas por los monzones, variables vientos estacionales que provocan meses de incesantes lluvias seguidos por otros meses de tiempo claro y seco. El monzón mejor conocido sopla a través del océano Índico donde, durante siglos, los navegantes han confiado en estos vientos estacionales tan seguros.
Los monzones comienzan a soplar hacia tierra al principio del verano, cuando ésta se calienta con más rapidez que los océanos. Al expandirse y ascender el aire caliente sobre la tierra se forma una zona de bajas presiones, y el aire cálido y húmedo del océano avanza para ocupar su lugar. Cuando se elevan sobre las montañas y las mesetas, los vientos oceánicos dejan caer su humedad en forma de torrenciales lluvias de verano.
En otoño se invierte la situación, porque la tierra se enfría con más rapidez que el mar. Las zonas de baja presión se forman entonces sobre el océano y, durante meses seguidos, hay vientos fríos y secos que soplan constantemente desde la tierra hacia el mar.
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