El glaucoma es un padecimiento crónico, progresivo e irreversible que se ubica como la segunda causa de ceguera en México y en el mundo. En 2013 en todo el orbe casi 65 millones de personas vivían con este mal, y anualmente se detectan 2.5 millones de casos nuevos.
Los afectados mantienen su vista central pero poco a poco van perdiendo la periférica, así que ya no perciben lo que tienen a su alrededor y comienzan a tropezarse con algunos objetos y por ello creen equivocadamente que necesitan lentes.
Se estima que en México entre un 2 y 4 por ciento padece glaucoma y la mayoría lo desconoce.
El glaucoma es un grupo de afecciones oculares deteriora el nervio óptico que es responsable de transmitirle al cerebro la información que vemos.
Por lo general, el daño al nervio óptico es ocasionado por un aumento de la presión intraocular.
Magdalena García Huerta, presidente del Colegio Mexicano de Glaucoma, explicó que “en la mayoría de sus etapas el glaucoma no presenta ningún síntoma y no causa dolor, razón por la cual la persona no lo percibe hasta que se encuentra en un estado avanzado”.
Además puede ser genético, razón por la cual es importante que además de la revisión de un oftalmólogo, debemos preguntar a nuestros familiares (padres, abuelos y tíos) si han padecido problemas oculares.
Aunque el glaucoma es incurable, si se detecta en etapas tempranas se puede iniciar un tratamiento oportuno y tomar las medidas necesarias para mantener, lo mejor posible, la visión y calidad de vida de quien lo padece.
Actualmente existen diversas opciones en tratamiento, los cuales se basan en la disminución de la presión ocular. Para lograrlo existen tres métodos:
Fármacos tópicos: Son gotas o colirios. En México existen medicamentos seguros y eficaces que combinan varias sustancias en un sólo frasco, con lo que el paciente puede facilitar su apego al tratamiento y reducir los efectos colaterales.
Terapia láser: El tipo de láser dependerá de la forma del glaucoma y de su gravedad. El proceso puede ser ambulatorio o en una clínica.
Cirugía: Cuando las dos opciones anteriores no disminuyen la presión intraocular se recurre a la cirugía.
La recomendación médica es realizar una visita anual al oftalmólogo especialmente después de los 40 años. Recuerda que el optometrista, que es el profesional que gradúa tus lentes, no está capacitado para detectar el glaucoma.
No esperes a sentir dolor porque podría ser demasiado tarde.
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