A partir de los 50 años, el cuerpo empieza a perder masa muscular de forma natural, un proceso conocido como sarcopenia. Por eso, consumir suficiente proteína de alta calidad se vuelve esencial para mantener la fuerza, la movilidad y la salud general.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO, una alimentación rica en proteínas de alto valor biológico ayuda a prevenir la pérdida de músculo, mejora la regeneración celular y favorece el funcionamiento del metabolismo. Sin embargo, se estima que más del 10% de la población mundial no consume la cantidad necesaria, lo que puede afectar su bienestar con el paso de los años.
Si estás buscando opciones nutritivas, accesibles y con beneficios adicionales, estas tres fuentes de proteína son ideales para sumar a tu alimentación después de los 50.
1. Yogur: proteína, calcio y probióticos en un solo alimento
El yogur ha acompañado a la humanidad durante más de 4,000 años. Nació de forma accidental en Medio Oriente, cuando la leche se fermentaba naturalmente dentro de odres de piel de cabra. Con el tiempo, la ciencia confirmó lo que la tradición ya sabía: este alimento es un aliado del sistema digestivo, óseo y muscular.
El yogur aporta proteínas completas ricas en aminoácidos esenciales como la leucina, fundamentales para reparar tejidos y mantener la masa muscular. Además, contiene calcio, magnesio, fósforo y vitaminas del grupo B, indispensables para la salud ósea y metabólica.
[Puedes leer: El magnesio promete ayudarte a dormir, pero ¿realmente funciona?]
Una porción de 100 gramos de yogur natural de leche entera contiene alrededor de 4 gramos de proteína. También genera saciedad, lo que ayuda al control del apetito y del peso.
Tip saludable: elige yogures naturales sin azúcar añadido y con cultivos vivos (probióticos), ya que mejoran la flora intestinal y fortalecen el sistema inmunológico.
2. Microalgas: el superalimento del futuro
Las microalgas, como la espirulina y la chlorella, son microorganismos que realizan fotosíntesis y contienen hasta 70% de su peso seco en proteínas completas, comparables con las de origen animal.
Estas proteínas son de alta biodisponibilidad, es decir, el cuerpo las asimila fácilmente. Además, las microalgas aportan omega 3 de origen vegetal, hierro, antioxidantes y polifenoles que benefician la salud digestiva y cognitiva, dos áreas que tienden a deteriorarse con la edad.
[Quizá te interese: Omega 3: el aliado silencioso de una vida más larga]
Según el gastroenterólogo Dr. Facundo Pereyra, incluir microalgas puede ser especialmente útil para adultos mayores, deportistas o personas con dietas basadas en plantas, ya que mejoran la energía y ayudan a mantener la masa muscular.
Cómo consumirlas: se encuentran en polvo, tabletas o cápsulas. Puedes agregarlas a licuados, jugos o ensaladas.
3. Huevo: la proteína perfecta y accesible
El huevo es una de las fuentes de proteína más completas y económicas disponibles. Cada unidad aporta alrededor de 6 gramos de proteína de alta calidad y solo 70 calorías. Además, contiene vitamina D, B12, riboflavina y colina, nutrientes esenciales para el cerebro y el sistema nervioso.
La nutricionista Sapna Batheja, de la Universidad George Mason, explica que el huevo contiene los nueve aminoácidos esenciales que el cuerpo no puede producir por sí mismo, lo que lo convierte en una proteína “de referencia” para medir la calidad de otras.
Consumir huevos cocidos, revueltos o escalfados es una forma práctica y versátil de aumentar tu ingesta proteica diaria.
[Esto puede interesarte: No es el huevo: lo que en verdad eleva tu colesterol, según la ciencia]
Importante: no es necesario eliminar la yema, ya que en ella se concentran gran parte de los nutrientes. Si no tienes problemas de colesterol, se pueden comer de 5 a 7 huevos por semana como parte de una dieta equilibrada.
En resumen
Después de los 50 años, mantener una dieta con suficiente proteína de calidad puede marcar la diferencia en tu salud, tu energía y tu longevidad.
Elige alimentos naturales, variados y ricos en aminoácidos esenciales como el yogur, las microalgas y los huevos.
Tu cuerpo —y tus músculos— te lo agradecerán.