Una historia de amor
¿Cuál es el origen de todo esto? Se trata de una historia de amor. A muy grandes rasgos va así: cuando Jill Magid, autora de estas piezas, conoció la obra de Barragán quedó tan conmovida que quiso explorar y aprender más sobre el trabajo del arquitecto con la intención de integrar la búsqueda a su obra artística. Conoció el archivo personal –e incluso vivió en la casa de éste–, pero no el archivo profesional, propiedad de Federica Zanco, quien le negó usar el acervo en cuestión.
Ante el rechazo, Magid insistió y buscó que la propietaria le permitiera trabajar con los archivos mediante un acercamiento personal: decenas de cartas y correos electrónicos intercambiados entre la artista y la propietaria, documentos que forman parte de La propuesta, obra central de la exposición.
El archivo profesional de Luis Barragán llegó a manos de Federica Zanco cuando el presidente de Vitra (empresa suiza de muebles) lo compró para ofrecérselo en vez de un anillo de compromiso; el regalo incluía el derecho a usar el nombre del arquitecto, la obra y fotografías de todas sus creaciones. Esta historia le llegó de oídas a la artista, lo que no importa para fines prácticos, pues –real o ficticia– fue la que catalizó todo.
Jill no entendía por qué no podía usar parte del archivo Barragán para desarrollar su trabajo. ¿Hasta qué punto nuestro nombre e ideas podrían ser una pertenencia? ¿Estos elementos son objetos que se pueden tasar e intercambiar? ¿La identidad también puede ser comprada y vendida? ¿Y el legado?
A decir por la manera en que se habían desarrollado estos eventos, sí: esta propiedad era la que impedía que Magid pudiera usar esa parte de los archivos. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea que tanta polémica ha levantado.
Foto: Museo Universitario Arte Contemporáneo
En las conversaciones que Jill había mantenido con Zanco, también directora de la Fundación Barragán en Suiza, ésta le había comentado que, a ratos, se sentía sola con el archivo de Barragán, ya que lo estudiaba en un cuarto solo con un par de asistentes. ¿Por qué no lo compartía con los demás? Porque ella tenía proyectos que ya estaba desarrollando.
Tomando en cuenta lo que representaba el archivo y la profunda admiración que ambas sentían por Barragán, Magid pensó proponer un intercambio a Zanco para que aceptará “liberar” los documentos. Pero ¿qué podía ofrecer ella a cambio?, ¿qué sería tan atractivo o valioso como el archivo? Quizá el arquitecto mismo.
Magid consultó con la familia antes de hacer cualquier cosa y, con su aprobación, puso manos a la obra, siempre respetando las leyes, como acostumbra hacer. Jill exhumó las cenizas de Luis Barragán, tomó una pequeña cantidad para hacer un diamante y montarlo en un anillo de oro. A cambio de las cenizas dejó un caballo de plata que compensaba el peso de lo retirado, esto forma parte de la obra Ex-Voto.
El intercambio sería así: el anillo con el diamante hecho de las cenizas de Barragán sería de Zanco si liberaba el archivo profesional. De esta manera, la artista jugaba con el significado del valor a la vez que levantaba serios cuestionamientos sobre las ideas, la propiedad, identidad y hasta ciertos rituales de las sociedad.
La propuesta hizo que muchos pegaran el grito en el cielo. ¡Cómo se atrevió a profanar la memoria del arquitecto! ¡Cómo se le había permitido hacer tal cosa, si Barragán era un ferviente católico que jamás hubiera aprobado semejante destino de sus restos! Pero, la verdad, todo esto se agradece porque, de una u otra manera, nos enriquece.
Foto: Museo Universitario Arte Contemporáneo
El trabajo de Jill tiene un carácter de performance en el que a menudo se difumina la delgada línea que separa sus obras de su vida. A través de éste explora las relaciones emocionales, filosóficas y las tensiones legales entre el individuo y las instituciones “de protección”. Esto la ha llevado a infiltrarse en el Departamento de Policía de Nueva York y en la Agencia de Seguridad e Inteligencia de Holanda. Resulta más interesante que siempre lo haga siguiendo la ley, pero encontrando un hueco en sus mecanismos.
¿Son gratuitas sus provocaciones? No. La película basada en un libro jamás se aproximará al libro mismo y una película jamás podrá ser contada en un libro: cada uno ha sido pensado para un lenguaje específico dentro del que puede alcanzar su máximo potencial. Lo mismo pasa con el trabajo de Magid: al buscar una respuesta a sus preguntas con estas acciones, ha sido capaz de hacer que éstas lleguen a la dimensión que compartimos, que escapen del papel y los filósofos para incluirnos en el debate.
Esta exposición se agradece más que una cuyo atractivo sea tomarse la foto con una calabaza llena de puntitos, o un par de alas en alguna avenida de la ciudad, porque nos lleva a cuestionarnos aspectos que normalmente pasan desapercibidos, pero en los que todos nos podemos encontrar. No importa hacia dónde nos lleve o cuánto dure, lo importante –y valioso– es que empezó un diálogo, una conversación porque, como dice Peter Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica, “En el silencio, el statu quo sigue estando más seguro. En la conversación se persigue un futuro incierto”.
Este siempre ha sido el papel del arte. Lo que sucede en lo que se denomina como “arte contemporáneo” es que cambian las maneras de hacerlo: en vez de pintar un lienzo o esculpir una roca, se realizan acciones como estas que nos permiten poder considerar cuestiones que, de otra forma, nos pasarían desapercibidas.
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