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Supermamás 2016 – Forjadora de sonrisas

Mariel Hawley nada en los mares del mundo para ayudar a niños afectados por una malformación congénita: labio y paladar hendido.

El canal de la mancha, el brazo del océano Atlántico que separa a Francia de Inglaterra,  es llamado “el Everest de los nadadores de fondo” por los retos que plantea. Menos de 30 mexicanos han nadado en solitario sus 33 kilómetros de largo; de ellos, menos de la mitad han sido mujeres, y sólo unos cuantos se han metido en sus aguas heladas para transformar la vida de niños aquejados de labio y paladar hendido (LPH). Una de esas personas es Mariel Hawley.

Esta abogada nacida hace 47 años en la Ciudad de México aprendió a nadar casi al mismo tiempo que a caminar. Para su fortuna, se crió en una familia que le dejó dos grandes legados: el amor por el deporte y un espíritu altruista. “Uno de los requisitos en casa para el óptimo desarrollo era la práctica de un deporte, y aunque mi padre era un apasionado del tenis, yo nací con el traje de baño puesto”, dice Mariel, nadadora en aguas abiertas que cuenta entre sus logros ser la única mujer mexicana que ha recorrido a nado el estrecho de Catalina, en el sur de California.

La filantropía es una forma de vida en su familia, y de su abuela materna, María, aprendió la importancia de ayudar al prójimo: “la veía trabajar sin descanso para sacar adelante una casa hogar en Ciudad Mante, Tamaulipas”. Aunque Mariel vivía en la Ciudad de México, siempre que podía viajaba al norte del país para ayudar a su abuela con las tareas de la casa hogar Mamá Paulita, que aún existe. “Trabajar allí era un placer”, recuerda con emoción.

Mariel fue testigo de otro ejemplo de altruismo en su familia. Su padre, Noel J. Hawley Nandín, fue médico cirujano reconstructivo del Seguro Social. Tras jubilarse, se dedicó a la reconstrucción quirúrgica de niños pobres aquejados de LPH.

Nadar por una causa

En 2007, Mariel, madre de Eduardo y Andrea, se vio ante la oportunidad de fusionar sus dos grandes pasiones. Un grupo de nadadores del equipo Sport City México, al que ella pertenecía, se propuso romper la marca mundial del cruce cuádruple de nado en relevo del Canal de la Mancha. Lograr esa hazaña tenía dos motivaciones: poner en alto el nombre de México y apoyar alguna causa altruista.

Mariel no dudó ni un instante en proponer una causa que le tocaba el alma. “Mi padre me acercó al mundo de los niños aquejados de LPH. Sabía yo lo que una operación reconstructiva significa en la vida de esas criaturas, así que desde el primer día que vi la carita de esos niños supe que quería hacer algo para ayudarlos”.

La causa fue aceptada de manera unánime. El paso siguiente fue asignar un valor a cada kilómetro que nadaran: por cada 1,000 metros se donaría una operación reconstructiva. Así fue como nació el proyecto Quiero sonreír, que no es un ente legal ni una organización, sino una forma de fusionar un evento deportivo con un beneficio.

Ese año el equipo logró el cruce cuádruple por relevos en un tiempo que hasta la fecha sigue siendo un récord Guinness. La hazaña sembró en Mariel la inquietud de atravesar el Canal de la Mancha ella sola, pero antes se fijó otra meta: recorrer los 46 kilómetros del Maratón de Nado alrededor de la isla de Manhattan. Fue su primer gran nado en solitario, y también a beneficio de Quiero sonreír.

“Los árboles mueren de pie”

Mariel trabaja hombro con hombro con el Centro de Atención Integral de Labio y Paladar Hendido A.C. (CAILPH), que ofrece atención de la más alta calidad a personas aquejadas de esta condición desde la etapa prenatal hasta el término del tratamiento a través de un equipo interdisciplinario. El labio y paladar hendido, alteración antes llamada “labio leporino”, es una malformación congénita que consiste en la falta de unión, durante el desarrollo embrionario, de los segmentos de la cara que forman el labio superior, los dientes, el paladar duro y el paladar blando.

El LPH parece una complicación menor, pero no lo es, ya que impide la deglución normal, afecta la apariencia del rostro, retarda el crecimiento y provoca dificultades del habla e infecciones de oído frecuentes. “Ayer nacieron 10 niños con paladar hendido, hoy otros 10 y mañana nacerán 10 más, lo que significa que en México nacen 3,650 niños al año con este problema”, señala el doctor José Maya Bejar, cirujano plástico y presidente de la asociación del CAILPH. “A cada paciente hay que operarlo dos o tres veces, lo que representa 10,000 intervenciones al año, pero en este país no se cumple con esa cuota”.

