Este nutriente esencial, que fue una de las primeras vitaminas en ser descubiertas, sirve para tener una vista aguda, una piel sana y un sistema inmunitario fuerte.
Una dosis adicional de vitamina A puede ayudar a curar problemas oculares, trastornos cutáneos y múltiples infecciones.
Es un nutriente liposoluble que almacena el hígado. El organismo obtiene parte de esta vitamina de las grasas animales, y elabora otra parte en el intestino, a partir del betacaroteno y otros carotenoides de frutas y verduras.
La vitamina A también está presente en el cuerpo en varias sustancias químicas llamadas retinoides, que son indispensables para mantener la salud de la retina del ojo.
Previene la ceguera nocturna, mantiene sana la piel y las células que recubren el tracto digestivo y las vías respiratorias, y ayuda a formar dientes y huesos. También es vital para la reproducción, crecimiento y desarrollo normales. Y es decisiva para el sistema inmunitario, incluyendo el copioso suministro de inmunocitos que revisten las vías respiratorias y el tubo digestivo, y que son muy importantes para evitar las enfermedades.
Es muy conocida por su poder para mantener la visión, sobre todo la nocturna, y ayudar al ojo a adaptarse de la luz brillante a la oscuridad. También puede aliviar dolencias oculares específicas, como la resequedad, además de tener muchos otros beneficios.
Al fomentar la inmunidad, la vitamina A fortalece la resistencia a infecciones como amigdalitis, resfriados, gripe o bronquitis. También puede combatir aftas y zoster (por virus del herpes), verrugas (una infección viral cutánea), infecciones oculares y candidiasis vaginal; y puede controlar alergias.
Es posible que ayude al sistema inmunitario a luchar contra el cáncer de mama y de pulmón, y aumente la sobrevivencia de pacientes con leucemia. Algunos estudios con animales indican que inhibe el melanoma, un cáncer cutáneo mortal. Otro beneficio para los enfermos de cáncer es que puede aumentar la eficacia de la quimioterapia.
La vitamina A se usó por vez primera en la década de 1940 para trastornos cutáneos como el acné y la psoriasis, pero las dosis eran altas y tóxicas. Posteriormente se crearon derivados más seguros (como el ácido retinoico), que ahora se venden con receta; entre ellos está la crema Retin-A, antiarrugas y antiacné. Pueden usarse dosis bajas
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