Así es la vida: Mi papá perdió hasta los pantalones
Tras una larga estancia en el hospital, mi papá volvió a casa, y mi madre me pidió que jugara con él a las cartas mientras ella hacía...
Técnica original
No sólo me limpio los dientes concienzudamente con hilo antes de ir al dentista, sino que cada vez que necesito una limpieza, acudo a un dentista diferente.
@becca_kohler
Tras una larga estancia en el hospital, mi padre volvió a casa, y mi madre me pidió que jugara con él a las cartas mientras ella hacía algunos quehaceres. Como papá aún estaba adolorido a causa de la infección viral que había contraído y le costaba mucho trabajo ponerse los pantalones, llevaba puesta una bata y tenía una cobija sobre las piernas. Resulta que le di una paliza en el juego, y cuando mamá preguntó quién había ganado, con orgullo respondí:
—Yo. ¡Mi papá perdió hasta los pantalones!
Jennifer Pearce, Canadá
Cierta vez que un amigo mío, oficial de la Fuerza Aérea, iba conduciendo su motoneta, pasó junto a un aviador que no lo saludó. Mi amigo se detuvo, dio media vuelta y con la mirada fulminó a su colega.
Lejos de inquietarse, el aviador se alegró visiblemente.
—¡Gracias por regresar a recogerme! —, dijo, y de un salto subió al asiento trasero de la motoneta—. ¡A la barraca de aviadores, señor!
Savita Singh, India
En la época navideña es muy común decorar el árbol y poner el nacimiento. Algunas personas le dedican mucho tiempo a esto, y otras desean acabar lo antes posible. Respecto a esta tarea, no he conocido a nadie más práctico que mi suegro. Él solía guardar el árbol de Navidad en un armario, adornado con guirnaldas, esferas, campanillas y luces de colores, y lo cubría con una bolsa de plástico enorme. Cuando llegaba la temporada navideña, lo único que tenía que hacer era quitar la bolsa, enchufar el árbol a la toma eléctrica, ¡y listo!
José Luis Escalante, Perú
El otro día que estaba en el supermercado al que suelo ir, tuve que usar el baño. Al entrar noté que era un poco distinto, y entonces me di cuenta de que estaba en el sanitario de hombres. Justo en ese instante entró un cliente, y yo, tras tomar una decisión en un segundo, le dije:
—Disculpe, señor, pero se equivocó de baño.
El hombre se puso rojo de vergüenza, ofreció mil disculpas y se fue. Yo salí a toda prisa detrás de él, ¡y lo más probable es que no vuelva a esa tienda en mucho tiempo!
Sue Walker, Canadá
En una ocasión vi a una mujer de edad avanzada que forcejeaba para sacar su andadera de un auto, así que me acerqué rápidamente para ayudarla. Sujeté el aparato por las asas y batallé con él hasta que por fin salió del coche; luego, abrí las patas plegables, las trabé en posición fija y coloqué la andadera frente a la mujer.
—Ya quedó lista, señora —le dije, sonriendo de oreja a oreja.
—Muchas gracias —respondió ella—, pero estaba tratando de meter la andadera al auto.
Richard Pariseau, Estados Unidos
Mientras recorría una tienda de mascotas, me detuve frente a una de las jaulas para admirar a un hermoso periquito. Nos miramos a los ojos un par de minutos, hasta que de repente el ave dijo: “¿Tú no hablas?”
Shirley Brown, Estados Unidos