Pocos días después, el 12 de enero de 2010, Paulina ingresó al quirófano de un hospital. Después de la operación empezó un tratamiento consistente en 16 sesiones de quimioterapia y 33 de radioterapia en un lapso de nueve meses. “Estar enferma [de cáncer] es enfrentarte a una cosa que no puedes imaginar que está ahí, pero ya que tienes que pasar por esto, no te queda más remedio que vivirlo”, dice Paulina, de 41 años.
El apoyo, los cuidados y el cariño de sus familiares y amigos fueron fundamentales para Paulina, quien desde el comienzo habló abiertamente con sus hijos —Antonio, quien entonces tenía nueve años, y María, de dos— sobre lo que le esperaba: la operación, las terapias y la pérdida del cabello. Antonio, que por ser el mayor, comprendía mejor la situación, siempre le preguntaba cómo se sentía. Paulina recuerda que un día estaban solos y ella se sentía muy mal porque le habían cambiado los fármacos; tras haber pasado por 12 sesiones de quimioterapia, las cuatro que le faltaban iban a ser más agresivas. Entonces el niño le dijo: “Má, las medicinas que tomabas no te hacían sentir tan mal, ¿por qué no piensas que son esas en lugar de las nuevas? Así te vas a sentir mejor”.
Sin duda, sus hijos la impulsaron a superar la enfermedad. Paulina tuvo que enfrentarse a los estigmas del cáncer, pero decidió asumirlo como una etapa más de su vida y no como algo que la determinara como persona. “Esperas que te digan que te vas a morir, porque el cáncer tiene esa etiqueta de la muerte, pero cuando te explican las opciones de tratamiento que hay, te tranquilizas y empiezas a procesarlo y asumirlo”, señala. “No te queda más remedio que abandonarte en manos de quienes te van a tratar y ver cómo reacciona tu cuerpo”. Por fortuna, su organismo respondió muy bien al tratamiento, y hasta ahora el cáncer no ha reaparecido.
Para Paulina, uno de los momentos más difíciles de esta etapa fue la pérdida del cabello. “A pesar de que se me caía, me tardé mucho en decidir raparme, pero cuando por fin lo hice, sentí una gran libertad”, recuerda. “Fui una tonta por haber aplazado tanto tiempo la decisión, porque de todos modos el cabello te vuelve a crecer”.
Paulina no era la primera persona en su familia que enfermaba de cáncer. Su padre murió de cáncer terminal de esófago cuando ella tenía apenas 17 años. “Fue un momento determinante en mi vida porque me di cuenta de que tenía que hacerme cargo de mí misma y ayudar a mi mamá”, dice. “Cambió por completo mi percepción del mundo”.
Esta experiencia la hizo madurar y afrontar la situación lo mejor que pudo. Luego de haber sido una niña que creció bajo los cuidados y el amor de su familia, tuvo que asumir la responsabilidad de apoyar a su mamá y a su hermana menor. Comenzó a trabajar, primero en una tienda de ropa, mientras terminaba la preparatoria, y después en el Papalote Museo del Niño, una oportunidad que resultó de enorme importancia para su desarrollo profesional y personal.
Paulina estudió comunicación, con especialidad en periodismo, y pronto fue acumulando experiencia en el ámbito editorial y como estratega de comunicación. Mientras trabajaba en Ediciones Vulcano conoció a Luis Benton, con quien lleva 16 años casada y quien fue un acompañante incondicional en la mayoría de sus sesiones de quimioterapia. Paulina recuerda que llevaban películas, libros e incluso materiales de trabajo de la oficina. “Todo el tiempo nos reíamos, y la gente no parecía entender cómo podíamos reír si estaba yo pasando por aquello”, cuenta. “Lo importante es continuar con la vida, y Luis fue una pieza fundamental. Él supo llevar las cosas con el mismo optimismo que yo, procurándome siempre un ambiente familiar muy cálido”.
Paulina abrigaba el deseo de ayudar a otras mujeres que tuvieran cáncer, y se le presentó la oportunidad de hacerlo a instancias de la doctora Raquel Gerson, quien solía conectar a sus pacientes para que intercambiaran experiencias. Eso hizo con Paulina y una joven abogada llamada Verónica Mateos, las cuales conversaron largamente sobre la enfermedad, lo que les estaba ocurriendo y sus emociones. Entonces decidieron que al terminar sus tratamientos ayudarían a otras mujeres aquejadas de cáncer.
