Una enfermedad nos lleva a otra, caso del canadiense Marvin
EL PACIENTE: Marvin, ingeniero químico de 55 años LOS SÍNTOMAS: Jaqueca intensa y dolor en un glúteo EL MÉDICO: Dr. Brian Goldman, especialista en urgencias HACE POCO, Marvin, un hombre canadiense de edad madura,...
LOS SÍNTOMAS: Jaqueca intensa y dolor en un glúteo
EL MÉDICO: Dr. Brian Goldman, especialista en urgencias
HACE POCO, Marvin, un hombre canadiense de edad madura, entró a la sala de urgencias de un hospital en Toronto. Marvin había tenido dolores de cabeza, pero nunca uno tan fuerte. El malestar se fue haciendo más intenso al pasar las horas, le punzaba mucho la frente, sentía como si fuera a darle gripe y no dejaba de sobarse el glúteo izquierdo.
—Me duele —le dijo al doctor Brian Goldman, que estaba de guardia ese día—. Creo que estoy envejeciendo.
Marvin no tenía fiebre, y ninguno de sus familiares estaba enfermo. “Como médico de urgencias, siempre considero el peor escenario”, señala Goldman. “Aquello no era una simple jaqueca, así que ese factor complicaba el caso”. Dada la intensidad y naturaleza atípica del dolor de Marvin, el médico pensó que podría tratarse de un tumor, una hemorragia subaracnoidea (cuya causa suele ser un aneurisma) o meningitis.
Goldman examinó a Marvin, que tenía un poco acelerado el pulso pero no mostraba señales de gripe ni de infección por ningún lado.
“Le palpé el cuello para ver si había rigidez, signo común de meningitis, pero estaba normal, cuenta el doctor”
La única forma segura de diagnosticar meningitis es la punción lumbar, que consiste en buscar glóbulos blancos en el líquido cefalorraquídeo. Pero si un paciente tiene elevada la presión intracraneal por hemorragia o tumor, la punción puede hacer que el cerebro descienda y quede comprimido contra la base del cráneo.
Marvin perdería la conciencia, entraría en coma y a la larga dejaría de respirar, explica Goldman. Una tomografía reveló que no había anomalías en el cerebro de Marvin. La punción lumbar podía hacerse sin riesgos.
Goldman le insertó al paciente una larga aguja en la espalda, el líquido analizado no mostró glóbulos rojos. Por ende se descartó hemorragia, pero se detectó glóbulos blancos en la muestra, una señal clara de infección. Había 95 leucocitos por milímetro cúbico. No eran muchos, pero bastaron para saber que Marvin tenía meningitis, o inflamación de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal.
“Hay varias formas de meningitis, entre ellas la bacteriana y la viral. “La bacteriana evoluciona rápidamente y suele causar la muerte de adultos jóvenes”, dice Goldman.
Los síntomas de la variante viral son más sutiles y menos letales, pero por lo general ataca a niños menores de cinco años. “No tenía ni la menor idea de cómo Marvin había contraído meningitis”, admite Goldman. “Luego recordé el dolor de glúteo”.
Examinó al paciente y vio que tenía unas hileras de pequeñas ampollas rojizas en el glúteo izquierdo. Entonces, la meningitis viral tenía sentido. Además de la fuerte jaqueca, Marvin tenía herpes zóster.
Esta enfermedad se debe al virus de la varicela zóster, miembro de un grupo de enterovirus que tienden a circular en el ambiente en el verano y al empezar el otoño. El virus de las paperas y el del Nilo occidental pertenecen a este grupo y también causan meningitis.
“Según Goldman, no es raro que el virus de la varicela produzca herpes zóster, pero jamás había visto herpes zóster y meningitis viral al mismo tiempo”
Hospitalizó a Marvin y le suministró aciclovir, el único fármaco antiviral intravenoso que existe para tratar la meningitis. Dos días después, el dolor de cabeza había cedido y el paciente se recuperó por completo. La moraleja de esta historia, dice Goldman, es buscar una conexión: “Uno nunca sabe lo que va a encontrar”.