Se cree que en México hay alrededor de 1.5 millones de personas tartamudas. En Argentina, la cifra se reduce a 900,000 y en Chile se estima aproximadamente 174,000. A pesar de la dificultad para conocer las cantidades exactas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que alrededor del 1% de la población mundial sufre este trastorno, lo que equivale a unas 70 millones de personas con tartamudez.
Cifras más, cifras menos, es un trastorno que no se atraviesa en soledad.
Durante mucho tiempo, la tartamudez se ha asociado a problemas psicológicos o de inteligencia. Sin embargo, un nuevo estudio científico finlandés ha dado un giro radical a esta concepción al identificar la región del cerebro donde se origina este trastorno del habla.
Este hallazgo abre un sinfín de posibilidades para el desarrollo de nuevos tratamientos y terapias más efectivas. Ofreciendo una luz de esperanza a las personas que tartamudean.
El estudio, liderado por el Dr. Juho Joutsa de la Universidad de Turku, Finlandia. Ha identificado cambios estructurales en los nodos de una red cerebral específica en personas que tartamudean.
Esta red, ubicada en una sección del putamen, una estructura cerebral esencial para la motricidad facial, parece ser la responsable de las interrupciones en el flujo del habla que caracterizan a la tartamudez.
Lo que resulta particularmente interesante es que el estudio encontró que esta misma región cerebral se ve afectada tanto en personas que tartamudean desde el nacimiento como en aquellas que desarrollan el trastorno después de un derrame cerebral.
Esto sugiere que, independientemente de la causa (genética o neurológica), la tartamudez se origina en un área cerebral común.
Este descubrimiento abre un panorama esperanzador para el desarrollo de nuevos tratamientos para la tartamudez. Los investigadores finlandeses sugieren que la estimulación profunda de la región cerebral identificada podría ser una opción terapéutica viable.
El Prof. Martin Sommer, neurofisiólogo alemán, coincide en que este hallazgo abre la puerta a nuevas terapias. Aunque advierte que aún queda camino por recorrer antes de que se concreten.
El impacto de la tartamudez no se limita a las dificultades para hablar, sino que puede afectar significativamente la vida social y emocional de las personas que la padecen. El miedo al ridículo y la frustración pueden llevar al aislamiento y la baja autoestima.
Por el momento, la tartamudez no tiene cura, existen estrategias que pueden ayudar a las personas que la padecen a manejarla y comunicarse de manera más efectiva. Grupos de autoayuda, terapia del habla y el apoyo de familiares y amigos pueden ser herramientas valiosas en este camino.
El estudio finlandés sobre el origen de la tartamudez representa un paso importante hacia una mejor comprensión y tratamiento de este trastorno. La comunidad científica y médica se encuentra entusiasmada con las posibilidades que este descubrimiento abre para mejorar la calidad de vida de millones de personas que tartamudean en todo el mundo.
Con información de DW
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