De ese propósito nació la fundación Quiérete, hace cuatro años. Decididas a fortalecer la dignidad y la autoestima de mujeres que están recibiendo tratamiento contra el cáncer, Paulina y Verónica instauraron los Viernes de Belleza, un día en que se reúnen maquillistas, estilistas y otros voluntarios para ayudar a reconciliar con su imagen a estas mujeres, especialmente a las de escasos recursos. “Es entender que tal vez hay que tocar la ventana del cuerpo para que el alma reaccione”, dice Paulina. “La belleza parece gratuita, pero en realidad es muy importante para la autoestima, sobre todo porque a la mayoría de las mujeres con cáncer les quitan los senos y hay un abandono increíble por parte de los hombres durante este proceso”.
La fundación comenzó los Viernes de Belleza en el Centro de Apoyo y Atención Integral (CAAI) del Instituto Nacional de Cancerología, donde les dieron todas las facilidades para organizarlos, y ahora también asisten al Hospital General, gracias a la invitación de las Damas Voluntarias de ese centro, quienes se enteraron del trabajo que realiza Quiérete.
“Hemos establecido una red de apoyo que comenzó con nuestros amigos y familiares que sabían que habíamos pasado por esto”, comenta Paulina. “Ahora ha ido trascendiendo, y agradecemos que siempre aparece la ayuda”.
Desde que empezaron su labor, hasta la actualidad, Paulina y Verónica han apoyado a más de 1,200 mujeres a través de Quiérete, y en promedio reciben a unas 60 o 70 mujeres cada Viernes de Belleza, que se celebra cada dos o tres meses. Aunque a Paulina le gustaría llevar su proyecto a otras ciudades del país, por el momento organizan estas jornadas sólo en el Distrito Federal.
Las asistentes a los Viernes de Belleza reciben pelucas y una cosmetiquera, cuyo costo es elevado. Por eso las donaciones son muy importantes; la fundación las recibe a través de su página en Internet y en Facebook, y también recibe cabello para mandar a hacer las pelucas que obsequia a las mujeres beneficiadas.
Paulina es un ejemplo para otras mujeres y para sus hijos de que se puede ser feliz aun en momentos difíciles. “Fue padrísimo cuando hicimos la fundación porque mis hijos vieron cómo daba gracias por vivir y tener esta oportunidad de aprender”, recuerda. “María, por ejemplo, cuando estábamos organizando Quiérete se ponía las pelucas y jugábamos a arreglarnos. Ella me ha ayudado siempre a ordenar los maquillajes y meterlos en las cosmetiqueras”.
Ya han transcurrido cinco años desde que a Paulina le diagnosticaron la enfermedad. Al recordar todo lo que le ha ocurrido, expresa: “Hay muchísimo que hablar sobre el cáncer y las emociones. Si lo pudiera resumir sería un miedo terrible a morir, porque uno descubre lo delgada que es la línea entre la vida y la muerte”.
Después de que se afronta el cáncer, se teme a la recaída. “Yo sigo en ese proceso”, reconoce Paulina. “Me cuesta mucho ir a mis revisiones del cáncer, porque es como un recordatorio de que la muerte también está ahí y de que existe la posibilidad de volverme a enfermar.
Por fortuna, ha trabajado mucho por ella misma y por otras mujeres que padecen este mal. Lo que más le gusta de Quiérete son los lazos de solidaridad que se forman entre todas las pacientes. Ahora se siente más capaz de entender la situación de otras mujeres, desde la angustia de esperar los resultados de una biopsia hasta el temor al proceso de tratamiento. En cada Viernes de Belleza comprende otras situaciones de vida.
Además de la fundación, Paulina continúa con sus proyectos personales, trabaja como freelance porque desea mantener un equilibrio entre su desarrollo profesional y su papel como mamá. Desde hace cuatro años colabora en Círculo Sanborns, en el que se promueve el hábito de la lectura mediante diversas actividades, como charlas con los autores sobre su vida y sus obras. También coordina el Festival Gourmet Sanborns, cuya edición número 11 se celebrará en octubre. Hace unos meses Paulina concluyó su programa de entrevistas Descubriéndote, que se transmitía por MVS Radio. Ahora escribe (actividad que le sirve como catarsis) y tiene planes de publicar una novela.
“Creo que mis hijos ya tienen las armas por haberme visto. La enfermedad se encara. En la vida pasan cosas y hay problemas. Se vale estar desesperado y triste, pero también hay momentos para estar feliz. Mis hijos están muy orgullosos del trabajo que hago. Creo que, en este sentido, he cumplido como mamá. Siento que he logrado tener un vínculo con ellos y darles cabida a todas las emociones”, concluye Paulina.
Si deseas apoyar a Paulina en su labor o saber más sobre su fundación, visita el sitio www.quierete.org.mx, o su cuenta en Facebook: www.facebook.com/quieretemucho
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