Con seguridad, una de las cosas que más poderosamente llamaron la atención del hombre prehistórico fueron las telarañas y por supuesto, empezaron a tener una gran admiración a las artífices de tan extraordinaria obra maestra: las arañas.
La enorme complejidad de las redes elaboradas por esos arácnidos, su excepcional perfección geométrica, así como su extraordinaria eficacia para atrapar a las presas, no pasaron desapercibidas para el hombre primitivo. Esa fascinación perduró a lo largo de la historia de la humanidad y continúa aún en la actualidad.
Desde la remota antigüedad, cuando el hombre era un recolector-cazador nómada y además un magnífico artista, los arácnidos −al formar parte de su entorno− fueron representados en pinturas. Tal es caso de una araña plasmada hace miles de años en una pared de roca, en el sur de España. O bien, de otro ejemplar, retratado a principios de la Edad del Bronce, en Guadalix de la Sierra, también en España.
En la Media Luna Fértil −el valle del Tigris y del Éufrates− cuna de la civilización, se desarrolló la cultura Sumeria y una de sus principales deidades fue Innana, diosa de la fertilidad. Esta divinidad estaba relacionada a las arañas, pues los sumerios creían que estos animales protegían los fértiles campos y las cosechas, en contra de los insectos devoradores de plantas. En un sello del IV milenio a. C., se puede observar a una gran araña en este papel de resguardo.
En la mitología japonesa, Inari es la diosa de la fertilidad, de la agricultura, del arroz y de la industria. Esta enigmática y poderosa deidad, puede tomar la forma de una mujer, de un hombre, de una zorra, de una serpiente o de un dragón, pero a veces, para castigar a los hombres malvados, se transforma en una araña monstruosa.
Para los habitantes del archipiélago de Micronesia, en el Pacífico sur, la diosa creadora del Universo es Areop Enap, una araña muy anciana, sabia y bondadosa que vela por el bienestar de la humanidad. En cambio, en la vecina Nueva Guinea, en donde también existe una deidad araña llamada Marawa, ésta es una divinidad obscura y perjudicial.
Uno de los más grandes misterios del mundo, se encuentra en el sur del Perú. Se trata de las “líneas de Nazca”, las que no fueron descubiertas sino hasta el siglo XX, cuando un aeroplano sobrevoló la zona, ya que dichas “líneas” son imposibles de observar desde la tierra. Se trata de gigantescos dibujos hechos sobre la llanura y que representan a animales, así como a motivos vegetales y geométricos. También se pueden observar líneas rectas que alcanzan varios kilómetros de largo. Lo que más llama la atención de estos trazos de Nazca son las figuras de animales, entre los cuales se encuentra una inmensa y bellísima araña.
A pesar de que se atribuye a la cultura nazca (siglos I al VII d.C.), la realización de tales dibujos, muchas personas le achacan a entes extraterrestres su formación. Como quiera que sea, la razón para llevar a cabo esta obra grandiosa, la forma en que fue realizada y su utilidad, son todo un enigma de la Antigüedad y seguirán constituyendo un inescrutable misterio.
A lo anterior hay que agregar que algunos expertos afirman que la gran araña representada, pertenece a una especie que sólo vive en el amazonas a 1500 kilómetros de distancia de Nazca. Hay que recordar que la cultura nazca se caracterizó entre otras cosas, por su extraordinario arte textil, disciplina que en muchas tradiciones se atribuye a las enseñanzas que la araña brindó a los seres humanos.
En la antigua Grecia −como en tantas otras culturas− la fascinación por las arañas era una constante, por lo que surgió un mito para explicar su origen.
