Wilhelm Stieber: el rey de los sabuesos
El personaje que sacudió el sórdido mundo criminal del Berlín del siglo XIX antes de volcar su capacidad analítica a la política y la inteligencia militar.
Se convirtió en el cerebro de la primera red de espías sistemática y en gran escala, y es considerado el padre del espionaje moderno.
Se los llamaba “el segundo ejército del káiser”. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, los aliados conocían y temían los regimientos de espías alemanes en sus filas. “En vísperas de la guerra”, declaró el periódico The Evening Post en la lejana Nueva Zelanda, “treinta mil espías, a quienes el gobierno les pagaba como tales, residían en Francia. El espionaje alemán en Francia se interesó en todo y en todos”.
El periódico expresaba su disgusto por esta conducta clandestina. “Nadie creyó que por cuarenta años un importante poder infiltrado entre nosotros hubiera vivido atisbando por el ojo de la cerradura de Europa”.
Para el Evening Post, como para el público en general en el Imperio Británico, el espiar era, por naturaleza, una actividad vergonzosa, una forma de engaño que empañaba el honorable juego de la guerra.
Y al decir que este negocio clandestino se había llevado a cabo durante cuarenta años, el periódico tenía un hombre en mente: Wilhelm Stieber. Este fue el padrino del espionaje moderno, el modelo y el pionero de organizaciones de inteligencia como Scotland Yard, el FBI, el MI5 y el MI6, la CIA y el FSB.
El espionaje no fue, por supuesto, una invención alemana ni del siglo XIX. Lo que diferencia a Wilhelm Stieber y lo convierte en innovador fue su enfoque metódico, que desarrolló a partir de su anterior carrera en la institución policial.
Nacido en 1818, Stieber se crió en Berlín. Su padre era un funcionario público subalterno que luego se convirtió en ministro luterano; su madre, Daisy Cromwell, era inglesa y descendiente de Oliver Cromwell. Estos antecedentes dieron a Stieber un sentido moral de la justicia que lo condujo a través de su carrera.
Estaba destinado a la Iglesia, pero mientras estudiaba Teología algo lo convenció de que su verdadera vocación era el Derecho. Un estudiante sueco fue erróneamente acusado de hurto. Al investigar el caso y aplicar lo que ahora llamaríamos “perfil psicológico”, Stieber logró probar la inocencia del sueco y obtener su absolución. Su cambio a la carrera de Derecho disgustó a su padre, quien le cortó los fondos.
Ahora se ganaba la vida como secretario en tribunales penales y en la policía. En 1844, se recibió de abogado, pero decidió entrar en la policía berlinesa. Según sus memorias, Stieber pronto se ocupó personalmente de resolver casos de alto perfil, usando a menudo disfraces para obtener información vital e infiltrarse en las bandas criminales. En una de las investigaciones que impulsaron su carrera, desenmascaró a un sastre que había estafado a una compañía de seguros simulando su propia muerte en Berlín.
Conocía bien el sistema judicial y siempre tenía la precaución de recoger suficiente evidencia como para asegurarse las condenas: nunca ponía una trampa que no fuera a prueba de escapes. La observación cuidadosa, la correspondencia interceptada, las operaciones encubiertas, las imitaciones y los disfraces al interrogar a los testigos, eran todas técnicas que cumplían un rol particular en las investigaciones.
Tempranamente en su carrera, Stieber debió lidiar con grupos subversivos que intentaban derrocar el sistema político. Se infiltró en uno de estos círculos, haciéndose pasar por pintor de retratos (tenía talento artístico).
‘También persuadió a un cerrajero de que entrara con engaños en la casa de un cabecilla y extrajera papeles incriminatorios de un escritorio cerrado con llave. Las noticias sobre estos métodos causaron revuelo. Los ciudadanos sintieron que sus libertades eran socavadas por una “policía secreta”, lo cual era cierto.
Pero el policía Stieber estaba convencido de que la sociedad necesitaba protección del extremismo político, más aún después de unas minirrevoluciones que estallaron por Europa en 1848. Ese año, el rey Friedrich Wilhelm IV de Prusia, mal aconsejado, decidió mostrar su solidaridad con su pueblo al cabalgar solo por Berlín mientras lucía los colores republicanos. Este confuso gesto desencadenó disturbios. Stieber, que estaba disponible ese día, intervino para rescatar al asustado monarca y depositarlo en la seguridad de su palacio. Resultó que el hombre salvado por el policía no era realmente Friedrich, sino un actor empleado como su doble.
