El sarampión es una enfermedad extremadamente contagiosa que se transmite a través del aire y partículas en aerosol que pueden permanecer en el aire hasta dos horas.
Esta enfermedad, que se observa con mayor frecuencia en niños pequeños, se caracteriza por fiebre, malestar, congestión nasal, conjuntivitis, tos y un sarpullido rojo y salpicado.
Expertos en enfermedades infecciosas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés) alertaron de que el sarampión “podría resurgir con toda su fuerza” por el descenso en las tasas de vacunación.
La mayoría de las personas con sarampión se recuperan sin complicaciones en una semana. Sin embargo, para los lactantes, las personas con inmunodeficiencias y otras poblaciones vulnerables, las consecuencias de una infección por sarampión pueden ser graves.
Pueden ocurrir complicaciones poco frecuentes, como neumonía, encefalitis, otras infecciones secundarias, ceguera e incluso la muerte.
Antes de que se desarrollara la vacuna contra el sarampión, la enfermedad mataba entre dos y tres millones de personas al año en todo el mundo. En la actualidad, sigue causando más de 100 mil muertes al año en todo el mundo.
En el año 2000, se declaró la eliminación del sarampión en Estados Unidos, al no observarse una transmisión sostenida del virus durante más de 12 meses. Hoy, sin embargo, este y muchos otros países que también habían eliminado la enfermedad están experimentando brotes preocupantes.
En un artículo publicado en la revista ‘New England Journal of Medicine’, investigadores mencionan que cada complicación y cada muerte relacionada con el sarampión es una “tragedia prevenible que podría haberse evitado mediante la vacunación”.
Algunas personas son reacias a vacunar a sus hijos basándose en la desinformación generalizada sobre la vacuna. Por ejemplo, el miedo a que aumente el riesgo de autismo de su hijo, una falsedad basada en un reclamo desacreditado y fraudulento.
Los autores describen un caso en el que un solo niño con sarampión infectó a otros 23 niños en una clínica oncológica pediátrica, con una tasa de mortalidad del 21 por ciento. “Si las tasas de vacunación continúan disminuyendo, los brotes de sarampión pueden volverse aún más frecuentes, esto es alarmante”, detallan.
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