La risa, remedio infalible: Un hombre que viaja en globo
Al salir de la cantina del pueblo, un vaquero descubre que alguien pintó su caballo de color amarillo. Se da media vuelta, desenfunda su revólver...
Un hombre que viaja en globo aerostático se da cuenta de que está extraviado, así que desciende unos 100 metros hasta que ve un individuo en el suelo.
—Oiga, ¿podría ayudarme? —le dice a gritos—. Le había prometido a un amigo mío reunirnos hace media hora, pero no tengo ni la menor idea de dónde estoy.
El tipo en tierra le contesta:
—Pues está usted en un globo aerostático a unos 10 metros sobre el nivel del suelo. En cuanto a las coordenadas, se encuentra entre 40 y 42 grados latitud norte y entre 58 y 60 grados longitud oeste.
—¡Vaya, debe de ser usted ingeniero! —exclama el hombre del globo.
—Así es. ¿Cómo lo supo?
—Porque todo lo que me ha dicho es técnicamente correcto, pero creo que no me sirve para nada. Como ve, sigo extraviado.
El ingeniero responde:
—Entiendo. Entonces, usted debe de ser administrador.
—¡Sí! ¿Cómo lo adivinó?
—Bueno, porque no sabe usted dónde está ni a dónde va. Hizo una promesa sin saber cómo la iba a cumplir, y ahora espera que yo le solucione el problema. El hecho es que usted está exactamente en el mismo lugar donde se encontraba antes de conocerme, pero ahora resulta que, por alguna extraña razón, soy yo quien tiene la culpa.
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Creo que los policías no deberían ponerse gafas de sol reflejantes. Mientras uno de ellos me echaba un sermón, yo sólo pensaba: Ay, Dios, ¡ya tengo que cortarme el pelo!
Bonnie McFarlane, comediante
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Un helicóptero se estrelló en el cementerio municipal. La policía ya ha recuperado 2,500 cadáveres.
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Al salir de la cantina del pueblo, un vaquero descubre que alguien pintó su caballo de color amarillo. Se da media vuelta, desenfunda su revólver y de una patada abre las puertas batientes de la taberna.
—¡Quietos todos! —grita—. ¿Quién fue el imbécil que pintó mi caballo?
Un sujeto enorme se pone de pie y lo fulmina con la mirada.
—¡Fui yo! ¿Hay algún problema?—responde, gruñendo.
—No, señor, ninguno —contesta el vaquero—. Sólo quería avisarle que ya se secó la pintura, por si quiere darle otra mano.
Enviado por Joseph William Stokoe, Reino Unido