Voladores de Papantla, descubre cuál es el significado de su ritual
Este ritual religioso milenario, realizado por los Voladores de Papantla, es un orgullo de México que no puede desaparecer. ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez?
Este ritual religioso milenario, realizado por los Voladores de Papantla, es un orgullo de México que no puede desaparecer. ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez con estos hombres-pájaro surcando los aires? Descubre su significado.
La belleza de la ceremonia ritual ha sorprendido a propios y extraños desde tiempos inmemoriales, razón por la que fue considerada, en 2009, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
A pesar de que es uno de los más grandes orgullos de México, destacó en la prensa mexicana que un funcionario había pedido la desaparición de la ceremonia.
Esta ceremonia que ejecutan diversos grupos étnicos no sólo de México, también de Centroamérica, es una danza asociada a la fertilidad.
Es un ritual de danza, equilibrio y honor de súplica para los dioses, no un juego ni un acto de valor como se piensa.
Lo practican los nahuas y los totonacos en la Sierra Norte de Puebla y en el Totonacapan, en el estado mexicano de Veracruz. Su objeto es expresar el respeto hacia la naturaleza y el universo espiritual, así como la armonía con ambos.
Según la historia, la ceremonia nació en una época de sequía en el Señorío de Totonacapan que se prolongó tantos años, que un grupo de ancianos sabios pidió a unos jóvenes castos hallar el árbol más alto y fuerte de la zona para usarlo en un ritual.
La plegaria para que lloviera debía ser dicha en la punta del tronco para que los dioses la escucharan. Tras la realización del rito, el agua llegó y la gente de Papantla decidió realizar la ceremonia de manera periódica.
Al principio sólo se llevaba a cabo al inicio de la primavera, pero esto cambió con el tiempo y ahora depende de la zona en donde se realiza.
¿Sabías que es el rito más solemne de fertilidad de los totonacas?
Los también conocidos hombres-pájaro usan trajes elaborados con plumas reales de distintas aves. En sus inicios adornaban sus atuendos con plumas de quetzales, guacamayas, calandrias, cuervos, búhos y águilas.
Sus pantalones rojos, considerado el color de la sangre de los danzantes muertos y la calidez del sol, están adornados con chaquira y espiguilla y calzan botines negros.
La indumentaria también se compone de un paliacate amarrado a la cabeza sobre el que colocan un gorro con un penacho multicolor que imita el copete de un ave, y de su espalda cuelgan largos y coloridos listones que simulan el arcoíris que se forma después de la lluvia.
La danza colorida y llena de misticismo en la que los hombres-pájaro dan vueltas para luego arrojarse al vacío, en realidad es el final de una ceremonia que inicia con la selección del palo volador, la confección de los trajes y la abstinencia sexual y de bebidas alcohólicas por parte de los danzantes en los días previos.
De hecho, el ritual iniciaba cuando el caporal se interna en el bosque para buscar el árbol más alto, y una vez que lo encuentra, emite el son del perdón señalando a los cuatro puntos cardinales.
Una vez que era derribado, el grupo le quitaba el follaje y lo trasladaba al centro del pueblo, teniendo total cuidado de no tocar el tronco, porque podía ser de mala suerte para los voladores.
Y ya la parte final inicia cuando los cinco danzantes se dirigen al palo volador caminando en fila y con la cabeza inclinada en señal de respeto y humildad hacia sus dioses protectores.
Al frente de la fila va el caporal, quien entona una melodía con un tambor sujetado a su muñeca y un flautín hecho de carrizo.
Cada hombre gira en el aire 13 veces que al multiplicarlas por 4 da un total de 52, número que indica los años que completan un ciclo solar según el calendario prehispánico
El palo, incrustado en el suelo, está coronado por el ‘tecomate’, una pequeña plataforma de madera y aparato giratorio en el que se apoyan los danzantes y desde el cual se lanzan al vacío sostenidos de cuerdas.
La altura del palo volador varía; el de la explanada de la iglesia de Papantla, Veracruz, alcanza los 37 metros; el de Tajín, en el mismo estado, mide 27 y el que está afuera del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México es de 25 metros.
Actualmente esta danza, que ha adquirido fama internacional y he llegado a lugares como Rusia, Reino Unido, Francia y Holanda, se realiza en comunidades indígenas durante festividades patronales, en eventos culturales como la Cumbre Tajín y como entretenimiento turístico en la Zona Arqueológica de Tulum, en Quintana Roo; o en la explanada del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México.