Corta el pasto con menos frecuencia para que crezca algunos centímetros más de lo habitual; así soportará mejor el calor del verano porque las raíces serán más profundas y el pasto más grueso. Habrá menos plagas y enfermedades que combatir, y menor necesidad de utilizar insecticidas y otros productos químicos.
Las especies endémicas están habituadas a las condiciones de clima y suelo de la zona, y en cuanto echan raíces, por lo general necesitan menos agua y son menos vulnerables a las enfermedades y las plagas. Acude a un vivero local y pregunta por las variedades que se adaptan mejor a la región donde vives.
Hazlo antes de las 10 de la mañana, cuando el aire está fresco y el agua se evapora menos. Otro buen momento para regar es al caer la tarde, para que las hojas alcancen a secarse antes de que llegue la humedad de la noche (y las enfermedades fúngicas).
Riega las plantas cerca de la base, no desde arriba. Lo mejor es usar mangueras exudantes porque llevan el agua poco a poco a las raíces. En cuanto al pasto, debes regarlo por más tiempo y a profundidad.
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La composta se ha ganado a pulso su buena fama: permite aprovechar los desperdicios de cocina, nutre el suelo, reduce el uso de fertilizantes químicos, optimiza la retención de agua y mejora la permeabilidad y la textura de la tierra. Para hacerla, puedes utilizar restos de verduras y frutas, bolsitas de té, granos de café, cascarones de huevo, papel periódico triturado, hojas secas y el pasto cortado del jardín.
Elige un rincón del jardín y sustituye el pasto con algún elemento que requiera menos agua: una cama de plantas de ornato nativas; mantillo para fijar los juegos de los niños; un jardincillo lleno de helechos rizados (perfecto para una zona que recibe mucha sombra) o un espacio para captar agua de lluvia (ideal para una zona baja que tienda a encharcarse). ¿Vives en una región semidesértica? Coloca cactus y piedras para usar el agua de modo eficiente.
Olvídate de los rastrillos, los sopladores de hojas secas y las bolsas de plástico. Es mejor dejar las hojas caídas en el suelo, sin que lo cubran por completo, y cortarlas en pedacitos con una trituradora de pasto o con una aspiradora de hojas que tenga esta función. Te ahorrarás el dolor de espalda, y los restos orgánicos nutrirán el suelo al descomponerse. Tritura las hojas secas cuando empiece a salir el pasto.
Tu jardín puede lucir tan bonito de noche como de día. En el mercado hay lámparas solares y luminarias empotrables para senderos de distintos tamaños e incluso colores. Sin duda encontrarás las adecuadas para tu jardín. No requieren cables ni extensiones, así que podrás colocarlas en cualquier rincón soleado.
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Se calcula que las abejas, las mariposas y los colibríes polinizan 75 por ciento de las plantas que dan flores, y alrededor de 75 por ciento de las especies cultivadas que se destinan al consumo humano. Cada vez hay más pruebas de que muchos de
estos polinizadores esenciales están desapareciendo.
Crea un jardín con plantas que florezcan en distintos periodos a lo largo del año; serán fuente de néctar y polen para los insectos y las aves durante esos meses. De ser posible, adquiere especies endémicas que den flores de colores y formas diferentes.
Cuando te dispongas a adquirir mesas o bancos de madera, asegúrate de que sean de fábricas que utilicen insumos provenientes de bosques renovables. La acacia, un árbol de madera noble que aún abunda y está clasificado como especie invasora en muchas regiones, constituye una buena opción.
Sucede lo mismo con la teca, que suele provenir de plantíos incluidos en programas de preservación de largo plazo. Si prefieres los muebles de plástico o de aluminio, opta por los que estén hechos con materiales reciclados.
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