Tradiciones y costumbres mexicanas en peligro de desaparecer

Con el paso de los años, México ha ido cambiando, y con él, muchas de sus costumbres y tradiciones más queridas se han desvanecido.

Lo que antes era parte del día a día -los rituales sencillos, los encuentros, los sabores hechos en casa- hoy vive solo en la memoria de quienes lo vivieron.

Las nuevas generaciones caminan por un país distinto, más rápido, más conectado, pero quizás menos cercano. Por eso, hoy en Selecciones las queremos recordar.

Sentarse a comer sin celulares ni distractores

Una de las tradiciones que más nostalgia provoca es la de sentarse en familia a comer sin distracciones. Antes, era sagrado reunirse en la mesa a compartir los alimentos y las historias del día.

Hoy, los teléfonos y las pantallas han desplazado esas charlas cálidas que tejían los lazos familiares. La comida sigue siendo deliciosa, pero a veces, sabe un poco más sola.

Los trueques

Una tradición que se va desvaneciendo es la del trueque en los tianguis. Antes de que todo se midiera en pesos, muchas comunidades intercambiaban productos con confianza y respeto.

Huevos por tortillas, frutas por semillas. Era más que un trato: era un vínculo entre vecinos. Hoy, esa práctica apenas sobrevive en algunos rincones del país.

Festejar los santos del calendario

También se ha perdido la costumbre de festejar los santos del calendario. En muchas casas, se preparaba comida especial, se encendían veladoras y se recibía a los amigos con café y pan.

Celebrar el “santo” de alguien era tan importante como su cumpleaños. Ahora, salvo en pueblos pequeños, pocos recuerdan estas fechas.

Posadas tradicionales

Las posadas tradicionales están cambiando. Antes, los niños cantaban con velitas en la mano, rompían piñatas de barro y comían ponche caliente hecho en olla de barro. Se rezaba, se cantaba, se compartía.

Algunas de nuestras tradiciones más queridas están a punto de perderse, y hoy te las contamos para que sigan vivas en ti.

Hoy, en muchos lugares, las posadas se han reducido a fiestas con bocadillos y música grabada, sin rastro del origen religioso y comunitario.

El saludo en la calle

Otra costumbre casi extinta es la del saludo al pasar por la calle. En los pueblos, un “buenos días” no era solo cortesía, era parte del alma del lugar. Se saludaba aunque no se conociera al otro. Ahora, el paso apresurado y la vista en el celular han borrado esa calidez que nos hacía distintos.

Las tardes en la banqueta

Las tardes en la banqueta eran todo un ritual. Se sacaban las sillas para platicar, tomar aire fresco y mirar pasar la vida. Hoy las banquetas están vacías, y las voces de la calle han sido reemplazadas por el silencio de puertas cerradas.

Además, los juegos de calle, como el trompo, el yoyo o las canicas, son casi reliquias. Las risas de los niños resonaban hasta que caía la noche. Aprendían a convivir, a ganar y perder con dignidad. Hoy, la mayoría juega en línea, desde la soledad de una pantalla.

Cocinar en comal de barro o en fogón

Se ha ido también la costumbre de cocinar en comal de barro o en fogón. Muchas abuelas pasaban horas preparando tortillas a mano, moliendo en metate, cocinando con leña. No era solo comida: era herencia, era amor.

Ahora, esos sabores están siendo reemplazados por lo rápido, lo práctico, y la comida ultra procesada.

Respeto a los abuelos

El respeto a los mayores como centro de la familia también se ha debilitado. Antes, el abuelo o la abuela eran figuras de autoridad y sabiduría. Se les escuchaba, se les cuidaba, se les incluía.

Hoy, muchas personas mayores viven en soledad o alejadas del núcleo familiar. Una pérdida silenciosa y profunda.

Contar historias

Otra tradición en riesgo es la de contar historias orales. Los cuentos de espantos, las leyendas del pueblo, las anécdotas de la Revolución se compartían de generación en generación. Cada palabra llevaba enseñanza y misterio.

Hoy, los relatos han sido sustituidos por series y videos, y las voces de antes se van apagando.

México sigue siendo un país de alma profunda, pero algunas de sus expresiones más bellas se están desvaneciendo.

Tradición desaparecida | Peluqueros de paisaje

A lo largo de la carretera a Puebla -hoy conocida como Calzada Zaragoza- solían instalarse los famosos peluqueros de paisaje, también llamados de “cuatro vientos”.

Colgaban sus herramientas de los cada vez más escasos árboles del camellón: espejos improvisados (a veces un retrovisor de coche), peines, cepillos, la máquina manual, navajas, piedra de afilar, asentador de cuero para pulir la hoja, y el tradicional “chambelán”, con el que salpicaban agua sobre la cabeza del cliente.

“¿Con paisaje o sin paisaje?”, preguntaban al comenzar. Si el cliente podía pagar un poco más, recibía el corte con vista: los árboles, el paso de los autos, y con suerte, el tren ligero deslizándose a lo lejos. Si no, el peluquero giraba la silla hacia el árbol, y la vista se reducía a su corteza áspera y gris.

Tal vez aún estemos a tiempo de recuperar algunas costumbres, de volver a mirar atrás con cariño y rescatar lo que nos hacía únicos. Porque no se trata solo de nostalgia, sino de identidad.

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