La estrella de Belén es uno de los símbolos más reconocibles de la tradición navideña. Según el Evangelio de Mateo, fue la señal que llevó a los sabios de Oriente a emprender un largo viaje en busca del recién nacido “rey de los judíos”.
Sin embargo, más allá del relato religioso, surge una pregunta fascinante: ¿pudo tratarse de un fenómeno astronómico real?
Imagen de la supernova 1987A en la Gran Nube de Magallanes, tomada por el telescopio Hubble. Pudo ser captada a simple vista.ESA/George Sonneborn (Goddard Space Flight Center), Jason Pun (NOAO), the STIS Instrument Definition Team, and NASA
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Un misterio que une fe, historia y astronomía
La astronomía moderna ha demostrado que el cielo es dinámico y que, incluso a simple vista, pueden observarse eventos extraordinarios: luces que aparecen de forma repentina, brillan durante días o semanas y luego desaparecen.
Aunque no existen registros históricos directos que describan la estrella de Belén desde Judea, la ciencia ha propuesto tres hipótesis principales para explicar qué pudo haber inspirado este relato.
Hipótesis 1: una supernova visible desde la Tierra
Las estrellas no son eternas. Cuando las más grandes llegan al final de su vida, explotan en un evento llamado supernova, liberando una enorme cantidad de energía y luz.
Durante semanas o incluso meses, estas explosiones pueden brillar tanto como una galaxia entera.
Un ejemplo moderno ocurrió en 1987, cuando la supernova 1987A fue visible a simple vista desde la Tierra, a pesar de encontrarse a más de 160,000 años luz de distancia.
Este tipo de fenómeno podría explicar por qué la estrella de Belén apareció de manera repentina y luego desapareció para siempre.
El principal problema de esta hipótesis es la falta de registros históricos adicionales.
Una supernova tan llamativa probablemente habría sido documentada por otras civilizaciones con tradición astronómica, como la china o la babilónica, y hasta ahora no existe una evidencia clara de ello.
Hipótesis 2: un cometa brillante en el cielo antiguo
Otra explicación posible es que la estrella de Belén haya sido un cometa. Estos cuerpos helados, al acercarse al Sol, desarrollan una cola luminosa que los hace parecer estrellas en movimiento.
Registros astronómicos chinos mencionan la aparición de una “estrella escoba” visible durante más de 70 días alrededor del año 5 a.C., una descripción que coincide con la duración y el brillo de un cometa.
Además, dependiendo de su trayectoria, un cometa puede parecer casi inmóvil desde la perspectiva terrestre, un detalle que encaja con el relato bíblico.
Históricamente, los cometas fueron interpretados como señales importantes, lo que refuerza la idea de que este fenómeno pudo haber sido visto como un presagio significativo.
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Hipótesis 3: una conjunción planetaria excepcional
La explicación más aceptada entre muchos astrónomos es que la estrella de Belén no fue una estrella nueva, sino una conjunción planetaria, es decir, la alineación aparente de varios planetas muy brillantes en el cielo.
En el año 7 a.C. ocurrió una triple conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Desde la Tierra, estos planetas se observaron muy próximos entre sí durante varios meses, creando un punto luminoso destacado.
Para las antiguas culturas astronómicas, estas alineaciones tenían un profundo significado simbólico. Júpiter estaba asociado con la realeza, Saturno con ciertos pueblos antiguos y Piscis con regiones del Medio Oriente.
La coincidencia de estos elementos pudo haber sido interpretada como una señal extraordinaria, más que como un objeto físico nuevo en el cielo.
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Ciencia, simbolismo y preguntas sin respuesta
Ninguna de estas hipótesis puede confirmarse de manera definitiva. La estrella de Belén sigue siendo un punto de encuentro entre la ciencia, la historia y la tradición.
Lo que sí sabemos es que el cielo antiguo ofrecía espectáculos capaces de sorprender y marcar profundamente a quienes los observaban.
Más que desacreditar un relato, la ciencia nos invita a comprender cómo los fenómenos naturales pudieron inspirar historias que han trascendido siglos, recordándonos que mirar al cielo siempre ha sido una forma de buscar sentido.