El dicho reza que; para todo mal mezcal, para todo bien, también. Y si no hay remedio… litro y medio. Una vez que aprendes entiendes el sentido de la frase.
El dicho reza que; para todo mal mezcal, para todo bien, también. Y si no hay remedio… litro y medio. Una vez que aprendes a degustar el mezcal, entiendes el sentido de la frase.
Este primer tip es el pasaporte al conocimiento. Aunque alguna bebida te sea agradable, no te instales ahí, permite a tu paladar probar algo distinto cada vez; ya sea marca, graduación o tipo de agave.
Como en casi todas las bebidas, el olfato es fundamental, ya que es el primer contacto que se tendrá, en este caso, con el mezcal. Al indagar con la nariz, activamos la memoria olfativa, esto ayudará a distinguir algunas propiedades antes de ingerirlo.
Ir poco a poco, el mezcal se toma a besos. Es necesario disfrutar en boca, darle tiempo de respirar. Si quieres disfrutar de esta bebida, olvida a tus ídolos empinándole a la botella. Ve despacio, los dos primeros tragos no son relevantes, el tercero es el mejor.
Recuerda, el secreto está en saborear un caballito de mezcal y después un vaso con agua, así cada vez. De esta manera el cuerpo no lo resiente y lo asimila mejor.
Además de la clásica sal de gusano y la naranja, no temas el maridaje con otros cítricos, tales como la piña, el kiwi, la zarzamora o arándanos. En cada sorbo descubrirás las propiedades del mezcal que estés tomando, ya que su acidez permite potenciar el siguiente trago.
Este consejo, requiere echar a andar los anteriores, ya que podrás iniciar una graduación menor, de 38 o 40 y justo ahí, necesitarás tu paladar aventurero para progresar. A sorbos muy suaves y con algún cítrico o sal de gusano, avanzar a un 48 y así progresivamente hasta donde ese paladar inquieto lo permita.
Asimismo, puedes experimentar al pasar de un Espadín a un Tóbala, o de un joven a un extra añejo. Tú te conoces y decides dónde estás bien y deseas parar. Ojo, no necesariamente debes volverte experto en una noche.
