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Un asunto candente

El poder de la nicotina: hay al menos 7 millones de usuarios de cigarrillos electrónicos en Europa.

Se dice que los cigarrillos electrónicos son menos peligrosos para la salud, pero es posible que estén creando una nueva generación de adictos a la nicotina.

Los clientes inundan una iluminada tienda de cigarrillos electrónicos situada muy cerca de una escuela secundaria en el centro de La Seyne-sur-Mer, en el sur de Francia. Un anuncio de neón promociona las ofertas junto a coloridos exhibidores de la parafernalia del nuevo estilo de fumar. Hay un gran surtido de sabores —entre ellos fresa, sangría de arándano azul y cereza-lima— y, pegados a las vidrieras, se ven informes tranquilizadores: un estudio indica que estos cigarrillos ayudan a dejar de fumar; se muestran testimonios de quienes lo han logrado, y se afirma incluso que un grupo antitabaco aprueba esta nueva alternativa al cigarrillo.

Estoy en una de las cinco tiendas de cigarrillos electrónicos recién abiertas en esta ciudad de 60,000 habitantes, lo que refleja la creciente popularidad del nuevo sistema no sólo en Francia, sino en toda Europa.Se calcula que las ventas europeas ascendieron a entre 400 y 500 millones de euros en 2013, con 7 millones de usuarios habituales. Según la cámara del ramo, la industria está creciendo a un ritmo mensual de entre 20 y 30 por ciento en todo el mundo.

Los cigarrillos electrónicos se diseñaron a imitación de los normales de tabaco. Los primeros que salieron al mercado eran réplicas exactas de ellos, y por lo mismo siguen siendo populares. Entre la segunda generación de cigarrillos electrónicos se cuentan los de la marca eGo, algunos de los cuales parecen coloridos bolígrafos, son más baratos y permiten mezclar sabores y ajustar la concentración de nicotina. Los modelos de lujo más recientes (llamados evaporadores personales avanzados) tienen múltiples formas y tamaños, y ofrecen más opciones de ajuste.

Los cigarrillos electrónicos constan de tres partes básicas: una pila, un atomizador y un cartucho de líquido evaporable a base de propilenglicol (aditivo de productos tan diversos como medicinas y anticongelantes) o glicerina, un saborizante y, casi siempre, nicotina, el alcaloide del tabaco que causa adicción al cigarrillo.

Además, pueden tener en la punta una luz LED de activación manual o automática. Hay algunos desechables, pero hoy la mayoría se recargan. En ambos casos el principio es el mismo: al dar una chupada al cigarrillo, el atomizador calienta el líquido y emite un vapor que produce en la garganta una sensación muy parecida a la que se experimenta al fumar.

Comercializado al principio como un auxiliar para dejar de fumar, el cigarrillo electrónico se ha vuelto una opción en sí mismo, y en Europa ha surgido una subcultura en torno a él. Animados foros de Internet se dedican a lo que para muchos es un pasatiempo. Los miembros debaten sobre los mejores equipos, dónde comprarlos y hasta cómo fabricar en casa líquidos evaporables con propilenglicol adquirido en farmacias.

La seguridad de los cigarrillos electrónicos aún se discute. Sin duda son menos dañinos que los de tabaco (que contienen cientos de sustancias tóxicas) y de gran ayuda para quienes desean dejar de fumar, pero hay buenas razones para preocuparse por ellos. Un estudio de la Universidad de Atenas acerca de su uso a corto plazo advierte sobre posibles daños para la salud, como trastornos respiratorios e irritación de boca y garganta. Se sabe que la nicotina causa ansiedad y sube la presión arterial; también hay pruebas de que daña los vasos sanguíneos y las células cardiacas, lo que aumenta el riesgo de infarto y apoplejía.

No se sabe con certeza el grado de nocividad del cigarrillo electrónico. Casi todos los equipos y cartuchos se hacen en China, pero hasta ahora no hay controles de calidad obligatorios. Falta investigar la inocuidad de muchas sustancias que se forman al calentar el líquido evaporable.

“Los cigarrillos electrónicos no emiten vapor de agua puro”, advierte el doctor Phillip Gardiner, experto en nicotina de la Universidad de California. “Son una nueva fuente de compuestos orgánicos volátiles, nicotina y metales pesados. Todavía queda por determinar los riesgos para la salud de exponerse a todo esto”.

