Los nervios son estructuras especializadas, es decir, están diferenciadas en distintos tipos adaptados para llevar a cabo determinadas funciones; no hay ninguno que pueda hacerlo todo. Una de estas funciones, de suma importancia porque nos permite darnos cuenta de que algo anda mal en nuestro cuerpo, es la sensibilidad al dolor.
Las terminaciones nerviosas especializadas en percibir este tipo de señales son los receptores del dolor, de los que hay en el organismo millones, diferenciados en tres tipos básicos: los que son estimulados por lesiones mecánicas, como una cortada o un golpe; los que responden al calor, y los que lo hacen a las sustancias químicas.
En las capas superficiales de la piel, en los músculos, tendones, articulaciones y ciertas partes del cráneo abundan estos tres tipos de receptores; en las zonas más profundas del organismo hay menos, pero también se puede sentir dolor en ellas, sensación enviada por esos nervios.
¿Cuántos tipos de dolores hay?
Agudo, sordo, palpitante, espasmódico son algunos de los adjetivos que suelen emplearse para describir los dolores; sin embargo, no hay consenso entre los fisiólogos.
Unos dicen que, por lo general, los dolores pueden clasificarse en una de estas tres categorías: punzante, quemante o sordo; otros consideran sólo dos tipos de dolores: los “primarios”, que aparecen de pronto, son agudos y se pueden localizar fácilmente, y los “secundarios”, que son difusos, persistentes y difíciles de soportar.
Cuando se sufre un dolor secundario suele costar trabajo determinar dónde se origina; casi siempre procede de los órganos internos.
El dolor primario se transmite a la médula espinal y de ahí al cerebro a través de las llamadas fibras rápidas, por las que pasan los impulsos a una velocidad de 6 a 30 m por segundo.
El dolor secundario es transmitido por las fibras lentas, que conducen las señales hasta la médula espinal a razón de 0.5 a 2 m por segundo. En el cerebro todas las sensaciones dolorosas llegan primero al tálamo, la estructura que nos hace conscientes del dolor. Allí, los impulsos recibidos de unos cuantos receptores diseminados en uno de los órganos internos llegan a sumarse hasta producir los mayores dolores que una persona pueda sufrir.