Un día cualquiera de 2012, una de las tías de Karla Miranda, de entonces 12 años, notó una protuberancia en el cuello de la chiquilla, así que alertó a los padres, quienes enseguida la llevaron al médico.
Karla, quien entonces presentaba talla baja y sobrepeso, fue sometida a estudios de perfil tiroideo que arrojaron un diagnóstico: hipotiroidismo, enfermedad que es de las principales causas de baja estatura entre los mexicanos junto con las afecciones respiratorias, renales y las deficiencias de la hormona del crecimiento.
El crecimiento infantil es un proceso extremadamente complejo en el que intervienen diversos factores. Además, es uno de los indicadores del estado de salud de los hijos, pues infinidad de enfermedades se manifiestan cuando este se detiene.
Si tu hijo sigue usando los mismos zapatos o pantalones desde hace tiempo, o es el más pequeño de la clase, deberías tomar cartas en el asunto.
“La estatura puede ser reflejo de una buena salud. Y no se trata de que todos los niños alcancen la misma estatura, sino que estén entre los rangos que le correspondan a su edad, género y genética”, explica el Dr. Diego Gaytán, endocrinólogo pediatra del Centro Pediátrico del Crecimiento Sequoia.
La talla puede verse afectada por diversas situaciones desde que la persona se encuentra en el útero y hasta que termina su maduración puberal o se cierra el cartílago de crecimiento, tiempo que varía entre cada individuo y cada género.
Los problemas que afectan son de dos tipos:
Existen genes en el cuerpo humano que participan en el crecimiento de un niño y que son heredados de ambos padres. Los genes del crecimiento de los papás determinan el 80 por ciento de la talla final adulta de su hijo.
En ese tiempo cualquier enfermedad puede tener repercusiones en la talla final de tu hijo: anemia, alteraciones parasitarias, enfermedades respiratorias, alergias recurrentes, enfermedades renales –como la acidosis tubular eneal–, asma, padecimientos cardiológicos, alteraciones de la hormona tiroidea, traumatismos craneoencefálicos o deficiencias francas o propias de la hormona del crecimiento son focos rojos que deben atenderse.
Durante la etapa fetal interactúan genes y hormonas producidas por el bebé y la placenta para cumplir la función del crecimiento; tras el nacimiento, las hormonas del crecimiento y las tiroideas realizarán esta tarea.
En la pubertad, las hormonas sexuales (que son las que dan los cambios de la adolescencia) se suman a la función del crecimiento para culminar en la talla final adulta.
Una dieta balanceada aporta el material energético necesario para el crecimiento. La desnutrición o enfermedades que no permitan la absorción adecuada de los nutrientes pueden dar como resultado una talla baja.
Nada como la práctica regular de una actividad física para un óptimo crecimiento, pero olvídate de competición o alto rendimiento.
El sueño durante la noche y de manera temprana es otro factor que influye en la producción de la hormona de crecimiento natural, así que no permitas que tu hijo se desvele.
Alguna privación emocional, anorexia y depresión pueden provocar alteraciones en el crecimiento.
La talla máxima de tu hijo se verá influenciada por la interacción de estos factores, pues la expresión de los genes depende del estado de salud, psicológico y nutricional.
Tras detectarse alguna anomalía, el siguiente paso es analizar la estatura del niño, así que hay que acudir a un pediatra endocrinólogo, quien mediante la Talla Blanco Familiar (talla obtenida mediante la estatura de ambos padres) podrá determinar las desviaciones estándar en las gráficas de crecimiento.
Aunque la genética determina en gran parte el tamaño del menor, siempre habrá que revisar antecedentes genéticos para ver de qué manera los chicos pueden alcanzar su máxima talla.
El especialista del Centro Sequoia resalta la importancia de acudir al médico a tiempo. “En la pubertad, osifica más rápido el cartílago de crecimiento y ya no hay mucho por hacer, pues en esa etapa la persona ya depende de las hormonas sexuales (estrógeno y progesterona) que está produciendo, las cuales aceleran la maduración esquelética”.
Dependiendo de la causa será el manejo, así que se podría decir que el tratamiento es personalizado y debe comenzar con una historia clínica detallada y una exploración física muy minuciosa del menor para valorar un crecimiento armónico y la realización de estudios médicos. “A veces en una biometría hemática, que es un estudio muy sencillo, se nota que hay anemia y se procede al tratamiento”, puntualiza Diego Gaytán.
Cuestionado sobre la pertinencia de usar la hormona del crecimiento en chicos sanos pero de baja talla, Diego Gaytán comentó que cuando la persona produce de manera normal esta hormona, suministrarle un poco más no tendrá variaciones en la talla.
Tras obtener un diagnóstico correcto y atender las causas del padecimiento, Karla alcanzó una estatura de 1.60 metros y una buena salud. Concluyó satisfactoriamente su tratamiento –que duró cuatro años– y lleva una vida normal.
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