Imaginar encuentros agradables con personas conocidas no es solo un ejercicio mental sin consecuencias. De acuerdo con un estudio internacional reciente, esta práctica puede generar cambios medibles en el cerebro, similares a los que se producen cuando esas experiencias ocurren en la vida real.
La investigación, publicada en la revista Nature Communications, fue realizada por científicos del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas, en Alemania, y de la Universidad de Colorado Boulder, en Estados Unidos. Sus hallazgos sugieren que la imaginación positiva tiene el potencial de modificar la percepción social, las preferencias emocionales y los circuitos cerebrales asociados al placer y el bienestar.
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La imaginación positiva y su impacto en el cerebro
El estudio analizó a 49 participantes a quienes se les pidió imaginar, de manera vívida, interacciones positivas o negativas con personas de su entorno cercano. Mientras realizaban esta tarea, su actividad cerebral fue registrada mediante resonancia magnética funcional.
Los resultados mostraron que quienes imaginaron encuentros agradables desarrollaron una mayor preferencia emocional hacia esas personas, incluso sin haber tenido una interacción real reciente. A nivel cerebral, estas simulaciones activaron patrones similares a los que se observan durante experiencias gratificantes reales.
El papel del sistema de recompensa
Uno de los hallazgos clave fue la activación del cuerpo estriado ventral, una región fundamental del cerebro involucrada en el procesamiento de recompensas, el placer y el aprendizaje por refuerzo. Esta área suele activarse cuando una experiencia resulta mejor de lo esperado, generando lo que los científicos llaman un error de predicción de recompensa.
Lo relevante es que este mismo mecanismo se activó durante experiencias solo imaginadas, lo que demuestra que el cerebro puede aprender y actualizar preferencias sociales a partir de simulaciones mentales.
Además, se observó una mayor conexión entre el cuerpo estriado ventral y la corteza prefrontal dorsomedial, región encargada de evaluar el valor social de las personas y almacenar recuerdos relacionados con ellas. Esta conectividad fue más intensa cuando la imaginación era especialmente detallada y emocionalmente positiva.
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Aprender sin vivir la experiencia
Para analizar estos cambios, los investigadores utilizaron modelos computacionales clásicos del aprendizaje, como el modelo de Rescorla-Wagner, tradicionalmente aplicado al aprendizaje basado en experiencias reales. El modelo confirmó que el cerebro procesa las experiencias imaginadas siguiendo los mismos principios que las vivencias directas.
Esto refuerza la idea de que la mente no distingue completamente entre lo vivido y lo imaginado cuando las simulaciones mentales son lo suficientemente vívidas.
Posibles aplicaciones terapéuticas
Los resultados abren nuevas posibilidades en el ámbito de la salud mental. La imaginación guiada podría convertirse en una herramienta complementaria en psicoterapia para:
- Reducir la ansiedad social
- Afrontar conflictos interpersonales
- Mejorar la autoestima
- Preparar emocionalmente a personas ante situaciones estresantes
Los autores señalan que imaginar encuentros positivos podría funcionar como una forma de exposición mental controlada, especialmente útil para personas que enfrentan fobias, inseguridad social o estrés laboral.
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¿La imaginación negativa tiene el mismo efecto
Curiosamente, el estudio no encontró que imaginar experiencias negativas redujera de forma significativa la preferencia hacia otras personas. Esto sugiere que el cerebro podría estar especialmente diseñado para reforzar lo positivo, aunque los investigadores advierten que en personas con ansiedad o depresión, la imaginación negativa persistente podría amplificar el malestar emocional.
Por ello, subrayan la importancia de seguir investigando cómo orientar conscientemente la imaginación para promover el bienestar psicológico.
Una herramienta poderosa, pero no neutral
La investigación respalda la idea de que la imaginación no es un proceso pasivo. Al contrario, puede influir activamente en la forma en que percibimos a los demás, tomamos decisiones y regulamos nuestras emociones.
Cultivar de manera deliberada la imaginación positiva podría convertirse en una estrategia accesible para mejorar las relaciones interpersonales y la salud mental, con efectos que van más allá de la fantasía y se reflejan directamente en el funcionamiento del cerebro.