Colores sobre ruedas
Aunque muchos los consideran una reliquia, los cycle rickshaws o bicitaxis siguen siendo un medio de transporte eficiente en algunas ciudades de Asia. En la Vieja Delhi aún hay cientos de bicitaxis, pero los...
Aunque muchos los consideran una reliquia, los cycle rickshaws o bicitaxis siguen siendo un medio de transporte eficiente en algunas ciudades de Asia.
En la Vieja Delhi aún hay cientos de bicitaxis, pero los autos y los mototaxis los han reemplazado.
Al salir de la estación del metro en la bulliciosa Vieja Delhi, la antigua capital del Imperio Mogol, dos largas filas de pintorescos bicitaxis me dan la bienvenida. Elijo el de un joven llamado Arun Kumar y subo a él de un salto. Arun dobla a la derecha y empieza a pedalear velozmente en sentido contrario por una transitada calle principal.
—¿No te detendrá la policía? —le pregunto, sintiéndome nervioso.
—No, esto es un bicitaxi —responde en inglés chapurreado.
Mi angosto asiento se inclina hacia delante, y el vehículo está completamente abierto, excepto por el toldo decorado, lo que me deja expuesto al tránsito del mediodía: autos que dan bocinazos, camiones, autobuses y muchos otros cycle rickshaws. De pronto, otro bicitaxi choca de costado contra nosotros. Al ladearse nuestro vehículo, me aferro a las barras de metal del toldo. Tras dar vuelta en una esquina, seguimos avanzando, esta vez en el sentido correcto.
—Allí está el Haldiram’s —me dice Arun—. Es un buen restaurante. ¿Le gustaría ver el Fuerte Rojo?
Mientras pedalea, Arun despega el cuerpo del asiento y sujeta el manillar con firmeza. Es un trabajo duro. Al llegar a una cuesta, se apea y empuja el vehículo con todo y mis 72 kilos; jadeando, me habla sobre los mercados que hay a ambos lados de la calle, la antigua mezquita y su bicitaxi.
Los rickshaws surgieron en Japón en la década de 1860. Los empujaba una persona con las manos y se llamaban jinrikisha, de jin (hombre), riki (fuerza) y sha (carro). Poco a poco reemplazaron a las sillas de manos y a los palanquines, cuya operación requería más de una persona, y su uso se extendió por Asia y partes de África. Los carros impulsados por bicicletas sustituyeron después a los empujados por personas, ya que este oficio pasó a considerarse degradante.
Hoy día en la Vieja Delhi aún hay cientos de bicitaxis, pero los autos y los mototaxis los han reemplazado en la mayoría de los pueblos y ciudades de la India, entre ellas Mumbai, donde resido. Aun así, los bicitaxis sobreviven en varias ciudades asiáticas como un medio de transporte eficiente, limpio y barato. Se calcula que en Dacca, Bangladesh, la “capital mundial de los bicitaxis”, circulan más de 600,000, muchos de ellos profusamente decorados. Llamados también tricitaxis y velotaxis, son una atracción turística en Singapur y en algunas ciudades de Europa y Estados Unidos.
Al final del recorrido de una hora en bicitaxi por las calles de la Vieja Delhi, invito a Arun a almorzar en el Haldiram’s, donde le pido que me cuente un poco sobre su vida. Tiene 22 años y vive con su esposa y su hijo en una cabaña. Gana unas 1,000 rupias (16 dólares) al día, pero si tiene suerte de encontrar turistas extranjeros, puede embolsarse mucho más. “Porque sé hablar inglés”, dice. Con regularidad envía dinero a sus padres, quienes siguen viviendo en su distante pueblo natal, donde dejó la escuela cuando cursaba el sexto grado.
—Eres joven —le digo—. ¿Por qué no estudias en el turno de noche en alguna escuela aquí?
—Porque me siento rendido al final del día —responde—. Pero mi hijo sí irá a la universidad. Para eso tengo que trabajar aún más.