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Supermamás 2015 – Dejando huellas

Galia Wintermann sacó fuerza de su dolor para ayudar a quienes menos tienen.

El lugar no importa: puede ser la sierra de Zongolica, en Veracruz, los tiraderos de basura de Chimalhuacán, en el Estado de México, o la barranca de Chulavista, en Morelos. Cuando se trata de brindar alivio a los cansados y adoloridos pies de miles de personas en pobreza extrema, se aparecen ellas con su carga de alegría y esperanza.

A más de 50 millones de mexicanos sus ingresos no les alcanzan para cubrir las necesidades básicas, y casi 60 por ciento de los niños y niñas no tienen acceso a vivienda, transporte y vestido. “Comprensiblemente, las personas suelen preocuparse más por la salud, la vivienda y la alimentación de la gente de escasos recursos que por su calzado; suponen que todo el mundo tiene un par de zapatos, pero no es así”, dice Galia Wintermann de Sandler, una madre que transformó el dolor de una pérdida terrible en una poderosa motivación para ayudar.

“La gente de escasos recursos diariamente camina kilómetros para ir por agua, a la escuela o al centro de salud, y una caminata tan larga sin zapatos o con un calzado inadecuado puede resultar una pesadilla, eso sin contar las enfermedades que se contraen a través de los pies descalzos”, señala Yael Ladelsky, amiga entrañable de Galia y una de las 20 voluntarias que forman la columna vertebral de Proyecto Tam.

Honrar un recuerdo

El 9 de junio de 2008 fue el día más terrible en la vida de Galia. Su hija menor, Tamara Sandler Wintermann, de apenas siete años, perdió la vida en un accidente automovilístico. Fue entonces cuando Galia descubrió que podía soportar más dolor de lo que imaginaba, y la trágica muerte de su hija dio vida a una noble causa. “Los zapatos de Tamara eran muy especiales”, comenta, “así que quise donarlos de una manera igualmente especial”.

Empezó a buscar alguna organización o asociación que se dedicara a recolectar zapatos usados. “Descubrí que no existía ninguna en México, así que pensé que podría hacer algo al respecto”. En marzo de 2011, alentada por Yael, Galia fundó Proyecto Tam, una organización que recolecta zapatos usados y nuevos para donarlos a grupos vulnerables en pobreza extrema. Las dos mujeres iniciaron esta labor recurriendo a sus amistades; una vez que reunían el calzado, en la sala de la casa de Galia los limpiaban y embolsaban lo mejor que podían. La respuesta fue tan favorable y se sumaron tantas voluntades al proyecto, que pronto necesitaron conseguir un espacio más grande para limpiar y almacenar los zapatos. 

Hoy día las voluntarias se reúnen una vez a la semana en la bodega que les presta la Fundación de Altruismo Bet-El A.C., a la que pertenece Proyecto Tam, para escoger, limpiar, desinfectar y empacar miles de zapatos.

En alianza con otras fundaciones altruistas, Proyecto Tam hace donaciones en comunidades marginadas de todo el país. En sus cuatro años de existencia ha llevado sus cargamentos al Estado de México, Puebla, Oaxaca, Nuevo León, Veracruz, Chiapas, Nayarit y Jalisco. El primer lugar que Galia y sus voluntarias visitaron fue la barranca de Chulavista, un sitio de Morelos casi inaccesible, donde repartieron nada menos que 1,600 pares de zapatos. Además, calzan a la gente que ha perdido todo en desastres naturales. “Fuimos a Guerrero tras el paso de los huracanes Ingrid y Manuel, y a Baja California después del Odile”, cuenta Galia.

A lo largo de estos cuatro años Proyecto Tam ha donado unos 140,000 pares de zapatos. Cada entrega es un reto y una experiencia que toca las fibras más sensibles de estas mujeres. “Sabemos que vivimos en un país con altos niveles de pobreza, pero pocas veces imagina uno el grado de miseria que existe en algunas regiones de México, así como la crueldad y el abuso que se ciernen sobre tantas personas”, dice Galia. Se refiere a niñas de tan sólo nueve años de edad que han sido rescatadas de las manos de traficantes de personas, y a niños a los que se les han quemado las manos en la estufa como castigo por portarse mal. 

