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Supermamás 2015 – Alegría sobre ruedas

Ana Toussaint es una incansable promotora ofrece, desde hace cuatro años, momentos de sana diversión y feliz convivencia a miles de personas a través del uso de la bicicleta.

Para mí, es un privilegio ser mamá. Cuando tienes la fortuna de poder elegir y que se te conceda serlo, es una cosa maravillosa que te acompaña toda la vida”, dice Ana Toussaint, una afable mamá de 51 años que lleva mucho tiempo dedicada a promover estilos de vida saludables.

Desde el momento en que se convirtió en mamá, a los 33 años, Ana y su esposo, Rodolfo Fonseca, pensaron en la calidad de vida que querían para sus hijos (en la actualidad tienen tres: Roberta, de 18 años, Andrés, de 13, e Isidro, de 11). Por esta razón decidieron mudarse al estado de Morelos y dejar atrás el estrés y la vida ajetreada que llevaban en el Distrito Federal. “No tenemos todas las atracciones que hay en la capital, pero sí una mejor calidad de vida”, explica Ana. “Los niños han crecido con otra perspectiva, con libertad, y valoran mucho la naturaleza y las relaciones interpersonales”.

Convertirse en madre después de los 30 años fue trascendental para Ana porque en esta etapa de su vida ya tenía claridad sobre sus metas y lo que le gustaría para sus hijos. “Fue importante en mi desarrollo como mamá porque tuve tiempo para madurar y tener experiencias de trabajo y de vida personal”, señala. “Es algo con lo que estoy agradecida, el que fui mamá a una edad más madura, porque una ya sabe lo que quiere y lo que no. Considero que es algo bueno para mis hijos también. Aunque siempre hay que experimentar, porque nadie sabe lo que traerá cada día”.

Gracias a que su esposo, desde los años 80, era un infatigable promotor del uso de la bicicleta y organizaba recorridos y eventos, ella se sumó a este esfuerzo y juntos comenzaron a emprender proyectos. Ana estudió diseño gráfico, pero no quería trabajar en una oficina, sino que buscaba libertad y poder disponer de su tiempo. Su objetivo personal y como pareja era generar una iniciativa social que despertara en las personas el interés de cuidarse.

En 1993, por ejemplo, empezaron a impulsar el uso de la bicicleta en Ciudad Universitaria, en el Distrito Federal, junto con otras personas. Tardaron 10 años para que esta propuesta se materializara y la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las instituciones de educación superior más importantes de América Latina, tuviera un sistema eficiente que ayudara a los estudiantes a trasladarse fácilmente por el campus y, al mismo tiempo, incentivara en ellos la actividad física. “Cuando nos mudamos a Morelos, continuamos con los recorridos”, dice Ana. “Encontrarnos lejos del Distrito Federal, donde está concentrado el dinero y el trabajo, nos hizo pensar que debíamos dedicar tiempo a algo que generara ingresos para mantener a nuestros hijos y, al mismo tiempo, que siguiera la línea de la trascendencia social”.

Tras 20 años de matrimonio, el recorrido que emprendieron Ana y su esposo ha sido muy largo y no carente de dificultades, pero las han superado juntos. Una de las más significativas fue cuando le diagnosticaron cáncer de riñón a Rodolfo. “Los niños estaban muy chiquitos”, recuerda Ana. “De inmediato operaron a mi esposo. Algo que se nos quedó muy grabado y que les hemos contado a nuestros hijos es que, gracias a que Rodolfo fue un deportista de alto rendimiento y tenía el corazón muy fortalecido, siguió vivito y coleando. Eso le ayudó a salir adelante de la operación y después del cáncer”.

En 1996 la pareja fundó la asociación civil Conoce México en Bicicleta, cuyo objetivo era promover el uso de este medio de transporte y el estilo de vida saludable, y de la cual surgieron iniciativas como el Día Nacional de la Bicicleta y la Cruzada Nacional por el Uso de la Bicicleta (ésta se realizó en todo el país). “Además de la asociación, mi esposo siguió con otros trabajos, entre ellos un taller”, refiere Ana. “Luego nacieron Andrés e Isidro. México empezó a cambiar; se suscitaron problemas muy notorios como la obesidad y el sedentarismo. Entonces se nos ocurrió generar un proyecto social que despertara en las personas la necesidad de cuidarse”.

