La risa, remedio infalible: En el consultorio
Un músico indigente está en una esquina tocando la guitarra. Después de una hora, más o menos, se le acerca un agente de policía...
En el consultorio, el oculista le dice al paciente:
—Cierre el ojo izquierdo. ¿Cuál es la primera letra de la última línea?
—La “B” —responde el paciente.
—Fíjese bien, por favor.
—La “B”.
—Ahora, abra el ojo izquierdo y dígame de qué letra se trata.
—Ya se lo dije dos veces: la “B”.
El oculista se acerca a consultar el cartel, ve la última línea y exclama:
—¡Vaya, es cierto, es la “B”!
Maxim Bajdukov, Rusia
Un músico, un oculista y apetito feroz
Un músico indigente está en una esquina tocando la guitarra. Después de una hora, más o menos, se le acerca un agente de policía y le pide que le muestre su permiso para tocar música en la calle. El músico confiesa avergonzado que no la tiene.
—Entonces —dice el agente—, va a tener que acompañarme.
—Está bien —contesta el músico encogiéndose de hombros—. ¿Qué quiere cantar?
Debra Ramsey, Reino Unido
Pedro invita a su amigo José a cenar a su casa. A cada petición que el anfitrión hace a su esposa antepone expresiones como “mi cielo”, “mi amor”, “mi vida”, etcétera.
—Qué buen detalle de tu parte —comenta José—. Después de tantos años de matrimonio, sigues usando nombres cariñosos para dirigirte a tu esposa.
Pedro agacha la cabeza y le dice en voz baja:
—La verdad es que hace tres años se me olvidó cómo se llama.
Christie Fosu, Reino Unido
Un hospital de Londres al que le hace falta personal contrata a un grupo de caníbales para que haga la limpieza, pues no hay ningún habitante de la ciudad que quiera hacer ese trabajo.
—Ahora forman parte de nuestro equipo —les dice el director de recursos humanos durante una sesión informativa de bienvenida—. Podrán usar la cafetería exclusiva para el personal, gozarán de todos los beneficios en cuanto a vacaciones y jubilación, pero, por favor, no se vayan a comer a ninguno de los otros empleados.
Los caníbales prometen que se portarán bien. Pasan cuatro semanas y, una mañana, el director se reúne con ellos en el pasillo.
—Han hecho un trabajo impecable y estoy muy satisfecho con ustedes. Sin embargo, Cecilia, una de las secretarias del hospital, ha desaparecido. Me imagino que ninguno de
ustedes tiene idea de dónde está.
Los caníbales niegan en redondo con la cabeza.
Una vez que el director se aleja por el pasillo con expresión de desconfianza, el jefe de los caníbales les dice a los demás:
—A ver, confiesen, ¿quién de ustedes se comió a la secretaria?
Uno de ellos levanta la mano.
—¡Tonto! —grita enfurecido el jefe—. Pasamos cuatro semanas comiendo directores y nadie se dio cuenta, ¡pero tenías que comerte a alguien que sí trabaja!
Stuart Wignall, Reino Unido
A veces me siento frente a la televisión todo el día, ¡y me aburro muchísimo! Pero si la enciendo… es aún peor.
Ljudmila Doronina, Rusia