En invierno las bajas temperaturas representan un riesgo para la salud y son, en gran medida, las causantes del mayor número de consultas médicas, de ingresos hospitalarios e incluso de las muertes que se producen en esta época del año.
Las enfermedades más frecuentes asociadas a la temporada de frío son las que afectan principalmente a las vías respiratorias como la gripe, la bronquitis, la amigdalitis, la faringitis, así como otras más graves como la neumonía. Sin embargo, también se identifican aquellas relacionadas con los estados depresivos y el estrés.
Los niños y los ancianos son especialmente vulnerables a las bajas temperaturas así como las personas cuyo sistema inmunológico está afectado por padecimientos crónicos u otras causas (desnutrición, alcoholismo, farmacodependencia, situación de calle) ya que tienen menor capacidad defensiva frente a las agresiones externas —viento, frío, lluvia— por lo cual son más propensos a contraer enfermedades.
Es importante mencionar que existe un fenómeno de aclimatación de las personas al entorno en que viven, además de una adaptación fisiológica del organismo. Las características de la vivienda, los hábitos alimentarios, las costumbres sociales, entre otros factores, propician que las bajas temperaturas tengan una repercusión diferente en cada población.
Para vivir un invierno sin mayores consecuencias, el Instituto Nacional de Salud Pública recomienda:
En el hogar se debe:
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