De todos modos, la lealtad y valentía de Stieber llamaron la atención del rey verdadero, que se sintió agradecido con el policía por haberle evitado una humillación si se descubría su treta. Lo recompensó con una promoción a jefe de la fuerza berlinesa. En este nuevo papel, Stieber continuó su guerra contra los revolucionarios. Una amenaza particularmente fuerte estaba surgiendo entre los exiliados alemanes en Londres y, en 1850, el ahora jefe policial fue personalmente a investigar.
Sabía que las figuras clave en Inglaterra eran un empobrecido editor llamado Karl Marx y el rico hijo del dueño de una fábrica, llamado Friedrich Engels. Stieber se hizo pasar por el editor radical de una publicación médica. Esta simulación hizo que fuera bastante fácil obtener acceso al afable Marx, que resultó ser sorprendentemente conversador.
Gracias a su relación con Marx, Stieber logró hacerse de una lista de todos sus contactos revolucionarios en Alemania y Francia. Se realizaron cientos de arrestos. Fue un triunfo para Stieber, pero también un llamado de atención: ahora comprendía la escala de la red antigubernamental. Entonces amplió las actividades contrarrevolucionarias de la policía, reclutando informantes y vigilando estrechamente a los sospechosos. En 1853, Stieber fue nombrado director de la División de Seguridad de la policía berlinesa.
El rey Friedrich Wilhelm IV murió en 1861, y su hijo Wilhelm se convirtió en el nuevo rey de Prusia. La sucesión también dio lugar al nombramiento de un nuevo primer ministro, Otto von Bismarck, quien quería unir los estados germánicos en un solo país liderado por Prusia. Su primer objetivo fue socavar los lazos con el poder regional dominante, Austria.
Por aquella época, Stieber se ganó la admiración de Bismarck al desenmascarar un complot para asesinarlo. El primer ministro, que llamó a Stieber “el rey de los sabuesos”, le encargó la creación de una red de espías en el interior de Austria. Stieber aplicó nuevos métodos a la tarea. Fue el primero en observar que era más seguro usar cientos de hombres, cada uno de los cuales obtenía fragmentos de información, que basarse en unos pocos espías estrella que trabajaran en profundidad. Usando una agencia de noticias como pantalla, desarrolló una amplia red de espías en Austria.
Estos observaron y registraron cada detalle logístico, geográfico y político, y toda la información que daban se analizaba y coordinaba centralmente. Cuando estalló la guerra con Austria en 1866, Prusia ya sabía todo acerca de la vulnerabilidad militar y política del enemigo, y obtuvo una victoria decisiva en Königgrätz. El siguiente objetivo de Bismarck era Francia, que se hallaba bajo el impopular régimen de Napoleón III.
Stieber sabía que la animosidad del pueblo facilitaba su anexión, y para esta época ya tenía un enfoque casi científico para evaluar a los espías: podía ver quién era susceptible, quién era confiable y qué pedirían como recompensa. Esta consistía a menudo en dinero, y Prusia estaba dispuesta a pagar. Se consideraba al espionaje como una ruta a una guerra de menor costo.
“Trabajando fuera de mi oficina de Berlín –relató luego Stieber– formé todo tipo de personas: oficiales, científicos, ingenieros y fabricantes, para no mencionar a las esposas, amantes, parientes y amigos, así como secretarios, mensajeros, sirvientes, cocheros, jardineros y criados, que parecían insignificantes, integrándolos en una gran red de espías desparramados por toda Francia”.
Cuando estalló la guerra franco-prusiana en 1870, Prusia pudo desplazar rápidamente sus ejércitos por el interior de Francia. Stieber viajó con Bismarck y el rey Wilhelm, rodeados de una policía de seguridad armada, pero vestida de civil, parecida a los agentes que ahora acompañan a los políticos modernos en sus viajes.
En enero de 1871, el rey se instaló en Versalles, donde Bismarck supervisó su coronación como emperador (káiser) de una nueva Alemania unida. El primer ministro había tenido éxito en su grandioso proyecto, y este fue también un momento de coronación para su rey de los sabuesos.
Pero el verdadero legado de Stieber no es nacional o geopolítico. Está en su metodología: el innovador enfoque para el secretismo y los subterfugios que tanto deploraron los enemigos de Alemania y que todas las organizaciones de inteligencia del mundo han adoptado con tanto entusiasmo.
Tomado del libro: “Grandes Secretos de la Historia”, Selecciones