Luego, en 2011, surgió Dar la Vuelta, un proyecto que promueve el bienestar físico y la convivencia familiar a través de diversas actividades, como préstamo de bicicletas, juegos recreativos, zumba y manualidades para niños. El proyecto forma parte de las iniciativas de la asociación civil, y las personas disfrutan estas actividades en espacios públicos habilitados con ese fin. De esta forma también se consolida el sentido de propiedad de las calles y los parques. “Son juegos muy sencillos que integran a los papás con los niños”, comenta Ana. “Ves a padres felices jugando, y eso nos da mucha satisfacción”.

Además de impulsar la creatividad de los jóvenes y la cultura del ejercicio, lo más importante para Ana es fomentar la unión familiar y, como consecuencia, fortalecer la sociedad. “Lo que buscamos en el fondo es ejercer nuestro derecho de ser felices y tener bienestar en la vida”, expresa. “A través de Dar la Vuelta ponemos nuestro granito de arena para que los domingos la gente lo viva y diga ‘Sí se puede. Me la pasé padrísimo’”.

Ana y Rodolfo comenzaron solos, pero con el paso del tiempo más de 100 personas se han sumado a su esfuerzo. Mientras ella se dedica a coordinar el proyecto, él busca apoyos, ya que una de las principales dificultades a las que se enfrentan las asociaciones civiles es la falta de recursos.

A pesar de todo el trabajo que conlleva la asociación y sus iniciativas, Ana no descuida a sus hijos. “Estoy convencida de que hay que predicar con el ejemplo, porque los hijos repiten lo que ven”, dice. “En la vida nos han pasado cosas muy fuertes, pero eso nos ha fortalecido. Sólo se vive una vez, y la actitud que tengas ante la vida es determinante. Con el ejemplo, hemos tratado de pasarles esta estafeta a nuestros hijos”. 

Para Ana, Dar la Vuelta no es sólo una forma de ayudar a otras familias, sino también de mostrar a sus hijos que sus papás están tratando de hacer algo por la sociedad en general. “Las carencias en México son enormes, pero Dar la Vuelta les da un rato de felicidad a unas 30,000 personas que, en promedio, disfrutan del proyecto cada domingo”, señala.

Dar la Vuelta actualmente tiene actividades y circuitos en la Ciudad de México, Querétaro, Morelos, León, Veracruz, Puebla, Chiapas y el Estado de México. Más de 3.5 millones de personas se han visto beneficiadas con este proyecto. La idea de Ana y su esposo es que sea como una cadena en la que la gente multiplique el entusiasmo por generar poco a poco cambios saludables en la sociedad.

Ana ha tenido que ser muy rigurosa con sus horarios y su agenda de actividades para poder atender las exigencias que le plantea Dar la Vuelta sin descuidar sus obligaciones como mamá. “Si me dedico a promover la convivencia familiar y estilos de vida saludables, no me voy a encerrar en una oficina las 24 horas del día sin ver a mis hijos”, explica.

No ha sido fácil. Entre semana, dedica las mañanas a Dar la Vuelta, mientras sus hijos van a clases. Cuando regresan a casa, comen juntos, y luego Ana supervisa que hagan la tarea de la escuela. Por la tarde ellos practican deportes, y Ana continúa con su trabajo en Dar la Vuelta hasta las 7 de la noche. Esta disciplina se ha traducido en logros en la asociación y en armonía familiar.

Ana recuerda que al principio ella y su esposo se llevaban a los niños a los diferentes estados del país donde promovían su proyecto. “Cuando eran chiquitos nos acompañaban a todos lados”, dice. “Si teníamos que ir a León, Puebla o Querétaro, por ejemplo, venían con nosotros. Y, ni modo, a veces se aburrían, pero estábamos todos en el mismo barco”.

Dar la Vuelta no es el resultado del trabajo de un día, sino el proyecto de vida que Ana y su esposo han forjado con mucho esfuerzo. “Cuando nuestros hijos van con nosotros, a cualquiera de los circuitos, se quedan sorprendidos. Tenemos la fortuna de que pueden ver los frutos de nuestro trabajo. No pueden creer que todos los domingos haya tanta gente feliz”, comenta Ana sin disimular su emoción. “Tenemos una bitácora donde las personas anotan sus comentarios; obviamente no saben que existimos nosotros, porque aquí no hay protagonistas, pero por escrito puedes ver los agradecimientos de la gente. Es muy gratificante, y mis hijos se sienten muy felices”. 

 

Si quieres ofrecer apoyo a la asociación civil de Ana o saber más sobre su labor, visita su sitio web: www.darlavuelta.com

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