Parecía que todo marcharía mejor para Leonor Mendoza Pérez, ahora de 45 años, cuando conoció a Miguel, un chofer de transporte público con quien se casó ilusionada hace más de 18 años. Al lado de su esposo conoció a los niños de la Casa Hogar el Mexiquito, en San Miguel de Allende, Guanajuato. Allí celebraron la ceremonia de bautizo de su hijo José Miguel, actualmente de 17 años. En aquella ocasión decidieron pedirle a los invitados que, en lugar de llevar regalos para su hijo, los obsequios fueran para los pequeños huérfanos.
Leonor fue la tercera hija de ocho hermanos, a quienes con esfuerzo y dificultades sacó adelante su padre, un albañil de oficio. Desde muy joven, a los 13 años, trabajó en el servicio doméstico para poder continuar estudiando. Luego se matriculó en una carrera técnica en esteticismo, se empleó en salones de belleza y, finalmente, aprendió a dar masajes de relajación y terapéuticos, actividad que hoy día es su fuente de ingresos.
La vida le sonreía, pero lamentablemente, a los seis meses de haber nacido su hijo, su esposo Miguel murió en un accidente automovilístico. Viuda, y a cargo de su pequeño, Leonor se dedicó a visitar periódicamente a los niños de la Casa Hogar el Mexiquito, para los cuales “recolectaba ropa con los vecinos y les llevaba juguetes, o lo que podía”. Estas visitas le recordaban a su marido, y las hacía gustosa, aunque solía escuchar frases como “tú estás para que te ayuden, no para dar”, misma que le repetía su padre. Ella siempre le explicaba que utilizaba las ganancias de las bolsas de mujer que vendía para poderles comprar ropa y juguetes a aquellos niños. “Cuando vives con carencias, te vuelves sensible. Hay gente que crece como una y luego dice que ya no se acuerda que comía frijoles”, afirma Leonor.
Cuando su hijo José Miguel cumplió tres años, decidió organizarle una fiesta y pidió nuevamente a los invitados que todos los regalos que compraran fueran entregados a quienes realmente los necesitaban. Entonces, pensó: “¿Para qué ir tan lejos si en el Estado de México también hay niños con carencias?”. Por este motivo, la fiesta se realizó en la Casa Hogar de Tlalnepantla, donde 250 niños recibieron un regalo y compartieron el pastel y los bocadillos con la familia e invitados de Leonor. “Es un deber compartir, y mucha gente quiere ayudar pero no sabe cómo hacerlo”, dice, enfática.
Hace seis años Leonor se volvió a embarazar; sin embargo, esta vez su salud se complicó. Los médicos no sabían si se trataba de hepatitis tipo C, lupus o insuficiencia renal. Una noche antes del parto, ella se levantó de la cama del hospital, angustiada; logró dormir y, al despertar, se rompió la fuente. En la cabecera había una imagen del Divino Niño Jesús que una enfermera había colocado para tranquilizar a la paciente. Su hija María nació sana, pero ella siguió grave en el hospital un par de semanas más. Al volver a casa para recuperarse, y con el diagnóstico de que su riñón estaba dañado, una de sus clientas de masajes, Cecilia Hernández, le dijo a su hermana: “No se preocupen, hicimos una cadena de oraciones al Divino Niño para que mejore la salud de Leonor”.
¿Se trataría sólo de una coincidencia? La imagen de adoración del Niño Jesús “la perseguía” por todas partes, como dice la pequeña María, de seis años de edad. Dos años después del incidente, Leonor leyó la Novena bíblica al Divino Niño Jesús, libro en el cual se menciona que cuando esta imagen te beneficia con un milagro, tú debes buscar la manera de devolverlo.
Así surgió la fundación Sonrisas del Divino Niño, aunque para evitar que se le relacione con intereses religiosos, Leonor ha decidido cambiarle el nombre próximamente por “Un regalo de vida por la vida”. Se trata de una causa dedicada a organizar fiestas e invitar a padrinos a que se unan con ella para comprar ropa, juguetes y comida a los niños que lo necesitan.
Desde hace tres años, Leonor visita a los chicos de la comunidad de San Isidro del Bosque, en Villa del Carbón, Estado de México. Cuatro veces al año, alrededor de 200 niños se ven beneficiados a través de distintos programas. Al comenzar el año, para celebrar el Día de Reyes, se les llevan juguetes; el Día del Niño, algunos de los regalos son cereal, leche y latas de alimentos; al iniciar clases llega la “Mochila Feliz”, con lápices y cuadernos (incluso hay niños que han recibido una laptop por parte de sus padrinos); finalmente, en el “Invierno Feliz”, se recolectan cobijas, chamarras y suéteres para abrigar a los pequeños (desde recién nacidos hasta los 12 años).
Conoce la historia completa en Selecciones de mayo, 2013
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