El lupus es una enfermedad crónica y compleja que afecta a más de 5 millones de personas en el mundo. A pesar de décadas de investigación, su origen exacto seguía siendo un misterio. Pero un reciente estudio de Stanford Medicine aporta una pieza clave: el virus Epstein-Barr (VEB), un microorganismo que casi todos cargamos sin siquiera notarlo, podría jugar un papel decisivo en el desarrollo de la enfermedad.
Los hallazgos, publicados en Science Translational Medicine, ofrecen una explicación científica clara sobre cómo este virus puede activar una respuesta autoinmune tan intensa que termina atacando los tejidos del propio cuerpo.
Un virus muy común con un impacto inesperado
El virus Epstein-Barr es tan frecuente que más del 95% de los adultos lo porta. Se transmite principalmente por la saliva—de ahí que se le relacione con la “enfermedad del beso”—y después de la infección inicial permanece en el organismo para toda la vida.
Generalmente no causa problemas: en muchas personas pasa desapercibido y en otras provoca mononucleosis, una enfermedad leve que suele resolverse sola. Sin embargo, su presencia silenciosa dentro de ciertas células del sistema inmunitario podría ser mucho más importante de lo que se pensaba.
¿Qué descubrió el estudio?
El equipo de Stanford desarrolló una tecnología capaz de identificar con gran precisión qué células están infectadas por el virus. Con esta herramienta encontraron algo sorprendente:
- En personas sanas: solo 1 de cada 10,000 células B contiene el virus.
- En personas con lupus: aproximadamente 1 de cada 400 células B está infectada.
Esto representa un aumento de 25 veces.
Aunque la cantidad parece pequeña, estas células actúan como “líderes inmunitarios” capaces de desencadenar una reacción en cadena.
La proteína viral que dispara la autoinmunidad
El estudio reveló que, incluso en reposo, el virus puede “despertar” dentro de la célula y obligarla a producir una proteína llamada EBNA2. Esta proteína funciona como un interruptor molecular, encendiendo genes relacionados con inflamación y reconfigurando a la célula para volverse mucho más activa de lo normal.
Esa activación exagerada provoca varios efectos:
- La célula B se vuelve altamente inflamatoria.
- Activa células T que también tienden a atacar componentes del propio cuerpo.
- Recluta otras células B que, aunque no estén infectadas, se suman al ataque autoinmune.
El resultado es un brote de lupus, una tormenta inmunitaria que inflama articulaciones, piel, órganos y tejidos.
Si casi todos tenemos el virus, ¿por qué solo algunos desarrollan lupus?
Esta pregunta ha intrigado a médicos y científicos por años. La nueva hipótesis plantea que:
- podrían existir diferentes cepas del virus Epstein-Barr, algunas mucho más capaces de activar este proceso inflamatorio;
- la genética individual también influye en cómo responde el sistema inmunitario;
- factores ambientales como infecciones, estrés o desequilibrios hormonales podrían actuar como detonantes.
El estudio no afirma que el virus sea la única causa, pero sí sugiere que es un componente fundamental en el desarrollo del lupus en quienes ya tienen una predisposición.
Un hallazgo con potencial para el futuro
Este avance abre posibilidades para:
- Nuevos tratamientos dirigidos a células infectadas.
- Terapias antivirales específicas para el VEB.
- Mejor comprensión de otras enfermedades autoinmunes.
- Estrategias preventivas en personas de alto riesgo.
Aunque aún quedan preguntas por responder, los investigadores coinciden en que este descubrimiento representa un paso decisivo para entender la enfermedad y, eventualmente, encontrar mejores opciones de tratamiento.