Tos y dolor abdominal ¿qué padecimiento puedo tener?
Cuando Larisa empezó a sentir un dolor intermitente en el abdomen, sus preocupados padres la llevaron al médico, quien la refirió al ginecólogo.
Cuando Larisa empezó a sentir un dolor intermitente en el abdomen, sus preocupados padres la llevaron al médico, quien la refirió al ginecólogo.
Luego de que una ecografía detectara una masa en la pelvis, un oncólogo le practicó una biopsia. Una semana más tarde recibieron un resultado positivo para un tumor de células germinales, un tipo de cáncer que se origina en las células reproductivas de los ovarios o los testículos; es una de las neoplasias más comunes en adolescentes.
Las pruebas posteriores mostraron que la afección se había propagado a los nodos linfáticos que circundan la médula espinal.
En lugar de buscar un tratamiento para su hija cerca de casa, los padres de Larisa cruzaron el océano para dirigirse a la Clínica Oncológica MD Anderson, en Houston, Texas, donde la joven se convirtió en una más de los tantos pacientes internacionales.
Cynthia Herzog, pediatra, atendió a Larisa, quien también acusaba tos cuando se acostaba a dormir. Un patólogo verificó el diagnóstico inicial, y la adolescente se sometió al régimen de quimioterapia estándar para su caso. Cuando dicho procedimiento le provocó inflamación intestinal, diarrea y vómitos, le administraron fármacos alternativos que funcionaron con éxito.
Al cabo de tres meses, un cirujano extrajo la masa ovárica reducida, así como varios nodos linfáticos afectados, y confirmó la muerte de los tumores. Siempre existiría la posibilidad de que reincidieran, pero el pronóstico era bueno. “Incluso cuando la enfermedad está en fase metastásica, la tasa de supervivencia a largo plazo es del 50 por ciento, lo cual es bastante elevado”, explica Herzog.
Transcurridas 10 semanas, Larisa llegó a su primer examen postoperatorio; mencionó que le había vuelto la tos. Los resultados de la exploración sugirieron el motivo: la enfermedad había invadido los nódulos linfáticos que rodeaban el corazón.
Sorprendida por el revés tras el triunfo inicial, Herzog quiso llevar a cabo una biopsia de la masa torácica; sin embargo, los padres de Larisa se negaron. La tos de su hija le impediría estar recostada durante la toma de la muestra y debería ser anestesiada.
La chica ya había sufrido demasiado; por lo tanto, decidieron continuar con la quimioterapia. No obstante, al término del primer ciclo la imagenología reveló que la masa torácica no había variado ni para bien ni para mal.
“Que el padecimiento regresara y no respondiera a la medicación era muy raro”, indica Herzog. “Entonces, la biopsia se hizo indispensable con objeto de ver a lo que nos enfrentábamos con exactitud antes de proceder”.
Al cabo de unos días, Herzog recibió una de las mayores sorpresas en sus 33 años de carrera médica. Los patólogos del hospital le informaron que Larisa sufría un cáncer primario distinto, un linfoma.
El asombro de la doctora era comprensible: una adolescente de la edad de la paciente tenía aproximadamente 1 entre 100,000 probabilidades de desarrollar alguno de estos cánceres, y 1 entre 10,000 millones de padecer ambos a la par. “Es la primera y única vez que he visto algo así”, comenta Herzog.
El tratamiento del linfoma sigue un curso más largo que el del tumor de células germinales. El régimen estándar dura un año y medio. Larisa y su familia vivieron en Houston la mayor parte de este tiempo, antes de regresar a Ucrania para que ella recibiera las terapias restantes.
Hace cuatro años le administraron la última ronda de quimioterapia a Larisa. Hoy en día vuelve a la Clínica Oncológica MD Anderson una vez al año para que le realicen los escáneres de seguimiento; hasta ahora sigue en remisión.
La joven, de 21 años, vive igual que antes de que aparecieran sus síntomas por primera vez, aunque con un cambio sustancial: está considerando dedicarse a la medicina o la asistencia sanitaria.