A pesar del dolor, esas historias de miseria humana las fortalecen. “Después de lo que nuestros ojos han visto, no podemos parar”, afirma Galia. Proyecto Tam también reparte bolsas ecológicas verdes (para hombres y niños) y rosas (para mujeres y niñas) con zapatos en hospicios, cárceles y centros de salud. “En algunos hospitales hemos visto pacientes caminando por los pasillos con toallas sanitarias pegadas a las plantas de los pies por la falta de pantuflas”, dice Galia. Para mitigar este problema, su fundación colabora con la Secretaría de Salud.

La moda de obsequiar pantuflas a las mujeres en las bodas para que descansen de los zapatos de tacón le viene como anillo al dedo a Proyecto Tam, pues las voluntarias se dedican a recolectar pantuflas, lavarlas y regalarlas después a los hospitales.

Los migrantes centroamericanos también se han beneficiado con los regalos de Proyecto Tam. “Muchos de ellos caminan horas e incluso días y terminan con los zapatos y los pies destrozados; a otros se los roban en el camino”, dice Yael. Para los migrantes, calzar un par de buenos zapatos puede ser vital cuando se suben al famoso tren llamado “La Bestia”. “El tren es convexo en la parte de arriba”, añade Yael, “así que trepar allí es muy difícil, sobre todo con los zapatos rotos y los pies lastimados”.

Proyecto Tam: una gran familia

La organización funciona gracias al trabajo de una veintena de personas que, aunque no reciben dinero, ganan mucho. “Las bendiciones de la gente y sus caras radiantes nos llenan de felicidad”, afirma Yael. Una vivencia que ella y Galia recuerdan con especial emoción ocurrió en un albergue de niños abandonados con capacidades diferentes, ubicado en las faldas del volcán Popocatépetl. “Era una entrega de calzado muy pequeña, así que sólo fuimos cuatro voluntarias. Desde que llegamos Brandon nos habló del futbol con tanta pasión que conmovía, así que cuando hallamos —sin sospecharlo siquiera— unos zapatos con tacos para él, su rostro irradió una felicidad indescriptible”, cuentan las dos amigas con los ojos arrasados.

Las voluntarias de Proyecto Tam saben que, aunque pequeña, su contribución es valiosa. “No es mucho, pero creo que representa un poco de alegría para esas personas”, dice Galia. “Por eso es tan importante para nosotras entregar los zapatos de la manera más digna posible. Damos las cosas como nos gusta recibirlas”.

Galia y sus aliadas han descubierto en esas historias de carencia y abuso la vida privilegiada que tienen; ahora se esfuerzan para que esas vivencias que les tocan el corazón como ninguna una otra cosa podría hacerlo sensibilicen a los demás. “Invitamos a participar a niños y jóvenes en edad escolar para que aprendan a ver qué sucede más allá de su cuadra o su colonia”, añade Galia. “Tienen que saber cómo viven millones de mexicanos”.

Con este propósito, alumnos de instituciones como la Universidad Iberoamericana y la Anáhuac algunas veces se unen a ellas para ayudarlas a limpiar el calzado y entregarlo a los beneficiados. “Queremos que vivan en carne propia la experiencia para que se hagan conscientes de que todos debemos ayudar, de que todos tenemos que esforzarnos, que no debemos acostumbrarnos a que haya gente pidiendo dinero en los semáforos”, dice Yael con vehemencia.

A las entregas de zapatos para los migrantes, que se cuentan entre las más emotivas, Galia y Yael suelen invitar a sus familiares para que conozcan la realidad de las personas que abandonan su tierra en busca de mejores horizontes.

En 2013 Galia Wintermann recibió el galardón Zarza Bet-El, la máxima presea que entrega la comunidad judía mexicana, por su destacada labor en la vida comunitaria. Ella y Yael están seguras de que la suma de esfuerzos individuales puede cambiar el rostro marchito de México. Al hacer un recuento de sus bendiciones, colocan a Proyecto Tam en los primeros sitios de su lista. “La gente cree que nosotros ayudamos a personas pobres, pero es al contrario: ellas nos ayudan a nosotras, nos llenan de una fuerza indescriptible”, afirman.

Proyecto Tam no sólo les ha dado la oportunidad de aliviar un poco las carencias de muchos; las ha ayudado también a sentir los espontáneos momentos de felicidad y desesperación de la gente necesitada. Sin saberlo, las personas de escasos recursos las han transformado. 

 

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Deposita en Banorte a la cuenta 0560874325, a nombre de Fundación de Altruismo Bet-El A.C.

Transferencias bancarias: Clabe 072180005608743256

info@tamdejandohuellas.com.mx

Centro de acopio: Horacio 1722, Col. Polanco, Distrito Federal

www.tamdejandohuellas.com.mx

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