“Como ocurre con el tabaco, hay que estudiar a muchos miles de usuarios durante varias décadas para poder decir si el cigarrillo electrónico es inocuo o no”, explica la doctora Charlotta Pisinger, experta en salud pública del Hospital Glostrup, cerca de Copenhague. “En general, quien fuma tabaco tampoco sufre efectos adversos considerables durante años. Los daños se acumulan y se manifiestan décadas después”.

Lo más inquietante es que la publicidad del cigarrillo electrónico está atrayendo a los jóvenes. Los anuncios presentan usuarios seductores y sanos, tal como lo hacían los anuncios de cigarrillos antes de que la ciencia demostrara que el tabaco mata a la mitad de quienes lo consumen.

Celebridades como Johnny Depp, Leonardo DiCaprio y Katy Perry han sido fotografiadas usando cigarrillos electrónicos. La marca E-Lites se las ingenió para presentar su producto en el video Hard Out Here de la cantante pop británica Lily Allen. Si a esto se añaden estimulantes sabores dirigidos a los adolescentes, es grave el peligro de crear una nueva generación de adictos a la nicotina.

Los cigarrillos electrónicos pueden atraer incluso a los niños. Elizabeth Baker, una madre de familia británica, los usa para dejar de fumar, y se quedó atónita al ver que les interesaban a sus dos hijos, de 14 y 11 años. “Siempre se opusieron ferozmente a que yo fumara y saben cuánto me está costando dejarlo”, dice, “pero me han pedido permiso de probar mis cigarrillos electrónicos”.

Disuadidos de fumar por la conciencia del peligro que entraña, muchos jóvenes se exponen sin saberlo a un futuro de enfermedad causada por el cigarrillo electrónico; o bien, podrían recurrir al tabaco una vez que se hagan adictos a la nicotina en su modalidad electrónica.

“La nicotina es muy adictiva, quizá tanto como la heroína”, advierte Peter English, médico familiar y experto en salud pública británico.

Las tabacaleras ya han adquirido o creado marcas de cigarrillos electrónicos, y a algunos expertos les preocupa que los usen como recurso mercadotécnico para inducir al consumo de tabaco. “Con los cigarrillos electrónicos pueden mostrar imágenes idénticas a las de productos de tabaco en videos y películas para niños. En la entrega de los Globos de Oro había gente fumando —chupando— cigarrillos electrónicos, lo que ha hecho que vuelva a parecer un acto normal”, señala Martin McKee, profesor de salud pública de la Facultad de Higiene y Medicina Tropical de la Universidad de Londres.

Gerard Hastings, profesor del Centro de Investigación para el Control del Tabaco de la Universidad de Stirling, en Escocia, coincide. “En 2013 auditamos toda la publicidad de cigarrillos electrónicos en el Reino Unido”, dice. “Retrocedimos a los años 60, cuando la publicidad del tabaco aún era muy libre y estaba en todas partes. Ahora vemos las mismas imágenes de estilo y moda, modernidad, patrocinio deportivo, aprobación por parte de celebridades, y videos musicales. Todos los recursos que las tabacaleras usaban antes se aprovechan hoy para vender cigarrillos electrónicos”. 

“Los cigarrillos electrónicos son auxiliares eficaces para dejar el tabaco”, admite Bertrand Dautzenberg, profesor de medicina torácica del Hospital de la Pitié-Salpêtrière de París y director de la Oficina Francesa de Prevención del Tabaquismo. “Pero son malos para los no fumadores y constituyen un camino directo a la adicción a la nicotina”.

Una encuesta de Reader’s Digest entre estudiantes suecos de 16 a 18 años reveló que dos de cada cinco habían probado el cigarrillo electrónico, y cinco por ciento lo usaban habitualmente con nicotina. ¿Sus motivos? Les gustaba el sabor y poder usarlos en lugares donde estaba prohibido fumar tabaco.

