Cómo el ejercicio puede mejorar tu actitud
La actividad física nos brinda tranquilidad, debido a que induce cambios fisiológicos beneficiosos en el cuerpo.
El movimiento físico es indispensable para nuestro bienestar. Veamos las razones.
Nuestro estilo de vida nos obliga a pasar largos periodos en posición sentada, frente a la computadora o el televisor, en el auto o en empleos sedentarios. Esto no es bueno para nuestro cuerpo, ya que no lo utilizamos de la manera para la que fue diseñado. Y puede generar en nosotros sentimientos de irritabilidad, desasosiego e intranquilidad. El cuerpo fue construido para estar en movimiento, y el movimiento, a su vez, fomenta un cuerpo sano.
El dicho “Lo que no se usa se pierde” sin duda es cierto en el caso del cuerpo humano. Los músculos se vuelven flácidos cuando la gente está inactiva. Y el cuerpo infrautilizado también afecta nuestro estado mental, ya que nos puede hacer sentir cansancio, aletargamiento o dificultad para pensar con claridad.
El ejercicio es una excelente manera de mejorar tu estado de ánimo y tu actitud. Cuando haces ejercicio, liberas endorfinas, que son hormonas que te hacen sentir felices y relajadas. También te ayuda a dormir mejor, comer alimentos saludables y conectarte con los demás. Si estás buscando formas de mejorar tu actitud, el ejercicio es una excelente opción.
Observa cuánta actividad realiza un niño sano al día y compárala con la de un adulto medio. Es casi imposible mantener a los niños quietos, ya que responden instintivamente al deseo del organismo de moverse y, en consecuencia, tienen cuerpos flexibles y sin tensiones.
Quizá no te guste el ejercicio organizado o la idea de ir al gimnasio. Pero cualquier actividad física —ya sea caminar a paso ligero, correr, bailar, realizar tareas domésticas enérgicas, desbrozar el jardín o cortar el césped— puede hacer maravillas en tu interior y es una de las mejores maneras de liberar tensiones cuando sientes estrés o ansiedad.
Sabemos lo que las investigaciones han demostrado: caminar 10 000 pasos al día puede mejorar significativamente la salud. Aumentando la resistencia, ayudando a perder peso y fortaleciendo el corazón, entre otros beneficios. Sin embargo, la mayoría de las personas solo damos entre 3 000 y 4 000 pasos en un día normal. Aunque 10 000 pasos puedan parecer excesivos, hay que tener en cuenta que 1 000 pasos equivalen a solo unos 10 minutos de caminata enérgica. Así que, si no has logrado llegar a ese objetivo saludable ¡inténtalo! Probablemente sea muchísimo más fácil de lo que crees.
En un pasado no muy lejano, la vida cotidiana suponía un esfuerzo físico mucho mayor: el lavado de la ropa y otros enseres domésticos se hacía a mano, se barrían los suelos y se golpeaban las alfombras, había que cortar y apilar la leña para el fuego… y una infinidad de labores más.
En la actualidad, las máquinas hacen gran parte del trabajo duro. Aunque hay que aplaudirlo en muchos sentidos, esto también ha vuelto más pasivas e inactivas a las personas. Los adultos de hoy en día consumen hasta 800 kcal menos al día que en la década de 1950. La actividad diaria general debería suponer alrededor del 30 % de las calorías que consumimos cada día. Pero esta cifra puede descender hasta el 15 % en quienes tienen un estilo de vida sedentario,lo que provoca un aumento de peso y otros problemas de salud.
En lugar de cosechar nuestras propias verduras, o de ir a pie a las tiendas locales para comprar nuestros alimentos básicos, la mayoría de la gente se sube al coche, conduce hasta el supermercado y da un breve paseo por los pasillos. Luego vuelve en auto a casa, para sentarse frente al ordenador o el televisor. Pero no tiene por qué ser así.
No cabe duda de que el auto fomenta el sedentarismo, y un cambio fácil que la mayoría de nosotros podría hacer es dejarlo en casa más a menudo y caminar o ir en bicicleta a nuestro destino. Y, aunque en general no se recomienda trotar sobre superficies duras, ya que pueden dañar la columna vertebral y ejercer una tensión indebida sobre las articulaciones, caminar sobre pisos inflexibles como las aceras fortalece los huesos de las piernas y las caderas. Este tipo de ejercicio es cada vez más importante a medida que envejecemos.
El ejercicio no tiene por qué ser una tarea pesada. Hay muchas cosas que puedes hacer durante tu rutina diaria para ayudar a tu cuerpo a ejercitarse.
La actividad física nos brinda tranquilidad, debido a que induce cambios fisiológicos beneficiosos en el cuerpo. Libera la tensión de los músculos, estirándolos y fortaleciéndolos, al tiempo que permite que la sangre circule más libremente (la tensión hace que los vasos sanguíneos se contraigan).
Esto aumenta la circulación de la sangre a todas las células del cuerpo, llevando oxígeno y nutrientes que mejoran la vida, y arrastrando los residuos tóxicos.
Además, cuando nos esforzamos físicamente, se liberan endorfinas, los químicos del cuerpo que alivian el dolor. Las endorfinas son opiáceos naturales que actúan de forma similar a la morfina, y a veces se denominan “hormonas del bienestar”, debido a que elevan nuestro estado de ánimo y pueden hacernos sentir eufóricos.
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También se liberan en situaciones de estrés físico agudo, de modo que un soldado no siente sus heridas en la batalla. Por ejemplo, o una madre que da a luz siente menos el dolor durante el parto de lo que lo sentiría en otras circunstancias.
El ejercicio vigoroso practicado con regularidad también tiene el beneficio de quemar calorías y controlar el peso. El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo en una serie de problemas de salud, como la diabetes tipo 2, donde el ejercicio forma una parte importante del tratamiento. Esta enfermedad es más frecuente en las personas con sobrepeso. El ejercicio sostenido ayuda a reducir el peso y a utilizar el exceso de glucosa sanguínea en el cuerpo.
La actividad física también combate los efectos nocivos de las sustancias químicas del estrés producidas por la respuesta de “lucha, huida o bloqueo”, devolviendo al organismo a un estado de equilibrio.
Si llevas mucho tiempo en posición sentada, inclínate lateralmente en la silla, manteniendo
la columna vertebral recta y dejando que un brazo cuelgue libremente hacia el suelo, levantando
el otro brazo por encima de la cabeza en forma de arco. Mantén la flexión durante unos segun- dos y repite en la dirección opuesta. Siente el estiramiento liberador a través de tu cuerpo. Este ejercicio también ayuda si tienes problemas de equilibrio al estar de pie.