Aunque es una gran noticia que cada vez más empresas ofrezcan lactarios, en algunas ocasiones no alcanzarás a llegar.
Seguramente te ha pasado: estás viajando en carretera y el único baño disponible es el de una gasolinería y está asqueroso… pero no tienes otra opción. Algunas veces la naturaleza toma el control y simplemente tienes que hacer lo que requiere de ti.
Ocurre algo semejante con la leche materna. Tus senos pueden llenarse y endurecerse y tú necesitarás sacarte la leche, incluso en camino a una reunión o aunque estés atorada en el tráfico.
Invierte en un adaptador para el auto o en un extractor manual u operado por baterías para que puedas sacártela donde sea necesario. Además, olvida la vergüenza: aunque te cubras, los demás podrán notar lo que estás haciendo. Da por hecho de que la tela se te caerá para que no te sorprendas cuando ocurra.
Incluso aunque te saques la leche en privado, podrías olvidar cerrar la puerta o correr las cortinas y tus bienintencionadas compañeras podrían sorprenderte. Ten por seguro que ellas siempre, siempre se sentirán más apenadas que tú.
“¡Es increíble volver a hablar con adultos!”. “¡Siento como si regresara en el tiempo!”. “Me encanta no tener que pensar en el bebé por algunas horas”. Aceptémoslo: antes de que tuvieras al bebé (o de que estuvieras embarazada), tú eras el centro de tu vida. Desde que nació el bebé, te la pasas tratando de adivinar qué significa cada llanto, si dormirá una hora más, y esperando que esa tos no empeore.
Cuando regresas a la oficina y te enfocas “solamente” en tu trabajo por algunas horas, lo sentirás como un alivio.
Tu vida se volverá más simple, aunque sea por algunas horas. Y si te gusta lo que haces, te encantará volver a algo en lo cual no solo eres competente, sino buena.
Muchos padres primerizos siempre se cuestionan si están haciendo bien las cosas: es un alivio volver al trabajo con la confianza de que sabrás cómo enfrentar lo que te espera.
Una de las frases favoritas de mi doula es “te tomó nueve meses llegar aquí, te tomará nueve meses salir de aquí.” Como la incapacidad por maternidad no dura nueve meses, no es realista que esperes perder todo el peso que subiste antes de volver a la oficina.
Después de todo, la incapacidad por maternidad es una oportunidad para que sanes, formes lazos con tu bebé, te quedes en cama con él si eso es lo que deseas.
No se trata de ir al gimnasio a perder peso: se trata de ser amorosa contigo misma y tomar tiempo para adaptarte a tu nuevo rol.
Y aceptémoslo: los jeans de maternidad son muy cómodos. Quizá valga la pena usarlos algunas semanas más, y nadie tiene por qué saberlo.
Tu cuerpo está lleno de hormonas, diseñadas para que te unas y protejas a tu hijo. Llorar significa muchas cosas además de tristeza: culpa de la madre trabajadora, gran alegría, felicidad y gratitud.
Si sientes que te dominará una emoción intensa, ¡está bien! Date permiso de sentirla: así, cuando llegue, satisfará tu necesidad de reconocerla y podrás seguir adelante.
A muchas mamás que están amamantando se les recomienda ver una foto de sus bebés mientras se sacan la leche porque ayuda a contrarrestar la sensación de culpa. Tus senos sabrán cómo responder a una foto de tu bebé, y también lo hará tu corazón. Es lógico que te sientas muy emotiva.
No estoy completamente de acuerdo con la frase “esposa feliz, vida feliz”. Por una parte, hace que la “esposa” parezca una tirana cuya felicidad depende de que se cumplan sus caprichos. Pero, por otra parte, sí reconoce las contribuciones de la madre y esposa, quien en la mayoría de los casos adquiere la mayoría de las responsabilidades del cuidado de los niños y de la casa.
Así que demos a esa persona el reconocimiento que merece: cuidemos a quien cuida a todos… y sí, eso significa que debes empezar a ser más cariñosa contigo misma.
Muchas veces, mientras atendemos al bebé, nos aseguramos de que su ropita esté impecable aunque no hayamos tenido tiempo para bañarnos. Haz una lista de lo que quieres y necesitas, de lo que es importante para ti.
Puede ser cualquier cosa, desde poderte depilar las piernas hasta un masaje mensual o un trozo de chocolate antes de dormir. Recuerda: eres importante y tus necesidades también lo son. Identifica qué te hace feliz y asegúrate de cubrir tus necesidades.
Recientemente se ha hablado mucho de la “carga mental”, que a grandes rasgos se refiere a la administración de la casa y la familia.
Planear las vacaciones, las vacunas de los niños, acudir a las citas con el médico, asegurarte de que hay comida en el refrigerador, limpiar, revisar la tarea de tus hijos mayores, pasar tiempo con tu pareja y… ¿ya te cansaste? Con frecuencia, la administración del hogar y la familia recae sobre la madre y esposa. Esto ocurre en algún momento durante la incapacidad por maternidad, dado que ella está en casa y él está trabajando.
Aumenta de poco en poco, y la carga mental que se adquiere durante ese tiempo puede traducirse en años, si no es que se extiende al resto de la vida. Esta es la razón por la cual te sientes frustrada aunque tu esposo acepte con gusto lavar los platos o ir a la tienda: sientes que “todavía falta mucho por hacer”.
La carga mental suele ser invisible: es un proyecto interno de tareas pendientes que muchas mujeres llevan consigo mismas todo el tiempo. Y por eso te enojas cuando tu pareja te invita a relajarte: ¿cómo vas a relajarte cuando todavía hay tanto por hacer?
Reconoce tu carga mental y busca otros proyectos en los cuales puedes pedir ayuda, como lavar la ropa o ir de compras. En el trabajo, los administradores delegan: haz lo mismo en tu nueva vida.
Quizá no parezca muy políticamente correcto, pero es la verdad: mientras estés en la oficina, trabaja.
Tus compañeros serán educados y verán todas las fotos de tu bebé y escucharán tus historias, pero su actitud cambiará cuando solamente hables sobre el bebé y te reportes tres veces enferma durante el primer mes.
Sentirán que no pueden confiar en ti y se decepcionarán al descubrir que ya no estás tan comprometida con tu trabajo como antes. Les preocupará el que quizá tengan que cubrirte.
Quizá ya estén agotados de hacer tu trabajo mientras estuviste de incapacidad, y el resentimiento empiece a acumularse. Mientras estés en la oficina, trabaja. Sé profesional y confiable y cumple con todas tus obligaciones.
Las niñeras se enferman, los autos se averían, y en lugar de un brillante amanecer puede haber una tormenta matutina.
Como dicen, uno propone y Dios dispone. Planea: cuando el bebé se enferme, ¿quién puede faltar al trabajo? ¿Tú o tu esposo? Cuando tu niñera no pueda cuidar a tu bebé, ¿qué sigue? ¿Tomarán turnos o tienen la suerte de poder apoyarse en sus familiares cercanos? Definan planes para tener claro qué harán en cada situación.
Recuerda: si fallas en planear, serán tus planes los que te fallarán.
Tomado de: rd.com, 8 Secrets No One Tells You About Returning to Work After Maternity Leave
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