La calidad de las operaciones es inmejorable, pues algunos niños quedan bien con una sola. “Ése es nuestro objetivo”, dice el cirujano, “realizar el menor número posible de intervenciones, ya que algunas personas llegan a ser operadas hasta 20 veces”.

Al CAILPH, ubicado en la colonia Hipódromo Condesa, en la Ciudad de México, acuden voluntarios con un corazón inmenso. Tal es el caso de María Cristina Barroso, una maestra jubilada que se encarga de la recaudación de fondos para la institución. María Cristina, que comparte con Mariel el amor por la natación, es un ejemplo de entusiasmo pues, a pesar de su avanzada edad, reparte su tiempo entre los niños aquejados de LPH y la Cruz Roja. “Los árboles mueren de pie”, dice orgullosa.

Para el CAILPH, el apoyo de Mariel ha sido una bocanada de aire. “Es un ángel”, dice de ella el doctor Maya. Mariel lo sabe, y se siente bendecida por poder ayudar. “Lo que yo haga en el agua tiene una repercusión en otras vidas”, dice. “Pensar eso me ha mantenido nadando largo tiempo”. La determinación que tiene por cambiar vidas la ha llevado a nadar más de 11 horas seguidas en aguas heladas, con el riesgo de sufrir hipotermia, así como tener la garganta adolorida y la lengua hinchada por la sal del agua de mar.

El nado como catarsis

Dicen que la cura de todo es el agua salada: el sudor, las lágrimas y el mar. Y así ha sido para Mariel, quien ha mitigado un poco su dolor por el fallecimiento de su padre y de su esposo en ese silencioso mundo azul. “Cuando dejas tus miedos en la cabeza crecen, así que lo mejor es sacarlos y afrontarlos”, reflexiona.

Mariel cruzó el Canal de la Mancha en nado solitario en agosto de 2011, cinco meses después del accidente en el que su padre perdió la vida. “Fue el nado que más me ha exigido física y mentalmente”, dice. “Dejé mucha vida ahí, pero también salí fortalecida tras la muerte de mi papá, que iba a acompañarme en el barco en ese cruce, así que su ausencia fue un golpe tremendo”. El agua también le dio consuelo tras la pérdida de su esposo. “Cuando mi marido enfermó de cáncer cerebral, sus últimos meses fueron muy complicados. Yo pensé que debía dejar de entrenar, pero él me dijo que nunca dejara de hacerlo porque cuando yo entrenaba muchas cosas funcionaban muy bien”.

Mariel no comprendió las palabras de su esposo hasta que su hijo Lalo, devastado por la agonía de su padre, le dijo que quería dejar la escuela para estar junto a él. “Lo único que se me ocurrió fue pedirle que nadara conmigo en el estrecho de Gibraltar, y aceptó”, cuenta ella. “Cuando Lalo le dijo a su papá que iba a entrenar conmigo para lograr esa meta, Eduardo me dijo: “‘¿Ya ves?’ Entonces entendí todo”. Eduardo falleció dos meses después. Tenía 48 años. Lalo nadó junto a Mariel en honor del hombre más importante en su vida.

El nado en aguas abiertas implica un enorme esfuerzo físico y mental, pero otorga recompensas inigualables. “En la oscuridad de las aguas he descubierto la verdad de esa frase de El Principito: ‘Lo esencial es invisible para los ojos’”, dice Mariel. “Ahora sé que en la vida muchas cosas se hacen así, sin ver, sólo con el corazón”. Por su trayectoria esta supermamá ha recibido muchos reconocimientos, como la Mención Honorífica a Mujeres en el Deporte 2012, concedida por el Instituto Nacional de la Mujer y la Comisión Nacional del Deporte, y el Premio Mujer Construye 2010, otorgado por el Observatorio para la Mujer de América Latina y el Caribe A.C.

A pesar de sus grandes logros, Mariel va por más: este año intentará cruzar el estrecho de Tsugaru, en Japón, el cual forma parte del “Reto de los siete mares”, el logro más importante en aguas abiertas. Para Mariel será el cuarto de los siete mares. “No sé si haré los otros tres”, admite.

Y añade: “El granito de arena que aporto para ayudar a estos niños es mi manera de agradecer las bendiciones que he recibido; el esfuerzo que hago y que se convierte en una operación es el combustible que llena mi motor. La sonrisa de un niño que padeció LPH me motiva; su sonrisa es mi causa. He trabajado mucho para hacer posible un número importante de operaciones y tratamientos médicos. A través de muchos kilómetros recorridos en el agua, la vida de muchos niños se ha transformado, y eso me llena de satisfacción”.

Si deseas sumarte a la causa de Mariel haciendo un donativo o leer más sobre la labor del CAILPH, visita: www.cailph.org

 Facebook: CentroAILPH

Twitter: @CentroAILPH

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