En Sint-Michielsgestel, Holanda, Carin Aarts llevaba años tomando omeprazol, un inhibidor de la bomba de protones (IBP), para aliviar la indigestión. Un día empezó a sufrir también dolores de cabeza y presión alta, pero nadie asoció estos síntomas con el fármaco.
No fue hasta 2014 cuando un médico le diagnosticó una grave deficiencia de magnesio por el uso del IBP. El riesgo cardiaco de Carin, que tenía 56 años, era inminente.
Los IBP suelen recomendarse para prevenir úlceras y hemorragias gastrointestinales, y también para reducir el reflujo causado por el exceso de ácido gástrico.
Son tan eficaces, que su uso ha aumentado mucho en todo el mundo; tan sólo en Europa se registraron ventas de IBP en 2013 por unos 127 millones de dólares.
En vista de su potencia, lo mejor es usarlos con mesura. El organismo necesita ácido gástrico para descomponer y asimilar las vitaminas y los minerales. Luego de años de tomar IBP, la gente puede presentar deficiencias graves de esos nutrientes.
Según el doctor Jeroen de Baaij, del Centro Médico de la Universidad Radboud, en Holanda, “entre 10 y 15 por ciento de quienes toman IBP tienen deficiencia de magnesio”.
Estos fármacos son especialmente peligrosos a partir de los 65 años, pues las deficiencias prolongadas debilitan los huesos. Según un estudio alemán de 2016, el uso de IBP podría elevar el riesgo de padecer demencia en la vejez, quizá debido a que inhiben la absorción de vitamina B12.
La idea de suspender el tratamiento jamás pasó por la mente de Carin Aarts, quien, luego de ingresar en el hospital con una arritmia cardiaca, recibió inyecciones intravenosas de magnesio en la unidad de cuidados coronarios.
Los médicos sospecharon de inmediato que el omeprazol era la causa de la arritmia, pero cuando trataron de retirarle el fármaco a la paciente, la ansiedad y los dolores de estómago que ella experimentó resultaron insoportables.
Lo peor es que, para compensar la falta de ácido gástrico, el organismo aumenta el número de células que lo producen, así que cuando una persona deja de tomar un IBP después de un periodo de uso prolongado, los episodios de indigestión resultan peores que al principio.
“Cuando receto un medicamento nuevo, le digo al paciente: ‘Dentro de tres meses lo veré para saber cómo va’”, señala la doctora Tannenbaum. “El tratamiento concluirá ese día, a menos que haya una razón para continuar”.
El omeprazol se ha vuelto indispensable para Carin, que también tendrá que tomar complementos de magnesio indefinidamente. Esta medida no está exenta de riesgos: el magnesio puede tener efectos laxantes, así que Carin podría sufrir accesos frecuentes de diarrea aguda.
Una medida más segura para quienes sufren episodios ocasionales de indigestión o reflujo gastroesofágico es evitar el consumo de alimentos que desencadenen el malestar (entre ellos café, bebidas alcohólicas y alimentos grasosos, fritos o condimentados).
Si necesitas tomar antiácidos, prueba un tratamiento corto a base de antihistamínicos H2, como famotidina, ranitidina o cimetidina.
Si llevas mucho tiempo tomando un IBP, no suspendas el tratamiento sin la aprobación de tu médico.30
Evita combinar inhibidores de la bomba de protones con fármacos: antirretrovirales como atazanavir, nelfinavir y saquinavir; digoxina, tacrolimus, clopidogrel
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