Por ejemplo, Carl, estudiante de 16 años de Estocolmo, no enciende cigarrillos frente a sus padres porque ellos ignoran que fuma tabaco; aun así, obtiene en casa su dosis diaria de nicotina con cigarrillos electrónicos. “Es muy práctico”, dice. “No huele, sabe bien y puedes fumar adentro”. Admite que esto ha aumentado su consumo de nicotina. “Fumo cigarrillos electrónicos en casa y después ¡salgo a la calle a fumar tabaco!”

Otras investigaciones confirman la experiencia de Carl. Un estudio de casi 76,000 adolescentes surcoreanos mostró que cuatro de cada cinco usuarios de cigarrillos electrónicos también fumaban tabaco. Quienes habían intentado dejar de fumar eran más propensos a usar cigarrillos electrónicos, pero menos a dejar el tabaco.

Los usuarios del cigarrillo electrónico tendían a fumar mucho. “Los fumadores recurren al cigarrillo electrónico para dejar de fumar, pero acaban usándolo como complemento del cigarrillo normal; por ejemplo, en los lugares donde está prohibido fumar”, explica la doctora Pisinger.

También hay indicios de que el cigarrillo electrónico puede inducir a los no fumadores a consumir tabaco. A los 28 años de edad el praguense David Rous nunca había fumado, y un día su novia lo convenció de probar uno de sus cigarrillos electrónicos. Al cabo de una semana David los había dejado… por los cigarrillos normales. Hoy, a sus 30 años, este gerente de una empresa de servicios fuma de 10 a 15 cigarrillos al día y es adicto. ¿Lamenta haber probado el cigarrillo electrónico? “No puedo decir que lo lamente porque disfruto el sabor del tabaco y espero con ansia el próximo cigarrillo”, dice.

La Unión Europea quiere controlar la revolución del cigarrillo electrónico, y hace poco aprobó una nueva norma sobre tabaco que se extiende también a este nuevo producto y que deberá ser aplicada por los países miembros a partir de mayo de 2016. Exige, por ejemplo, imprimir advertencias en pro de la salud en los empaques de los cigarrillos electrónicos, y prohíbe ciertos tipos de publicidad. Además, limita la concentración máxima de nicotina en ellos a 20 miligramos por mililitro de líquido; el volumen máximo de los cartuchos no recargables a dos mililitros, y el máximo de los recargables a 10 mililitros. La norma también posibilita la prohibición de cigarrillos electrónicos específicos o de cartuchos recargables si tres países miembros retiran un producto del mercado por motivos de seguridad justificados.

Los países miembros tendrán libertad de regular el uso de los cigarrillos electrónicos como productos medicinales. Austria ya hace esto, mientras que Noruega simplemente prohíbe la venta de cartuchos con nicotina. Bélgica, por su parte, prohíbe usar cigarrillos electrónicos en restaurantes, cafés y otros sitios públicos. Funcionarios ingleses proponen prohibir la venta de cigarrillos electrónicos a menores de 18 años, pero una laguna en la ley de publicidad británica, que desde 1965 prohíbe los anuncios de cigarrillos en televisión, ha permitido que la British American Tobacco promueva los cigarrillos electrónicos Vype en televisión y en Internet.

En el otoño de 2013 la Universidad de Reims Champagne-Ardenne prohibió el uso de cigarrillos electrónicos en sus instalaciones para atender las quejas de algunos estudiantes. “Era inadmisible exponer a los que no fumaban ni usaban cigarrillos electrónicos al humo del tabaco y al vapor de nicotina”, dice Gilles Baillat, el rector, quien acepta que por ahora los cigarrillos electrónicos se consideran menos dañinos que el tabaco.

Pocos respaldan una prohibición total, pues impediría el acceso de los fumadores a un recurso cómodo y popular para dejar el hábito. Y prohibir la venta a menores de 18 años puede resultar contraproducente, ya que les da a los cigarrillos electrónicos el atractivo de “fruto prohibido”. Aun así, algunos expertos exigen una reglamentación estricta. Charlotta Pisinger cree que fijar precios altos, prohibir la venta de cigarrillos electrónicos a menores y su uso en lugares públicos, y regularlos como productos medicinales son medidas que podrían dar resultado. Estas acciones se consideran vitales porque, como dice el profesor Dautzenberg, “los cigarrillos electrónicos son tóxicos y adictivos, y no son para los jóvenes”.

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