Entre niños: Un día, cuando mi sobrino tenía tres años…
Un día, cuando mi sobrino tenía tres años, no se daba prisa para salir y su papá lo amenazó con dejarlo en la casa. Asustado, el pequeño le dijo...
Un día, cuando mi sobrino tenía tres años, no se daba prisa para salir y su papá lo amenazó con dejarlo en la casa. Asustado, el pequeño le dijo:
—No, papi. Si me dejas aquí, me van a robar los ladrones.
Mi hermano le respondió:
—¿Cómo crees? Si eres muy travieso, por las noches lloras y tenemos que darte biberón.
—Sí, ¡pero ellos no lo saben! —exclamó el niño.
Margarita García, México
Le serví de comer a mi hijo, de cuatro años, recogí los platos sucios y luego me puse a limpiar la cocina mientras él terminaba. De pronto, el pequeño me dijo:
—Mami, deberías contratar a una persona para que te ayude…
Mi corazón se llenó de orgullo al saber que mi hijo se preocupaba tanto por mí, pero me desilusioné cuando en seguida añadió:
—Es que la comida no te queda muy buena.
María Elena Rodríguez, México
Después de que mi hija de tres años me suplicó una y otra vez que la llevara a un concierto con su hermana y su hermano mayores, cedí y acepté que fuera con nosotros. Cuando nos sentamos, les pasé el programa a los chicos. Imitando lo que suelen hacer ellos, la pequeña abrió el programa y dijo: “Yo quiero pollo, por favor”.
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Estaba ayudando a mi sobrino, de cuatro años, a prepararse para ir a la cama cuando de pronto me preguntó si podía darle una galleta.
—No, cariño —le dije—. Ahora, ve a lavarte los dientes.
Minutos después salió del baño llorando, se subió al sofá y empezó a tocarse el vientre.
—¡Me duele, me duele! —gritó.
—¿Cómo? —repuse, asustada—. ¿Qué es lo que te duele?
—¡Mis sentimientos! —gimió el pequeño—. Ahora sí, ¿me puedes dar una galleta?
Melanie Kau, Canadá
Cierta tarde fui a caminar al parque con mi mamá, mi hermana Asma, de ocho años, y mi hermano Mohamed, de cuatro. Al pasar cerca de una persona en silla de ruedas, mi hermano señaló la silla y preguntó:
—¿Qué es eso?
—¡Mohamed! ¡Es feo apuntar! —lo reprendió mi hermana.
Seguimos caminando, y más adelante nos topamos nuevamente con la persona en silla de ruedas.
Emocionado, Mohamed exclamó:
—¡Miren, ahí está Feopuntar!
Samaah Fathima, Reino Unido
En una ocasión me encontraba en Belfast pegando carteles para las elecciones locales cuando de repente se me acercaron dos niñas de unos siete años de edad.
—¿Podemos ayudarle, señora? —me preguntó una de ellas.
Tomando en cuenta el tema de los carteles, me pareció mejor negarme.
—Gracias, pero no creo que a tu mami le agrade la idea. Los carteles tienen que ver con política —respondí.
—No importa, señora —contestó la niña—. A mi mamá le gustan los católicos y la política.
Dominica McGowan, Reino Unido