¡Ay, que familia de locos!
Nuestros lectores cuentan sus historias y peripecias familiares más chistosas No cabe duda de que la familia es nuestra mayor fuente de alegría y orgullo, pero muchas veces, por las cosas estrafalarias y los...
Nuestros lectores cuentan sus historias y peripecias familiares más chistosas
No cabe duda de que la familia es nuestra mayor fuente de alegría y orgullo, pero muchas veces, por las cosas estrafalarias y los disparates que todos llegamos a hacer o decir, es también un motivo de incomodidad y sonrojo. Todo es parte de la convivencia diaria, claro, y al final, cuando vemos el lado chusco de esas situaciones, nos reímos de ellas a carcajadas y las atesoramos en el anecdotario familiar.
Pedimos a nuestros lectores que nos contaran historias divertidas sobre niños caprichosos, esposas e hijas ocurrentes, padres despistados, maridos y adolescentes insensatos y cualquier otro pariente que los haya hecho reír hasta caer del árbol genealógico. Miles de lectores nos enviaron sus anécdotas, y aquí presentamos una selección de las más graciosas.
“Mi sobrina, de tres años de edad, ha aprendido muy bien el concepto de generosidad. Un día en que jugaba con sus princesas —que son cinco, mientras que sólo tiene un príncipe—, la escuché decir: “Ustedes son generosas, porque comparten al príncipe”.
“De camino a la iglesia para confesarse por primera vez, mi nieto, de siete años, me preguntó con nerviosismo qué le iba a ocurrir.
—La confesión es que le cuentes todas las cosas malas que has hecho al sacerdote —le expliqué.
—¡Qué bueno! —exclamó en tono de alivio—.
Yo no le he hecho nada malo al padre”.
“Mi nieto de tres años estaba en una fiesta de cumpleaños, y el papá del niño festejado se escabulló para tomar una ducha antes de ir a trabajar.
Mientras se bañaba, oyó unos golpecitos en la puerta de la ducha, y en seguida vio a mi nieto asomándose.
El pequeño lo miró y preguntó:
—¿Está mi mamá aquí, señor?”.
En el restaurante, un cartel decía: “Esta noche, ¡karaoke!” Mi abuela lo miró con detenimiento, y luego preguntó: —¿Qué tipo de pescado será ése?”
Un 25 de diciembre, en una reunión en casa con toda mi familia, mi hijo Nico, de nueve años, se apareció en el comedor y me preguntó:
—Mamá, ¿qué es sexo?
Se hizo un silencio, y todos me miraron con ojos de “¿Qué le vas a contestar?” Pero yo, con toda calma, simplemente le respondí:
—Masculino, cariño.
Todos soltaron la carcajada, y Nico corrió adonde estaban los demás niños jugando.
Entonces me volví hacia mis familiares.
—¿Qué pensaron que iba a contestar, eh? —les pregunté—.
Ninguno se fijó que Nico traía una revista de futbol en la mano porque está llenando un cuestionario para suscribirse.
—¡Me va a pegar! —gritó mi hijo de cuatro años.
—¿Por qué tendría que pegarte tu hermano mayor? —le pregunté.
—Porque tiré sin querer su cepillo de dientes en el escusado.
—Pues dile eso y dale uno nuevo.
—No puedo.
—¿Por qué?
—¡Porque está en el baño lavándose los dientes!
A sus 70 años, mi abuelo se compró una podadora por primera vez.
—Esta cosa es increíble —le dijo a mi hermano—.
Me llevó sólo una hora y media cortar el pasto, ¡y tu abuela se tardaba dos días enteros!
No me entusiasmaba nada la idea de dejar que mi imprudente hijo de 13 años cuidara a sus hermanas menores, a pesar de sus ruegos para que yo accediera.
—¿Qué me dices del fuego? —le pregunté, refiriéndome a mi mayor preocupación.
—Mamá —contestó con una expresión de impaciencia—, soy un boy scout. Sé muy bien cómo prender fuego.
Me iamgino que a ustedes también les ha pasado este tipo de cosas ¿verdad?