¿Cuántos tipos de plantas existen?
Los árboles que nos dan sombra y los arbustos que forman tupidos setos son, evidentemente, plantas. También lo son las rosas y las caléndulas.
Al pasear por un parque o jardín nos encontramos rodeados de esos seres vivos, verdes y cubiertos de hojas, que comúnmente llamamos plantas. Los árboles que nos dan sombra y los arbustos que forman tupidos setos son, evidentemente, plantas. También lo son las rosas, las zinnias y las caléndulas que crecen en macizos bien cuidados, y la alfombra de césped que cubre el prado.
Quizá, en algún rincón sombreado, aparezcan algunas manchas de musgo o matas de helechos: también son plantas.
Pero ¿qué decir de los hongos, sin hojas y de un blanco fantasmal, que asoman a través de la hierba? Son notablemente diferentes y, sin embargo, se trata de plantas. Las coloridas costras que tapizan los peñascos como manchas de pintura son líquenes que se aferran a la roca; no tienen hojas, ni tallos, ni raíces, pero también son plantas.
El verdoso tinte que se observa en algunos troncos de árboles es otro tipo más de planta: algas microscópicas unicelulares. El examen detenido de un bosque, un pantano o cualquier otro hábitat revelaría una diversidad comparable en cuanto a colores, formas y tamaños de plantas.
Pueden encontrarse plantas de uno u otro tipo en casi todos los rincones de la Tierra: en tierra firme, desde los desiertos hasta las selvas tropicales; en el mar, e incluso dentro de los animales y de otras plantas.
Entre las plantas, figuran algunos de los organismos más diminutos: bacterias y algas unicelulares, tan pequeñas que sólo se pueden observar con ayuda del microscopio, así como los seres vivos más grandes: las secuoyas gigantes del oeste de Norteamérica.
En conjunto, los científicos estiman que el vasto y diverso reino vegetal abarca más de 350,000 especies. En función del número de individuos, hay muchísimas más plantas que animales en el mundo y, en términos de masa, las plantas representan casi toda la materia viva que existe sobre la Tierra.
Aparentemente las plantas y los animales no pueden confundirse; un trébol y un ciervo son muy distintos. Pero aunque algunas de las diferencias entre ellos resultan evidentes, otras no son tan claras. Casi todos los animales, por ejemplo, se pueden desplazar libremente de un lado a otro y la mayoría de las plantas no; pero existen ciertas algas unicelulares que nadan activamente por medio de unas estructuras semejantes a látigos llamadas flagelos.
Casi todas las plantas contienen el pigmento verde llamado clorofila que les permite elaborar su propio alimento mediante el proceso de fotosíntesis; para nutrirse, los animales dependen del alimento elaborado por las plantas verdes. Pero también en este caso hay excepciones: los hongos, e incluso ciertas plantas con flores, no contienen clorofila y, por consiguiente, no pueden fabricar sus propios alimentos.
A diferencia de los animales, las plantas no poseen sistema nervioso y, por lo tanto, no suelen reaccionar con rapidez a los estímulos. Pero las hojas de la sensitiva se pliegan rápidamente cuando se las toca y la punta del tallo de la campanilla “siente” cuando encuentra un apoyo y no tarda en enroscarse a su alrededor.
Incluso la estructura celular de las plantas y de los animales es distinta. La mayoría de las plantas tienen paredes celulares rígidas que contienen celulosa, sustancia que no se encuentra en ningún animal.
Ambas clases de seres vivientes crecen también de forma distinta: los animales crecen sólo hasta que alcanzan la madurez, mientras las plantas nunca dejan de hacerlo.