Los chuparrosas o colibríes son amuletos muy efectivos para atraer el amor y la buena suerte. En los puestos de los mercados los venden disecados, atados con cintas de color rojo, y deben llevarse entre la ropa o en el pecho para asegurar amor y pasión inextinguibles.
Si una mujer quiere atraer al hombre amado, sólo debe aplicarse el “Polvo atrayente” o el “Polvo de Santa Elena” en manos y cuerpo. Pero si ya tiene una pareja y aspira a dominarla, los legítimos polvos “Yo domino a mi hombre”, que se aplican en todo el cuerpo, garantizan que: “Él siempre será amante, obediente y muy conforme?. Nada te reprochará jamás”. La foto del ser amado también puede ser colocada dentro del zapato para dominarlo; se cree que de esta manera se le está “pisando”.
Las velas figuran entre los objetos efectivos para atraer lo que se desea o alejar aquello que perjudica, según los que entienden de magias y hechizos.
Las luces, que pueden tener diferentes colores, han de encenderse a san Simón conocido también con el nombre de Hermano Simón. Si la vela es roja se atraerá amor, fe y voluntad; la amarilla promete protección para las personas; la verde protege el negocio y da prosperidad; la azul atrae trabajo y suerte; la rosa conserva salud y la esperanza; la negra aleja enemigos y envidias; la morada actúa contra los vicios y los malos pensamientos; la color celeste da dinero, felicidad, viajes y propicia el estudio; la blanca protege a los niños. Según el librito que se vende junto con las velas, hay que repetir varias veces la oración que allí viene y poner la veladora en el suelo, en un rincón del dormitorio, junto la imagen del santo con flores a un lado. También hay que quemar incienso “cuantas veces se pueda” a las 12 del día en punto.
Son interminables los objetos que prometen modificar, de una u otra forma, las condiciones de un individuo. Los ajos ocupan un lugar muy importante. En los negocios, detrás de la puerta, se suele colocar una tira de cabeza de ajo, y si se consiguen ajos machos, el atarlos con tela roja a una herradura atrae la buena suerte y garantiza el éxito en cualquier cosa que se emprenda.
La mezcla de devoción cristiana y superstición popular calma la angustia de quien se encuentra en apuros económicos o emocionales: esa persona puede encomendarse a un santo, pero al mismo tiempo recurrir a sortilegios, sin que lo uno contradiga lo otro. Al contrario, las probabilidades de lograr los objetivos aumentan de esta forma.
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