Atenea era la diosa de la guerra, sin embargo, también era la deidad de todas las artes domésticas. Ella era la más excelsa tejedora y bordadora del Olimpo. Al enterarse de que una muchacha de la región de Lidia, llamada Aracne, presumía de ser mejor tejedora que los mismos dioses, Atenea bajó a la Tierra, se transformó en una anciana y visitó a la orgullosa joven. A pesar de que la diosa comprobó la maestría del arte de Aracne, la reconvino de su osadía al compararse con los dioses y la invitó a retractarse de su falta de respeto. No obstante, la muchacha se sostuvo en lo dicho y agregó que incluso era mejor tejedora que Atenea. La divinidad enfurecida, abandonó su disfraz y se manifestó en todo su esplendor, retando a Aracne a una competencia en donde cada una de ellas tejería un tapiz para ver cual resultaba más hermoso y perfecto. La chica lidia aceptó la prueba, segura de su extraordinaria habilidad en el tejido.
De inmediato se pusieron a trabajar, enfrentándose en magnífico duelo. Sus manos se movían a la velocidad del rayo y la destreza de las contrincantes maravilló tanto a dioses, como a mortales. Atenea se inspiró en la gloria de las deidades, la cual plasmó magistralmente en su tela. Aracne escogió como tema, las múltiples y muy conocidas infidelidades de los dioses, lo que incrementó aún más la cólera de Atenea.
Cuando terminaron su trabajo, ambos tapices eran extraordinarios y arrobadores, pero el de Aracne era primoroso y superior al de la diosa. Frenética, Atenea revisó minuciosamente el trabajo y al hacerlo su temible disgustó iba en aumento al no encontrar ni una sola imperfección. ¡La diosa había sido vencida en su propio arte, y eso la llenó de furor! Atenea destruyó violentamente el tapiz. Aracne, despechada y frustrada al ver su obra maestra totalmente destruida se ahorcó con los hilos desgarrados.
Atenea, sintiendo lástima por aquella orgullosa adolescente la volvió a la vida, sin embargo, la condenó a hilar y tejer eternamente convirtiéndola en la araña, la mejor y más excelsa tejedora de la naturaleza. Aquella muchacha de Lidia fue condenada a realizar por siempre, la labor en la que ni los mismos dioses la igualaban.
A la familia de las arañas se le conoce científicamente como arácnidos, palabra que deriva de Aracne, el nombre de la rival de Atenea.
Las tradiciones orales del pueblo hebreo cuentan que en cierta ocasión, el rey David intentaba ocultarse de unos enemigos que lo seguían y que para lograrlo, se introdujo en una cueva que, sin embargo, no le brindaba un refugio seguro, ya que su entrada no pasaría inadvertida para sus perseguidores. No obstante, el rey contaba con el favor de Dios y en cuanto David se metió a la gruta, una diligente araña empezó a tejer su tela exactamente en el acceso de la caverna. Al pasar por allí los que lo buscaban y ver que una gran telaraña intacta cubría la entrada, pasaron de largo, pues consideraron imposible que alguien pudiera introducirse a la cueva sin romper la perfecta obra del arácnido.
Gracias a la araña, el rey David salvó la vida y al observar con más detenimiento la tela, notó que los hilos entrecruzados formaban la figura de dos triángulos equiláteros superpuestos. Uno de ellos aparecía con una punta dirigida hacia arriba y el otro con una punta hacia abajo, juntos formaban una hermosa estrella de seis puntas. David comprendió que todo aquel suceso era un prodigio del Altísimo y que por intervención divina la araña había tejido su tela con esa figura en especial. Desde entonces, esa estrella se convirtió en el símbolo del pueblo judío y en un signo que brinda protección. Hasta el día de hoy, la estrella de David −aquella que milagrosamente la araña tejió− es uno de los emblemas del pueblo de Israel y está presente en su bandera.
De la misma forma, el profeta Mahoma, fundador del Islam, fue salvado por una araña. Durante la hégira (en el año 622), el profeta huía desde la Meca a Medina, cuando sus perseguidores estaban a punto de darle alcance. Entonces, Mahoma encontró una cueva en la que se metió para ver si podía escapar de sus enemigos. En cuanto se introdujo en aquel lugar y por gracia de Alá, una acacia creció frente a la entrada y entre sus ramas anidó una paloma. Además, una araña tejió una compleja red entre el árbol y la abertura de la gruta. Los oponentes del profeta continuaron su camino sin percatarse de su escondrijo.
