Tus pensamientos y comportamientos son afectados por factores aparentemente ajenos a ti. Pero todo ocurre en tu cerebro.
La ciencia muestra que preferimos las letras que aparecen en nuestros nombres, y eso se extiende a qué organizaciones benéficas somos más propensos a apoyar, afirma el psicólogo Adam Alter.
En un estudio de donaciones de la Cruz Roja posterior a huracanes, el 10 por ciento de todas las donaciones posteriores al huracán Katrina provino de personas con nombres que empezaban con “K”, un grupo que en desastres anteriores había representado el 4 por ciento.
Elizabeth Loftus, investigadora de la memoria, demostró que las palabras pueden distorsionar tus recuerdos, dice Alter.
En un estudio fascinante, los participantes vieron un video de dos autos colisionando. A un grupo, los investigadores le dijeron que los autos se habían estrellado; al otro, que habían chocado. Una semana después, los científicos les preguntaron a los participantes si recordaban haber visto cristales rotos. Catorce por ciento de los que estaban en el grupo que escuchó “chocado” recordó haber visto vidrio, mientras que un tercio del panel que escuchó “estrellado” afirmó que estaba ahí.
¿La verdad? No hubo cristales rotos en la escena. Como dice Alter, “la etiqueta sensacionalista ‘estrellado’ había reemplazado la realidad con un recuerdo falso“.
Los investigadores han descubierto que las personas son más honestas cuando se encuentran frente a un espejo, describe Alter.
En un experimento a mediados de la década de los setenta, se pidió a un grupo de estudiantes universitarios que descifrara una serie de anagramas durante cinco minutos, aunque era imposible que lo lograran en tan poco tiempo. A los participantes se les pidió que dejaran de trabajar después de que sonara la campana o se consideraría que hacían trampa.
Algunos hicieron el trabajo frente a un espejo; algunos no. Los resultados fueron fascinantes: solo el 7 por ciento del grupo que estaba frente al espejo hizo trampa, en comparación con el 71 por ciento del grupo contrario. “Cuando la gente piensa en portarte mal, sus reflejos se convierten en policías morales”, explica Alter.
Pacientes que se recuperaban de una cirugía de vesícula biliar en un hospital de Filadelfia tuvieron experiencias diferentes dependiendo de si sus habitaciones estaban frente a una pared de ladrillo o a un pequeño jardín.
Quienes veían hacia la pared necesitaron quedarse en el hospital un día más, sentían más dolor y tenían más probabilidades de estar deprimidos. Pero quienes veían hacia el jardín, necesitaban menos dosis de analgésicos.
Alter calculó que los pacientes que tenían un paisaje natural estaban alrededor de cuatro veces mejor que quienes miraban a la pared. Otros estudios detectaron que los entornos naturales tenían un impacto positivo en los niños con TDA.
Alter explica que “si bien los paisajes creados por el hombre nos bombardean con estímulos, sus contrapartes naturales nos permiten pensar tanto o tan poco como queramos, lo que nos ayuda a fortalecer nuestros recursos mentales agotados”.
Si alguna vez un maestro te aconsejó estudiar en un ambiente lo más parecido posible al de tu salón de clases, esta investigación explica por qué.
Los investigadores hicieron que un grupo de buzos memorizara listas de palabras, a veces bajo el agua y algunas veces en tierra. Descubrieron que los buzos que realizaban la tarea bajo el agua recordaban con más precisión que cuando estaban en tierra, y quienes realizaron el experimento en tierra recordaban mejor las palabras ahí.
“Las ubicaciones crean una lente a través de la cual percibimos la información recién adquirida”, dice Alter.
En un famoso experimento de 1979, un grupo de jóvenes demostró más fuerza en los brazos cuando miraban una cartulina azul brillante que cuando veían una de color rosa brillante.
El autor del estudio, Alexander Schauss, comenzó a pregonar el “milagroso poder tranquilizante del rosa en conferencias por todo Estados Unidos”, señala Alter, y el mensaje despegó. Las cárceles rurales y los centros de detención comenzaron a pintar las celdas en color rosa chicle. Hasta los entrenadores de futbol americano de Colorado State y de la Universidad de Iowa pintaron de rosa los vestidores de los equipos visitantes “en un intento de pacificar a sus oponentes”… hasta que las autoridades deportivas exigieron que todos los vestidores fueran del mismo color.
Los expertos creen que, como el calor nos cambia físicamente (sudamos más, nuestros corazones laten más rápido), es fácil confundir esta sensación con la ira ante situaciones frustrantes.
El calor también nos hace sentir incómodos, lo que puede promover la ira y la agresión; los estudios afirman que la rabia al manejar es más común en los días cálidos que en los fríos. Los científicos observaron que los bateadores de las Grandes Ligas son mucho más propensos a ser golpeados por lanzamientos errantes cuando hace calor que cuanto hace frío.
Cuando un bateador era golpeado por el lanzador del equipo contrario, los lanzadores se desquitaban el 22 por ciento de las veces cuando hacía frío y el 27 por ciento cuando hacía calor. Quizá no parezca mucho, señala Alter, pero significa que “121 bateadores adicionales serían golpeados en represalia si solo se jugara beisbol en días calurosos”.
Tu celular no solo mata tu concentración mientras navegas por Instagram. Un estudio de la Universidad de Texas descubrió que, durante una prueba que requería concentración, los participantes fueron mejores cuando su teléfono estaba en otra habitación que cuando se encontraba en modo avión, boca abajo o dentro de su bolsa.
Otra parte del estudio encontró que los teléfonos apagados distraían más a quienes admitieron ser dependientes de ellos.”Tu mente consciente no piensa en tu smartphone, pero ese proceso (obligarte a no pensar en algo) consume parte de tus recursos cognitivos limitados”, dice Adrian Ward, autor del estudio.
Un estudio en la revista Organizational Behavior and Human Decision Processes encontró que el sarcasmo puede hacer fluir la creatividad.
Los participantes fueron sinceros, sarcásticos o neutrales durante una conversación, y después se midió su creatividad. Independientemente de si los participantes eran sarcásticos o recibían comentarios así, esas pláticas llevaron a soluciones más creativas.
Los autores del estudio concluyeron que decodificar el significado real de frases sarcásticas obliga al cerebro a recurrir al pensamiento abstracto, lo que ayuda a la creatividad.
En un estudio se ofreció el mismo vino a dos precios diferentes, pero los participantes dijeron que el más caro tenía mejor sabor.
Un experimento reciente de la Universidad de Bonn descubrió que cuando se buscan productos más caros, se activan las áreas del cerebro relacionadas con la recompensa y la motivación. La idea de que lo más costoso es mejor está solamente en tu cabeza, pero de todos modos parece real.
Se ha demostrado que las personas gastan más cuando pagan con plástico que cuando usan efectivo. “No estás sacando un billete para pagar, así que no existe una sensación de pérdida“, dijo Duncan Simester, autor de un estudio sobre esta conexión, al New York Times.
Un estudio reciente descubrió que las personas valoran más las cosas cuando pagan en efectivo. En el experimento, la gente compraba tazas y determinaban el precio al que querían revenderlas. Quienes pagaron en efectivo pidieron casi el doble de dinero que quienes habían pagado con tarjeta.
Tomado de rd.com 11 Mind Tricks You Didn’t Know You Fell For
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