Una antigua teoría: las propiedades terapéuticas de la sangría
Durante cientos de años se utilizaron las sangrías como un remedio para males tan dispares como la amnesia, la sordera y los ataques cerebrales. Se suponía que, en caso de enfermedad, la sangre se estancaba en ciertas partes del cuerpo, y que provocando una hemorragia se revitalizaba al paciente. En la práctica se sangraba de tal manera a los enfermos que muchos se debilitaban y otros se morían. Para sangrarlos se sajaba una vena, se ponían sanguijuelas o se usaban copas de succión (ventosas) que producían moretones. Hacia 1860 se desacreditaron estos métodos, pero hoy la medicina los está reconsiderando. En ciertos casos de microcirugía se usan sanguijuelas para extraer el exceso de sangre en los tejidos, que podría coagularse y retrasar la cicatrización. Cuando hay un aumento anormal de eritrocitos se suele sangrar al enfermo y restituir el volumen con plasma.
Cómo se obstruyen las arterias
La aterosclerosis comienza por laceraciones en el revestimiento interno de las arterias causadas por la hipertensión, el alto nivel de colesterol, el exceso en el fumar u otros factores. Los lípidos de la sangre, incluyendo el colesterol, se acumulan en las zonas dañadas formando gruesas masas sebáceas que reciben el nombre de ateromas o placas ateroscleróticas.
En la formación de la placa intervienen además dos tipos de células sanguíneas: los macrófagos, que son los glóbulos blancos más grandes, y las plaquetas, las pequeñas células que participan en la coagulación de la sangre. Los macrófagos se llenan de colesterol y este compuesto se acumula, además, en los espacios que quedan entre ellos, contribuyendo a estrechar las arterias.
La placa aterosclerótica reduce la luz de las arterias y hace difícil la circulación de la sangre De estos puntos se puede desprender un coágulo que se desplace hacia el corazón o alguna arteria pequeña, obstruyéndola. Si bloquea una arteria coronaria, causa angina de pecho o un ataque cardiaco; si tapona uno de los vasos que van al cerebro, produce un ataque cerebral.
El laseroscopio, este nuevo instrumento para deshacer ateromas que funciona como un zapapico, fue inventado por un cardiólogo y se encuentra en etapa experimental. El aparato se coloca en un catéter que el cirujano introduce con mucho cuidado en la arteria dañada. Al llegar al ateroma que obstruye la circulación, lanza un rayo láser y desintegra el depósito de grasa. Antes de disparar el láser, se infla por detrás del ateroma una especie de globo que detiene momentáneamente el flujo de sangre; así se despeja el camino para el láser y no se dañan las células sanguíneas.
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