En La Biblia, en el Libro de Job, la tela de araña materializa las falsas ilusiones de los que se han olvidado de Dios, la falta de un verdadero apoyo espiritual y la banalidad de todo lo superfluo e inconsistente.
En contraste, en la cultura árabe, la araña es un símbolo de la paciencia, la perseverancia y la resignación. En Las Mil y Una Noches, un maravilloso conjunto de cuentos originados en las más diversas culturas de Asia y que fueron compilados y dados a conocer en esta extraordinaria obra por los árabes, la araña aparece en un pequeño relato que Scherezada narra en la noche 497.
Uno de los hombres más sabios de los últimos tiempos de la Grecia Clásica fue Aristóteles (384-322 a.C.). Es considerado el fundador de la zoología y sus escritos estuvieron vigentes a través del final de la Edad Antigua, durante toda la Edad Media y el inicio de la Era Moderna. Así pues, este genio elaboró textos sobre sus conocimientos y observaciones de los animales. La araña no pasó desapercibida a su interés y fue uno de sus objetos de estudio.
Claudio Eliano (175-235) decía que las arañas además de ser tan excelsas tejedoras como la misma diosa Atenea, eran extremadamente diestras en la geometría, pues la perfecta armonía de sus redes así lo demuestra.
La telaraña se consideraba −y de hecho lo es− una de las más perfectas e ingeniosas trampas que se podían encontrar en la naturaleza. Es posible que estas finas mallas, hayan inspirado al hombre primitivo para elaborar las redes que se han utilizados por miles de años para atrapar peces y aves. No obstante, algunos sabios comparaban la telaraña con la injusticia social, pues observaron que si la víctima atrapada en ella era pequeña, la araña la envolvía y se alimentaba de ella, lo mismo que todo el peso de la ley se abate sobre los pobres y desprotegidos. Pero, si el animal que caía en la trampa era grande, entonces huía fácilmente rompiendo la tela, tal y como los ricos y poderosos burlan a la justicia.
De acuerdo a las viejas creencias, la araña, al ser un animal que tiene que matar para vivir y que además es venenoso, está regida por el dios de la guerra Ares, por lo que sufre la influencia del planeta Marte. Por otro lado, se le consideraba un animal frío y seco, lo mismo que a su tela, la cual era utilizada para detener hemorragias. Este curioso uso de la telaraña, sigue vigente hasta el día de hoy.
Después de ser vencido en la Batalla de Methven (en junio de 1306) por el ejército del rey Eduardo I de Inglaterra, Robert the Bruce, quien luchaba por la independencia de Escocia, se refugió en la isla de Rathlin. Escondido en un granero y mientras descansaba un poco de sus muchas fatigas, observó como una araña intentó por seis ocasiones reparar su red, la cual estaba sostenida de una viga. A pesar de los esfuerzos del arácnido, no lograba concretar su objetivo. Sin embargo, en el séptimo intento, Bruce vio como la araña pudo por fin componer su tela. Entonces el rey escocés dijo “Ahora esta araña me enseña lo que tengo que hacer, al haber sido derrotado en tantas ocasiones”. Se dice que Robert the Bruce, volvió a reunir su ejército y que su siguiente batalla contra la poderosa Inglaterra la ganó. Gracias a la inspiración que obtuvo de la tenaz araña, Bruce logró la independencia de Escocia en 1328.
Y a este camino al lado de leyendas, se le puede añadir también las propiedades sanadoras que se les atribuyen, su relación con el bullicio y el baile, o sus muchas representaciones en el nuevo mundo, entre deidades mexicas, mayas, totonacas y cherokees. Pero de ello platicaremos en otra ocasión.
El autor es el MVZ. Luis Fernando De Juan Guzmán, Profesor del Departamento de Medicina, Cirugía y Zootecnia para Pequeñas Especies
fuentesFMVZ, UNAM
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